‘Ser activista y religioso no es difícil, son las bases éticas’ entrevista con Raúl Vera López

Ingeniero químico por la UNAM, Raúl Vera dejó la industria tras el movimiento del 68 para unirse a los dominicos. Desde entonces ha defendido a mineros, indígenas, sexoservidoras y a la comunidad LGBTTIQ+, enfrentando a ejército, gobiernos y jerarcas de la Iglesia. A 50 años de vida sacerdotal, repasa su amistad con Samuel Ruiz, amenazas de muerte y el legado de “Caminar juntos”, hoy adoptado por el Papa Francisco.

9 agosto 2025
‘Ser activista y religioso no es difícil, son las bases éticas’ entrevista con Raúl Vera López

Esta entrevista no es suficiente para englobar la amplitud de historias que rodean a la figura de Raúl Vera López, un hombre que parece haber tenido muchas vidas en una.

Nació en Acámbaro, Guanajuato, vivió en la Ciudad de México, en Chiapas, en Guerrero, en Roma y desde hace 25 años, en Saltillo, donde su pastoral fue adoptada por el Papa Francisco.

Durante esta charla en A La Vanguardia, Vera López charló en profundidad sobre qué causó en él -y en el país entero- el movimiento estudiantil de 1968, el levantamiento zapatista y el arranque de los tiempos violentos provocados por el narcotráfico en el norte de México.

El pasado 20 de junio, el Papa León XIV le envió una carta escrita en latín en la que le felicitó por sus 50 años de vida sacerdotal. En ella, el pontífice destacó su trabajo en San Cristóbal de las Casas, y por “ver que se ha esforzado por promover la dignidad humana y la justicia social mediante su ferviente ministerio y procurado dar testimonio con obras de las enseñanzas del evangelio”.

Con nosotros habló de la dualidad de ser activista y religioso, de sus pendientes, por qué decidió ser religioso si ya era ingeniero, de su relación con Samuel Ruiz y con el Papa Francisco, su defensa a la comunidad LGBTTIQ+ y a las trabajadoras sexuales, su legado e incluso de su enamoramiento juvenil.

$!Gesto reflexivo de Raúl Vera, reconocido como una de las voces críticas de la Iglesia en México, cuya formación en la UNAM y el clima social del movimiento estudiantil de 1968 marcaron su visión pastoral y compromiso con las causas sociales.
Entiendo que usted es ingeniero químico, ¿verdad?
Yo nací en Acámbaro, Guanajuato. Hice la preparatoria y después me fui a estudiar la carrera de ingeniero químico a la UNAM. Soy generación 63. Me tocó vivir el movimiento del 68 dentro de la UNAM, porque yo hice mi servicio social dando clases en la Facultad de Química. El movimiento del 68 me hizo ver muchas cosas y una de ellas la necesidad.
En principio pensé en la posibilidad de quedarme a trabajar en la UNAM. En ese periodo que yo estaba terminando, la Facultad de Química pone una maestría en Ingeniería Química, entonces era una oportunidad para mí. Pero al mismo tiempo yo trabajé mucho en un centro que se llamaba Centro Universitario Cultural, que en realidad era un convento.
Todavía la iglesia no tenía una personalidad jurídica en México no podían existir abiertamente entidades eclesiásticas, entonces por eso eligieron un nombre que no tenía nada que ver con lo cristiano. Entonces cuando viene el movimiento del 68, empezaron muchos de los alumnos, especialmente los ingenieros químicos que teníamos que ir a trabajar a industrias extranjeras y todo decir extranjero es que eran gringas.
Entonces hice un curso que se llamaba Escuela de Dirigentes en el Centro Universitario Cultural, lo puso y allí era una apertura de nuestra conciencia fenomenal para entender la dimensión social, la dimensión humana, que como profesionistas íbamos a tener y toda la industria donde yo iba a trabajar era industria norteamericana.
Yo aprendí también ahí que esas industrias estaban saqueando todos nuestros recursos naturales, que los tenían de sobra en Estados Unidos, pero lo estaban reservando y se salían a los países como nosotros a saquear la naturaleza, además que hacían una serie de trucos para no manifestar ante el fisco mexicano las verdaderas ganancias que tenían.
Entonces saqueaba de recursos y saqueaban económicamente, no pagando los impuestos justos. Entonces yo allí me negué a trabajar para salir a trabajar para la industria y había decidido quedarme a trabajar en la universidad.
¿Cómo decidió unirse al seminario?
El movimiento del 68 fue destapar el sentido social de los jóvenes.

Allí fue donde yo me decidí unirme a los frailes dominicos, como ellos me habían transformado a mí en mi conciencia social y mi conciencia, mi responsabilidad como profesionista y mi deber que tenía.

Entonces vi una buena oportunidad, hacerme fraile, porque allí iba a recibir una educación que yo recibí allí en la Parroquia Universitaria, como un ciudadano honesto y un ciudadano que verdaderamente trabajara por la justicia de mi país.

Mi examen se retrasó porque había tomado el ejército toda la Ciudad Universitaria. Yo me recibí el 10 o el 11 de octubre y entré a la orden el 4 de noviembre. Ya había dado cuentas, me formó como profesionista, pero le voy a servir a mi pueblo, no ayudando a que lo sigan disfrutando las empresas extranjeras, con la conciencia clara de que yo tenía que crear una una transformación de los criterios de la vida, como lo habían hecho conmigo los dominicos.
$!Reconocimiento del VIII Premio Nacional de Derechos Humanos “Don Sergio Méndez Arceo”, recibido por su compromiso con los pobres en 2000.
De los conocimientos de la ingeniería química, ¿utilizó algo para su vida sacerdotal?
Cuando me sacan de obispo y me mandan primero a Guerrero, en Guerrero yo estaba ya haciendo todo un proyecto. A mí me dijo un fraile que era del director de la parroquia universitaria ‘se te va a olvidar la química, pero te va a quedar la sabiduría’.
Yo como ingeniero químico tenía que seguir un riguroso programa dentro de los límites que me ponía el manejo de las sustancias y de que yo tenía que hacer, pero así ordenado, yo tenía que cuidar la producción de determinado producto. Se hacía dentro de un orden. Entonces cuando me dieron una diócesis, si aquí no hay un orden, si aquí no hay un proyecto, no hay nada.
Luego conocí a dos sacerdotes, acabé amiguísimo de ellos. El Papa había pedido que los obispos realizáramos un proyecto en donde le agradecíamos a Dios 500 años de la llegada del Evangelio a América.
Estos dos estaban allí para ayudarnos a hacer ese proyecto, me dijeron ‘nosotros trabajamos en la organización de diócesis, en la programación pastoral de diócesis y vemos que así por tu modo de pensar nos puedes ayuda’, les digo que en la ingeniería química, pues yo había aprendido esto, el rigor de la disciplina.
Me escuchaban hablar y decían ‘pero tú estás mandando a hacer para organizar una diócesis con un proyecto y nosotros trabajamos en eso. Nosotros podemos ayudarte a ti y ayudar a toda la diócesis a programarse dentro de un proyecto pastoral’
Mucha gente piensa que usted vive en una dualidad, digamos que parece contraria, entre ser activista y ser religioso, ¿cómo ha sido para usted convivir en esa dualidad?
No tengo ningún problema, absolutamente no tengo ningún problema. Son las bases éticas. A un actor político, a un actor social, a un responsable de sistemas económicos, siempre le pone unos límites el comportamiento ético, entonces yo no tengo ningún problema absolutamente.
Yo hice mi tesis en Teología Moral, en el comportamiento humano desde los valores trascendentales, lo que nosotros conocemos como valores cristianos, son los valores trascendentales que debe guardar cualquier persona humana y cualquier ciudadano. Este curso que hice yo dentro de la parroquia universitaria, recibí una formación ética muy profunda y una formación también social muy seria.
Cuando entro a la orden, sé que yo iba a trabajar dentro de la sociedad y dentro de todos los ámbitos sociales, pero desde los valores del Evangelio.
Siendo fraile me sacan de obispo, pues allí también fue una oportunidad más amplia, porque ya se agrandó. Estuve en un convento en donde tenía la oportunidad de trabajar entre campesinos el fin de semana, porque estábamos en Amecameca, Estado de México.
Ahí yo tenía mucha relación con campesinos, venían personas a hacer cursos que se llamaban cursos espirituales. Y allí también yo tenía contacto con universitarios, tenía contacto con profesionistas, tenía contacto hasta con personas que trabajaban en lo político. Cuando ya salgo primero me mandaron a Guerrero, una diócesis que estaba en Guerrero, que estaba en Michoacán y que estaba en Estado de México y era en zona muy pobre.
La recorrí a lomo de mula, tuve que aprender a manejar la mula. Fue una cosa muy simpática porque los campesinos pusieron en la mula, y yo le buscaba el acelerador. Cuando vieron y me dicen ‘¿usted no ha tratado con mula, señor obispo?’ ‘De esta no’ (risas).
Entonces eso fue otra riqueza que me dio. Primero estuve en ese espacio donde estuve nueve años. Después me cambian a Chiapas con don Samuel Ruiz y además con la tarea de que había gente dentro de la misma iglesia que no entendía a don Samuel, cómo lo juzgaban un comunista, porque como que andaba entre los indígenas y ellos también lucharon por la justicia, trabajaron por la justicia. Entonces me sacaron de allí porque no hice lo que querían.
$!Raúl Vera en audiencia con el Papa Juan Pablo II, durante su labor episcopal en la que defendió causas sociales y derechos humanos en distintas diócesis del país.
¿Por qué dice que no hizo usted lo que querían? ¿Qué querían entonces?
Le quitaron las facultades a Samuel, le quitaron las facultades que tenía como obispo y me las dieron todas a mí. Yo eso yo lo vi muy mal de parte de quienes estaban en ese momento manejando esas cosas desde la iglesia. Además ellos ignoraban que yo a don Samuel lo conocí en la diócesis de San Cristóbal de las Casas cuando estaba en el primer año de filosofía.
Me mandan a la selva porque estaba en la parroquia de Ococinco e hice dos viajes a la selva, uno con una religiosa y otro con el superior del jefe de la misión. Dije el padre ‘me quedo porque me encantó’, entendí que era un trabajo por la promoción humana, un trabajo por la justicia, un trabajo retador de aprender el idioma, los padres hablaban el tzotzil para trabajar en esa misión.
¿Le toca a usted vivir el estallido zapatista en Chiapas?
No, pero estaban los dominicos y yo era miembro del Consejo de provincia, y en la provincia conocimos todo. Y luego fui nombrado en la Comisión Episcopal para ayudar a la pacificación de Chiapas.
Antes de llegar a Chiapas, yo ya conocía don Samuel. Conocí la selva y conocí la programación que tenían los dominicos y toda la diócesis de programación. Eso es algo que en mi vida me ayudó para todos, para todo.
Luego cuando llegué yo aquí, sacan de Chiapas, aquí yo dejé un proyecto pastoral que hasta hoy sigue, ese proyecto que yo dejé aquí es el que el Papa Francisco inició para toda la Iglesia. ‘Caminar juntos’ se llama ese proyecto.
Antes de pasar a su vida en Saltillo, quisiera preguntarle algo más personal. ¿Usted alguna vez se enamoró, don Raúl?
Claro que cuando era estudiante yo me enamoré, claro. Era muy buen estudiante, era guapa y la queríamos todos mucho, era buena compañera. Entonces yo le dije, yo dije yo me gustaría que fuéramos novios, ya estaba yo en el último año de la carrera, ella estaba en año anterior y me dijo ‘no, no me hables de eso.
Yo ahorita tengo a mi mamá enferma y para sacar la carrera y atender a mi mamá apenas me da el tiempo. Es que no pienso en noviazgo ahorita’. Dije yo, más adelante, pero más adelante ya cuando yo estaba ya de pasante, pues ya estaba yo mucho más comprometido en la parroquia universitaria y ya tenía muy adentro la posibilidad de irme de fraile. Pero claro que sí.
¿Cómo se llamaba? ¿Era de ahí de Ciudad de México?
Se llamaba Concepción y era de ahí de Ciudad de México.
¿Alguna vez puso en riesgo su vida por una causa?
Nada más y nada menos, don Samuel estaba amenazado de muerte y junto con Samuel estuve amenazado de muerte en Chiapas. La diócesis había evangelizado a los indígenas, los indígenas se liberaron de la esclavitud. Había esclavitud en Chiapas. Ya había pasado la revolución y allí no llegó la revolución, allí seguían los indígenas encerrados en las fincas y el dueño de la finca no los dejaba salir sin su permiso, eso sí me consta a mí.
Aquí en Saltillo, ¿hubo una causa que pusiera en riesgo su vida?
En un momento dado sí me tuve que enfrentar al ejército. Cerca del 2006. Yo tuve que enfrentar una situación de trabajo. Había obreros en las minas de carbón y los hacían bajar a las minas con riesgo. Me tocó el estallido de Pasta de Conchos.
Yo ahí denuncié la manera en que estaban trabajando y ahí el gobierno, el gobernador se puso del lado de las empresas. Además que no rescataron a los obreros, no los rescataron. Yo no era obispo allá, pero me llamaron y yo los defendí, eso no se podía hacer. Ahí tuve que vérselas con gente importante.
De este lado yo me metí con el ejército porque violaron a unas sexoservidoras que estaban atendiendo en la zona de tolerancia. Esos soldados estaban en Múzquiz, era una guarnición de caballería, los habían traído porque acababan de pasar las elecciones en las que se eligió a Felipe Calderón, estaban cuidando las boletas acá en Monclova.
En un momento dado se les ocurrió irse a la zona de tolerancia y se pusieron a tomar en un bar y empezaron a molestar a las mujeres. Entonces prácticamente los corrieron, iban de civiles. Regresaron en camionetas del ejército vestidos de soldados y empezaron a violar a las señoras, no era que las contrataran y les pagaran y empezaron a beberse todo lo que había en ese bar sin pagar nada.
Entonces a mí me dijeron los periodistas ‘oiga don Raúl tiene que ir allá, es una barbaridad lo que hicieron y es el ejército’. Entonces fui y me acompañó Jackie (Campbell), porque me acompaña con los medios de comunicación desde que llegué aquí. El Gobierno del Estado había mandado a una persona para que escuchara lo que había pasado.
Entonces estaba él allí cuando yo llegué y le mandé decir que si podía saludar a las señoras, si podía nomás saludarlas. Pues nada, que las señoras cuando supieron que era el obispo, mandaron a volar al representante del Estado, y ante mí empezaron a decirme todo lo que había pasado e iba aquí conmigo. Entonces yo hice una rueda de prensa y dije todo lo que habían hecho.
Ahí yo no fui el que pasó las cosas, fue Jackie. A Jackie le empezaron a llegar amenazas, entonces yo le dije a Jackie, ‘te vas porque estos sí te van a matar porque son del ejército, te vas’.
Entonces ya rápidamente hicimos todo, ella también buscó y encontramos beca para que pueda estudiar a la Universidad La Plata en Argentina y allá ella se fue a hacer una maestría de derechos humanos, pero la saqué de aquí porque la iban a matar, el ejército estaba, pero no se fueron contra mí, se fueron contra ella”.
$!Reconocimiento del Sistema Universitario Jesuita por su labor incansable en defensa de los derechos humanos.
¿Cómo era o cómo reaccionó entonces la comunidad cuando el obispo, que era la cabeza de la Iglesia en la ciudad, arropó a las sexoservidoras y posteriormante a la comunidad LGBTTIQ?
La gente entendió porque habían sido mujeres violadas. Yo no tuve ninguna reacción así negativa a la gente, pero sí con los hermanos gays. Sí tuve problemas. Incluso lo tuve en la Iglesia, y en la Iglesia me mandaron a que yo desbaratara ese grupo. Y esto desde Roma.
Eso yo se lo dije al Papa Francisco y me dijo ‘no te preocupes, yo atendía también allá en mi diócesis’.
Ya estaba formado el grupo y grupo hasta hoy sigue, en ese sentido yo nunca me sentí ni tuve que obedecer.
¿Por qué mantener algo así, don Raúl, si a final de cuentas desde Roma, como usted lo comenta, le daban la orden de deshacerlo, ¿Que lo motivaba a usted?
Por favor, soy un ser humano. Te digo que el Papa después siguió. Yo no creo que Juan Pablo se haya enterado de las cosas que hacía el prefecto de los obispos, que fue el que me regañó, no creo. Cuando yo llegué aquí había mucha influencia de los saltillenses auténticos de aquí, que son personas conservadoras.
Pero Saltillo ya se ha diversificado en su población, ya ha aumentado la población que viene de fuera, ya no es el Saltillo que yo conocí hace 25 años, hoy es una ciudad mucho más poblada por gente que no es los originarios de aquí, o por lo menos los que llevaban el control eran originarios de aquí. Yo tenía que ser prudente porque tampoco me iba a pelear con ellos, ni acostumbro a hacer eso.
Pero gracias a Dios el proyecto pastoral sí pudo caminar y yo dejé ese proyecto pastoral. Es el proyecto que Papa ahora puso para toda la Iglesia, que es caminar juntos. Yo no hablaba sinodalmente así, no hablaba de sínodo, pero eso es lo que significa una Iglesia sinodal, es una Iglesia en la que todos están participando para construirla.
$!Raúl Vera en audiencia con el Papa Juan Pablo II, durante una etapa marcada por coincidencias pastorales y también por controversias con sectores de la Iglesia.
¿Se arrepiente de algo en toda su vida?
Me confieso seguido (risas). Claro que muchas cosas me tengo que arrepentir, pero en el orden del trabajo y en el orden de estar abierto a lo que la Iglesia nos está pidiendo, no me arrepiento de nada. Yo lo que la Iglesia nos pidió, que era precisamente hacer una Iglesia verdaderamente nos juntara a todos de la mente del proyecto pastoral, porque yo luché desde que estaba en Ciudad Altamirano que hasta el día de hoy sigue.
Las decisiones que yo tomé para construir la Iglesia yo las tomé consciente de que estaba dentro del Concilio Vaticano II y la evolución que el Concilio había dado. De eso no me voy a arrepentir nunca. Ahora ya me confieso, sí me confieso tengo muchos defectos y claro que voy y le digo a Dios pues perdóname, porque eso es vigente en la Iglesia y además el Papa lo ha puesto para toda la Iglesia.
¿Qué le falta por hacer?
Muchísimas cosas. Tener arrepentimiento profundo de los errores que haya cometido en mi vida. Sigo trabajando en dos organismos de derechos humanos. Uno es el Centro Internacional Cristiano para América Latina y el Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas, también lo presido. Ya fundé un Centro de Derechos Humanos aquí y sigo presidiendo ese Centro. Las cosas que me piden y puedo hacer, practicar ejercicios a sacerdotes, con mucho gusto lo hago, cuando puedo. Soy fraile predicador, eso somos los dominicos. Por mi esencia de religioso, la predicación seguirá siendo mi fuerte.

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