A propósito del lado oscuro del Gobierno de EU, ¿qué es el proyecto MK Ultra de la CIA?

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/ 20 abril 2023

Ya que hace 45 años, la CIA fue obligada a publicar documentos en los que se confirmaban las sospechas de que habían financiado experimentos de control mental

Unas de las teorías de conspiración más famosas sobre el gobierno de los Estados Unidos, en específico la Agencia Central de Inteligencia (CIA) es el programa conocido como MK-Ultra, que realmente más que una teoría es una oscura realidad.

Ya que hace 45 años, la CIA fue obligada a publicar documentos en los que se confirmaban las sospechas de que habían financiado experimentos de control mental, utilizando descargas eléctricas, drogas alucinógenas y otras terribles técnicas.

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Este siniestro programa inició a principios de la década de 1950, con la Guerra Fría.

Cuando algunos prisioneros de guerra liberados en Corea regresaron a casa defendiendo la causa comunista, por lo que la CIA se alarmó.

Aterrorizada de que los soviéticos y los chinos hubieran desarrollado técnicas de control mental, y de que sus agentes o los prisioneros de guerra pudieran revelar información, la recién formada CIA asignó 25 millones de dólares para experimentos psiquiátricos en seres humanos.

La idea era tratar de descubrir cómo interrogar a las personas y debilitarlas, y también cómo proteger a su personal de esas técnicas”, explicó el psiquiatra Harvey M. Weinstein, autor de “Padre, hijo y la CIA”.

La agencia utilizó organizaciones como fachada para acercarse a más de 80 instituciones y científicos en EE.UU., Reino Unido y Canadá.

“Fue el programa más secreto jamás conducido por la CIA en EE.UU.”, declaró el autor e historiador Tom Oneill.

Los proyectos iniciales de MK-Ultra incluyeron la Operación Midnight Climax.

“Establecieron lo que llamaban casas de seguridad, donde prostitutas llevaban hombres a los que, sin advertirles, les daban LSD para que los científicos de la CIA pudieran estudiarlos, generalmente detrás de un espejo bidireccional”.

Otra práctica común era organizar y observar fiestas inducidas por LSD con música en vivo.

Esas fiestas se llamaban “pruebas de ácido” y la cultura que surgió de ellas jugó un papel clave en el desarrollo de los movimientos hippies y psicodélicos unos años más tarde.

Pero algunos de los experimentos más nocivos ocurrieron en el Allan Memorial Institute en Montreal, un hospital psiquiátrico de Canadá, donde las mentes de un número aún desconocido de pacientes fueron sistemáticamente destruidas.

El hospital, conocido como “el Allan”, estaba bajo la dirección del escocés-estadounidense Donald Ewen Cameron, quien era considerado como uno de los psiquiatras más eminentes del mundo.

Es por eso que Lou, el padre del psiquiatra Harvey Weinstein, quiso que fuera él quien lo tratara cuando comenzó a sufrir ataques de pánico.

“Pasaron cosas terribles, y hasta que salieron a la luz los documentos del MK-Ultra, nunca había podido entender la transformación que sufrió”.

Lou era un hombre sociable a quien le encantaba cantar y dirigía un negocio.

Emergió del Allan como una sombra; su vida y su familia destruidas.

No fue el único... fueron cientos.

“Tenía problemas con mis padres -recuerda Lana Ponting-, y decidieron internarme en el Allan. No tenían idea de lo que pasaba allí.

“Yo tenía 16 años”.

“Cuando mi familia volvió a recogerme, parecía un zombi. Ni siquiera sabía quiénes eran”.

La enfermera Esther Schrier fue ingresada al Allan embarazada, pues sentía pánico de perder su bebé tras la muerte de un hijo. Su tratamiento terminó solo cuando estaba a un mes de dar a luz.

Años más tarde, recordó en una entrevista de la BBC de Escocia, cuán perdida salió.

“Tenía un nuevo bebé y no sabía qué hacer con él. Una niñera me ayudaba, pero, para que te des una idea, esto es un pequeño ejemplo de lo que me escribió en un cuaderno antes de tomarse un día libre: ‘Cuando escuches llorar al bebé, ve a la habitación. Recoge al bebé’... y explica paso a paso cómo alimentarlo.

“Fue muy aterrador”.

La CIA se había acercado a Cameron tres años después de lanzar MK-Ultra, a través de la Sociedad para la Investigación de la Ecología Humana, una de sus organizaciones fachada a través de la cual canalizaban dinero.

Lo alentó a solicitar una subvención, y, desde enero de 1957 hasta septiembre de 1960, la agencia le entregó al psiquiatra US$60.000 dólares, equivalente a unos US$600.000 en la actualidad.

Cameron era un destacado defensor de un nuevo enfoque científico del cerebro, según el cual la mente era como una computadora, que se podía reprogramar, borrando memorias y reconstruyendo la psique por completo.

Para ello, había que reducir a los pacientes a un estado psicológico infantil en el que los médicos podían aprovechar la vulnerabilidad cognitiva de la persona.

Al empezar de cero, se podía reestructurar la mente y plantar ideas en la memoria de un individuo sin que este se diera cuenta de que no eran originales.

A los pacientes que llegaban al instituto por problemas menores, como trastornos de ansiedad o depresión posparto, los ingresaban al “dormitorio”, donde se les inducía un coma químico durante días o meses.

Luego, eran “desestructurados” mediante terapia electroconvulsiva de una potencia y frecuencia más alta que jamás antes, para reducirlos a un “estado vegetal, del cual se recuperarían a un estado mental más saludable”, según la teoría de Cameron.

ras la revelación, “hubo audiencias en el Congreso en EE.UU. a mediados de los años 70, y la CIA finalmente admitió que este programa existía, que probablemente no era lo correcto, pero fingieron inocencia”, cuenta Oneill.

No obstante, afirma el historiador, “la CIA sabía que estaba rompiendo todas las leyes morales, éticas y legales al hacer estos experimentos”.

A pesar de un interés marginal en el tema en la cultura popular, la mayoría de los sobrevivientes sufrieron en silencio, llevándose su trauma a la tumba.

Pero con los documentos liberados, otras víctimas que de los experimentos o de las secuelas en sus seres cercanos, como Harvey, pudieron reconstruir lo acontecido.

“Me presentaron al doctor Cameron y no lo recuerdo en absoluto”, contó Linda McDonald, quien fue internada cuando tenía 26 años y sufría de depresión.

“Me diagnosticaron esquizofrenia. Lo descubrí leyendo mi archivo 20 años después. Y me dieron todos esos tratamientos de choque electroconvulsivo y megadosis de drogas y LSD y todo eso.

“No tengo memoria de nada de eso: ni del tiempo en el Allan, ni nada de mi vida anterior a eso: todo se fue”.

Ahora, algunos sobrevivientes que no han recibido ninguna disculpa formal o compensación, presentaron una demanda colectiva contra las instituciones que consideran responsables.

“Todos estaban detrás de eso. Sabían lo que estaban haciendo. Y lo hacían por razones militares y políticas”, denuncia Sowchuk.

“Sigo tomando medicamentos por lo que me sucedió cuando tenía 16 años”, dice Ponting. “Quiero que todos sepan lo que pasó en ese horrible, horrible hospital”.

Si bien los historiadores y sobrevivientes han expuesto lo que se sabe de lo sucedido al mundo, aún se desconoce mucho sobre su alcance y su impacto más amplio.

Dada la naturaleza altamente sensible de la actividad del programa, es probable que ese siga siendo el caso en los próximos años.

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