A 3 meses, sin justicia crímenes en Cerocahui
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URIQUE, CHIH.- A tres meses del asesinato de los sacerdotes jesuitas Joaquín Mora y Javier Campos, un guía de turistas y un joven beisbolista en la región de Cerochaui, en el municipio de Urique, sigue sin ser capturado José Noriel Portillo Gil, alias “El Chueco”. Mientras, en la comunidad tarahumara crece el miedo de que ocurra algo similar o de que el caso quede en el olvido.
El sacerdote jesuita Javier Ávila, conocido como “El Pato Ávila”, explica que en la sierra de Chihuahua hay dos grupos de personas, los rarámuri o tarahumaras y los mestizos, a quienes de una forma similar impactó el crimen contra los sacerdotes más queridos de la región.
El prelado detalla que por el lado de los mestizos prevalece el miedo de que el crimen organizado pueda hacerles algo, mientras que en los rarámuri hay tristeza por haber perdido a dos de sus grandes aliados.
“Tres meses y ‘El Chueco’ sigue sin ser detenido. La gente sigue con temor y, sobre todo, con desconfianza hacia las autoridades porque no se ve que realmente estén funcionando como deberían de funcionar. Sigue la impunidad muy presente en este caso y muchos casos más en el estado y en el País”, comentó.
Por ello, añade, aunque las personas traten de retomar su día a día, el crimen no se olvida, ya que el padre Gallo y el padre Joaquín, como se les conocía en esa zona, eran fundamentales para la vida de sus habitantes.
VEN DIÁLOGO ENDEBLE
A 92 días del crimen, las reuniones con la comunidad de la Tarahumara, Jesuitas de México y el gobierno de Chihuahua para recuperar la paz en esa zona de la sierra continúan.
Sin embargo, hay incertidumbre de que el diálogo pueda desviarse, ya que, en opinión del sacerdote Javier Ávila, se está distrayendo.
“Hay el peligro de que nos vayamos nosotros o se vaya el diálogo por otro rumbo. Yo estoy insistiendo mucho en que no hay que distraernos de lo que nos convocó, que son los cuatro homicidios y el nivel de inseguridad que se vive en la Tarahumara”, expresa.
El sacerdote dijo que se teme que el gobierno se preocupe más “por resolver efectos y no causas; por traer programas, cosas, y no hacer hincapié” en que no queden impunes los homicidios.