A medida que aumentan las pérdidas en Gaza, los funerales dignos se vuelven otra víctima de los ataques

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/ 8 enero 2024

Han pasado 13 semanas desde que comenzó la guerra de Israel en Gaza tras el ataque de Hamás a Israel, que mató a unas 1200 personas, según funcionarios israelíes

Durante cuatro días, el cuerpo de Kareem Sabawi permaneció envuelto en una manta en un apartamento frío y vacío mientras su familia se refugiaba cerca. Murió a causa de un intenso bombardeo israelí cerca de la casa de su familia, según relataron su padre y su madre, y en los días siguientes era demasiado peligroso salir para enterrar a su hijo de 10 años.

Su familia pidió la asistencia de la Media Luna Roja Palestina. Pero eran los primeros días de la invasión terrestre de Israel en el norte de la Franja de Gaza y las fuerzas militares bloqueaban las calles con tanques y disparos, lo que impedía que los trabajadores de rescate pudieran llegar a recuperar los cuerpos de las personas muertas por los ataques aéreos israelíes. Cada día, el padre, Hazem Sabawi, sufría un doble tormento: llorar a su hijo y no poder brindarle la dignidad final de un entierro adecuado.

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“Después del cuarto día, pensé que ya era suficiente. O me entierran con él o no lo entierro en absoluto”, dijo, contando cómo puso a su hijo bajo un árbol de guayabas detrás del edificio de apartamentos de un vecino.

“Todo ser humano tiene derecho a un funeral”, dijo Sabawi.

Han pasado 13 semanas desde que comenzó la guerra de Israel en Gaza tras el ataque de Hamás a Israel, que mató a unas 1200 personas, según funcionarios israelíes. Desde entonces, quienes sobreviven en Gaza se han visto obligados a enterrar a sus muertos con premura y sin rituales funerarios para no correr el mismo destino que sus seres queridos.

Más de 22.000 palestinos han sido asesinados por Israel desde el 7 de octubre, según el Ministerio de Salud de Gaza. Los civiles están siendo asesinados a un ritmo sin precedentes en este siglo. Naciones Unidas asegura que el conflicto ha convertido a Gaza en un “cementerio para miles de niños”.

“La situación ha llegado al punto en que decimos: los afortunados son aquellos que tienen a alguien que los entierre cuando mueren”, dijo Mohammad Abu Moussa, radiólogo del Hospital Nasser en el sur de Gaza.

Según la tradición, los palestinos honran a sus muertos con procesiones fúnebres públicas y tiendas de campaña que se erigen en las calles por tres días para recibir a quienes quieran ofrecer sus condolencias. Pero la guerra ha hecho que tales tradiciones sean imposibles de mantener.

En vez de esto, los muertos se han enterrado en fosas comunes, patios de hospitales y jardines traseros, a menudo sin lápidas, con sus nombres garabateados en sudarios blancos o bolsas para cadáveres. Las oraciones fúnebres se hacen con rapidez (si es que se hacen) en los pasillos de los hospitales o fuera de las morgues.

Nebal Farsakh, portavoz de la Media Luna Roja Palestina, dijo que era frecuente que la violencia le imposibilitara a los rescatistas llegar a los lugares de los ataques o recuperar los cuerpos. Algunas familias han estado atrapadas dentro de sus casas durante días con los cadáveres de sus seres queridos, señaló.

Los funcionarios de salud de Gaza estiman que casi 7000 personas en Gaza están desaparecidas, se presume que la mayoría de ellas yace muerta bajo la enorme destrucción causada por la ofensiva israelí. En algunas casas, la gente ha pintado con aerosol los nombres de quienes se cree que están enterrados bajo los escombros.

Casi dos millones de civiles desplazados han realizado peligrosos viajes a pie hacia el sur de Gaza, pasando cerca de fuerzas israelíes con armas de fuego listas para dispararles. Algunos han descrito haber visto docenas de cuerpos a lo largo del camino, hinchados y en estado de descomposición, y le dijeron a The New York Times que los soldados israelíes no les permitían ni siquiera cubrir a los muertos, mucho menos enterrarlos.

El Ejército israelí dijo que había impedido que la gente se acercara a los cadáveres “por razones operativas” y también para determinar si alguno de los muertos podría ser parte de los rehenes israelíes secuestrados y llevados a Gaza por Hamás el 7 de octubre.

Para Sabawi, enterrar a Kareem era lo mínimo que podía hacer por un hijo al que sentía que no podía proteger.

Él y su esposa dijeron que a principios de noviembre, cuando su familia estaba preparando el almuerzo con la poca harina y raciones que tenían, inició un ataque aéreo israelí cerca de su casa. Sabawi salió disparado por los aires y, cuando cayó al suelo, la puerta de la cocina le cayó encima. Al levantarse, vio a Kareem sangrando profusamente por la cabeza.

Sabawi dijo que levantó a su hijo, a pesar de que tenía el brazo herido, y que la familia corrió al departamento de un vecino. Kareem todavía respiraba cuando su padre, presa del pánico, le administraba reanimación cardiopulmonar.

Pero ya era muy tarde.

Sabawi relató que los vecinos lo acogieron a él y a su familia, y trajeron una manta para envolver el cuerpo de Kareem. Esperó cuatro días, temiendo que un ataque aéreo o un soldado israelí los mataran si salían a enterrarlo. El quinto día, Sabawi y un vecino recitaron la proclamación de fe musulmana antes de abandonar el apartamento.

En el jardín, detrás del edificio, cavaron una tumba poco profunda, colocaron a Kareem en esta, lo cubrieron con tierra y regresaron corriendo al interior.

“Al día siguiente, volví a bajar para poner más tierra sobre la tumba”, dijo Sabawi. En el árbol, colgó una lápida improvisada y colocó un ladrillo en la parte superior. “Cada vez que había una oportunidad, bajaba a poner más tierra para que se convirtiera en una tumba adecuada”.

Su esposa, Suha Sabawi, de 32 años, dijo que sabía que no todos los padres en Gaza habían podido tener un cierre tan agridulce.

“Mucha gente me dijo: ‘Gracias a Dios pudiste enterrar a tu hijo’, porque mucha gente no puede enterrar a sus hijos”, mencionó.

Ahmed Alhattab, padre de cuatro hijos, contó que la noche del 7 de noviembre un cohete impactó su edificio de apartamentos en la ciudad de Gaza. En el interior se encontraban 32 familiares, 19 de ellos niños. Los medios de comunicación palestinos informaron del ataque en ese momento y dijeron que el número inicial de muertos era 10.

Alhattab y tres de sus hijos escaparon de los escombros, pero uno tenía una fractura de cráneo y sangraba. Alhattab entregó a sus dos hijos ilesos, de 5 y 9 años, a los vecinos y cargó a su hijo herido de 7 años, Yahya, hasta que pudo encontrar una ambulancia que lo llevó a un hospital.

Alhattab contó que permaneció en el hospital tres días, mientras operaban a su hijo. El hospital estaba al borde del colapso por los ataques aéreos y enfrentamientos en las cercanías.

Le dijeron que era poco probable que su hijo sobreviviera.

Mientras sus familiares se preparaban para huir, Alhattab tomó la desgarradora decisión de dejar atrás a Yahya para llevarse a sus otros hijos al sur, donde esperaba que estuvieran más seguros.

Cuatro días después, un amigo le dijo que su hijo había muerto en el hospital, donde fue enterrado junto con otros pacientes que fallecieron.

“El entierro fue temporal”, dijo Alhattab, “y no sé qué pasó con su cuerpo”.

Los trabajadores médicos dijeron al Times que en ocasiones han tenido que cavar tumbas en los patios de los hospitales. Cuando los militares israelíes obligaron a los miembros del personal a evacuar, tuvieron que dejar muchos cuerpos abandonados.

Ahora, en el sur de Gaza, Alhattab dice que quiere regresar a casa para recuperar los cuerpos de su familia.

“Cuando enterramos a los muertos, los honramos”, dijo. “Y eso calma un poco el corazón. Sabes dónde están enterrados”.

c.2024 The New York Times Company

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