Cómo la ‘libertad sanitaria’ se convirtió en una consigna exitosa

La organización Stand for Health Freedom impulsa el movimiento que cuestiona mandatos sanitarios como la vacunación obligatoria, generando debates sobre salud pública, libertades individuales y el rol del gobierno

Internacional
/ 3 enero 2025
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POR: Kate Morgan

La pequeña organización de Leah Wilson llevaba menos de un año en operaciones cuando se dio cuenta de que estaba marcando una diferencia. Era principios de 2020, poco antes de los confinamientos por COVID, y cientos de manifestantes se habían reunido para protestar frente a la Cámara de Representantes del estado en Trenton, Nueva Jersey. Llevaban pancartas con lemas como “Mi hijo, mi decisión” y “No toquen a nuestros hijos”, que instaban a los políticos a votar en contra de un proyecto de ley que pondría fin a las exenciones religiosas para la vacunación obligatoria en las escuelas.

Wilson, de 38 años, no estaba allí. Estaba a unos 1126 kilómetros de distancia, en Indiana, su estado natal. Pero más de 80.000 personas habían utilizado su plataforma en línea para enviar mensajes directamente a los legisladores. Al final, la medida no se aprobó por un solo voto.

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Fue un resultado que “nadie creía posible”, relató Wilson, pero su bando había ganado.

En los años posteriores, la organización de Wilson, Stand for Health Freedom, se ha convertido en parte de un impulso popular. El suyo es apenas uno de los muchos grupos dedicados a la causa de la “libertad médica”, un término que engloba ideas que a menudo son completamente opuestas al consenso científico y a las prácticas médicas establecidas. El movimiento ha atraído a personas de diversas convicciones políticas, y Wilson considera que su propia organización es “transpartidista”, aunque la mayoría de los candidatos que apoya son republicanos. Según Wilson, los seguidores del movimiento se han unido en torno a una idea: “El gobierno tiene ciertas funciones, y decirnos cómo cuidar nuestros cuerpos no es una de ellas”.

El movimiento por la libertad médica representa a personas con posturas muy diversas. Muchos quieren reducir la vigilancia de la Administración de Alimentos y Medicamentos y que Estados Unidos abandone la Organización Mundial de la Salud. Suelen resistirse a medidas de salud pública cuya eficacia está comprobada, como los mandatos de uso de cubrebocas y la fluoración del agua, y apoyan el acceso a la leche no pasteurizada, a pesar de los riesgos sanitarios que conlleva. (En la cuestión del aborto, Wilson se opone al derecho al aborto, pero dijo que prefería que su grupo evitara ese “tema político tan polémico”).

Tal vez más que cualquier otra cosa, la “libertad médica” ha llegado a servir como un grito de guerra para las personas que no solo se oponen a los mandatos de vacunación, sino que también los consideran antiestadounidenses. Wilson indicó que ella y su organización se esforzaban por ser “protectores de la libertad”. En última instancia, su labor de defensa, afirmó, consiste en hacerse una pregunta: “¿De verdad creemos que vale la pena defender el experimento estadounidense de libertad? Yo sí lo creo”.

Desde la pandemia, este movimiento ha cobrado impulso. El sentimiento antisistema estalló como resultado de los confinamientos y edictos relacionados con la COVID-19. Grupos de defensa de la libertad médica en lugares como Texas y Misisipi ganaron influencia y obtuvieron victorias, incluso en torno a la cuestión de las exenciones religiosas para los mandatos de vacunación.

La oleada de interés también animó al pequeño grupo de Wilson. Aunque apenas cuenta con dos empleados a tiempo completo y un presupuesto anual de unos 400 mil dólares, la organización utiliza el internet para ejercer una enorme influencia. Según el informe más reciente de la organización, ha realizado 520 llamados a la acción y ha obtenido 72 “victorias legislativas”, en las que el voto favoreció a su causa. Más de 700 mil personas han enviado cerca de 6 millones de misivas a legisladores a través de la plataforma.

Este ímpetu ha provocado preocupación y enfado entre muchos profesionales de la medicina. Paul Offit, director del Centro de Educación sobre Vacunas del Hospital Infantil de Filadelfia, considera que el creciente movimiento por la libertad médica es una amenaza acuciante para la salud pública, pues desprecia de manera egoísta la vida de los demás.

“No es solo tu cuerpo. ¿Acaso es tu derecho contraer y transmitir enfermedades contagiosas?”, preguntó Offit. “Creo que la respuesta a esa pregunta es un rotundo no. Eres un miembro de la sociedad. Actúa como tal”.

Parte de un movimiento más amplio

Stand for Health Freedom es una organización joven, pero el movimiento más amplio “se remonta a las raíces mismas de Estados Unidos”, declaró Lewis Grossman, profesor de la facultad de Derecho de la American University que ha estudiado la historia del libertarismo.

“Siempre ha habido una parte importante de la población estadounidense que practica estos valores”, señaló Grossman. Ya en 1902, organizaciones como la Liga Estadounidense por la Libertad Médica presionaban para que no se impusieran vacunas obligatorias. En la década de 1950, la Sociedad John Birch y la Federación Nacional de la Salud se sumaron a la causa. En 1975, un grupo que se oponía a la fluoración del agua en el condado de Rockland, Nueva York, se autodenominó Ciudadanos por la Libertad Sanitaria.

Pero, en general, estos grupos y otros similares estaban fuera de la cultura dominante. Sin embargo, a partir de la década de 1960, la confianza de los estadounidenses en las instituciones empezó a decaer. Y a medida que las vacunas conseguían eliminar la poliomielitis y el sarampión (así como reducir enormemente las tasas de tos ferina y otras infecciones), los beneficios percibidos de la inmunización también empezaron a desaparecer de la mente de algunas personas.

“No es solo que hayamos eliminado en gran medida el sarampión en Estados Unidos”, dijo Offit. “Sino que eliminamos el recuerdo del sarampión”.

Entonces, se desató la pandemia de COVID-19 y todo cerró en las ciudades. Las autoridades de salud pública también se equivocaron en sus primeras comunicaciones, al presentar las vacunas como un “milagro” que proporcionaría inmunidad permanente, según Michael Osterholm, director del Centro de Investigación y Políticas de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minnesota.

“Realmente perdimos credibilidad, porque eso no es lo que ocurrió”, reconoció Osterholm.

De repente, la libertad médica se convirtió en una cuestión importante para muchos más estadounidenses, y la resistencia a las restricciones pandémicas se convirtió en su principio unificador. Melanie Dragone, de 48 años, que vive en el condado de Passaic, Nueva Jersey, y dirige un grupo que se opone a los requisitos de vacunación, comentó que la pandemia “hizo crecer a nuestra comunidad de manera exponencial”.

Gran parte de ese crecimiento se produjo en línea, a medida que la gente perdió la fe en las instituciones médicas tradicionales y buscó pensadores afines, explicó Osterholm. Nuevos simpatizantes acudieron en masa a la organización de Wilson, que asumió todo tipo de causas. Se opuso a la construcción de nuevas torres de telefonía móvil de Verizon en zonas rurales de Nevada, alegando “posibles” daños por radiación. (Gayle Woloschak, decana asociada y profesora de radiología de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, afirmó que “no existe ningún riesgo”). Apoyó la propuesta de ley federal conocida como PRIME, que permitiría a algunos ganaderos locales vender carne no inspeccionada por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos. (La organización de Wilson afirmó que el proyecto de ley “protegería nuestra carne de las grandes farmacéuticas”; una coalición de seguridad alimentaria aseguró que la medida “pondría en riesgo normas de seguridad alimentaria establecidas desde hace mucho tiempo”).

Pero al igual que las actividades de muchas organizaciones del movimiento por la libertad médica, gran parte de la labor de defensa de Stand for Health Freedom giró en torno a la eliminación o el bloqueo de las restricciones relacionadas con las vacunas. Entre los objetivos de la plataforma se encontraban un proyecto de ley pendiente en Georgia que impediría a los hospitales negar trasplantes de órganos a personas no vacunadas y una ley de Kentucky, promulgada el pasado mes de abril, que exige que cualquier producto u otro alimento diseñado para contener “material vacunal” sea etiquetado como medicamento. (Actualmente, no hay productos de este tipo en el mercado, aunque los científicos están experimentando con lechugas y espinacas cargadas de material vacunal en un estudio en curso en la Universidad de California, campus Riverside).

A medida que crecía, la organización de Wilson fue ganando el apoyo de un grupo de simpatizantes de contextos políticos diversos. Aproximadamente el 40 por ciento de las personas que han emprendido acciones en la plataforma son demócratas, afirmó. Para Wilson, esto es una prueba de que “hay mucha gente a la que le importa tener la decisión definitiva sobre la salud de sus hijos”, sostuvo.

Offit advirtió que en Estados Unidos ya se estaban sintiendo “los efectos de la libertad médica”. En los últimos años, ha aumentado la oposición a los requisitos de vacunación para estudiantes y niños, y han descendido las tasas de vacunación entre niños de edad preescolar, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.

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Según Offit, esta tendencia pone al país rumbo a perder la inmunidad colectiva frente a las enfermedades infantiles, si es que no la ha perdido ya. Las tasas de tos ferina están aumentando. Una cepa del virus de la polio sigue presente en el medioambiente y podría empezar a infectar a más personas. Se han producido brotes de sarampión en decenas de estados, y Offit teme que la situación empeore.

Queda por ver si estos acontecimientos podrían cambiar la tendencia en contra de la libertad médica.

“¿Cuántos niños tienen que morir para llamar su atención? No lo sé”, concluyó Offit. “Supongo que lo vamos a averiguar”. c.2024 The New York Times Company

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