De papas a Tesla: los exportadores buscan dar forma a los aranceles de Trump

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Antes de la próxima gran medida comercial del presidente Donald Trump, su gobierno invitó a las empresas a opinar sobre las barreras económicas a las que se enfrentaban en el extranjero
Por Ana Swanson
Los fabricantes de una amplia gama de productos estadounidenses están sopesando los riesgos, y los posibles beneficios, de los aranceles generalizados que el presidente ha prometido el 2 de abril.
Antes de la próxima gran medida comercial del presidente Donald Trump, su gobierno invitó a las empresas a opinar sobre las barreras económicas a las que se enfrentaban en el extranjero.
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La lista de quejas era tan extensa como específica. En cientos de cartas enviadas al gobierno en las últimas semanas, los productores de uranio, camarones, camisetas y acero destacaron el trato comercial injusto al que se enfrentaban, con la esperanza de inclinar a su favor la agenda comercial del presidente. Las quejas iban desde los elevados aranceles de Brasil sobre el etanol y los alimentos para animales de compañía, a los altos gravámenes de India sobre las almendras y las nueces, pasando por las barreras que Japón impone desde hace tiempo a las papas estadounidenses.
Trump ha prometido remodelar el sistema de comercio mundial el 2 de abril, cuando tiene previsto imponer lo que denomina “aranceles recíprocos”, que igualarán los gravámenes y otras políticas que los países imponen a las exportaciones estadounidenses. El presidente lo ha llamado como el “día de la liberación”, argumentando que pondrá fin a años en los que otros países “nos han estafado”.
El lunes, Trump pareció sugerir una posible suavización de los aranceles, diciendo: “Es posible que le conceda exenciones a muchos países”. Y añadió: “Es recíproco, pero puede que seamos incluso más amables que eso”.
“Nos han cobrado tanto que me da vergüenza cobrarles lo que nos han cobrado”, dijo en un acto en la Casa Blanca. “Pero será sustancial”.
Trump también dio a entender que la Casa Blanca podría quitar los aranceles sobre los automóviles fabricados en el extranjero antes del 2 de abril, bromeando con que un anuncio podría llegar “bastante pronto, en los próximos días probablemente”.
Muchos detalles del plan de aranceles recíprocos de Trump siguen sin estar claros, pero funcionarios gubernamentales han indicado que probablemente añadiría una tasa adicional a la mayoría o a todos los productos importados de países específicos.
No está claro cuántos países se verán afectados, pero los funcionarios de Trump han mencionado a los “15 sucios”, una referencia a un grupo de países que aplican aranceles a los productos estadounidenses y tienen superávit comercial con Estados Unidos, entre los que presumiblemente se encuentra la mayoría de los mayores socios comerciales del país.
El plan de aranceles recíprocos ha creado un cálculo complicado para muchas empresas, que desean que se eliminen las barreras comerciales, pero temen acabar en el centro de una guerra comercial que podría empeorar su situación. Eso se debe a que el enfoque de Trump, que es muy arriesgado, podría generar esfuerzos por parte de otros países para llegar a acuerdos con Estados Unidos y reducir sus propios aranceles, o podría invitar a represalias que acaben cerrando los mercados extranjeros a los productos estadounidenses.
Algunas empresas estadounidenses ven una oportunidad en la agenda de Trump. Muchas de las cartas que las empresas enviaron a la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos en las últimas semanas pedían a los funcionarios que lucharan por reducir las barreras comerciales en su nombre, destacando los elevados gravámenes, las onerosas inspecciones u otras complicaciones a las que se enfrentan los exportadores estadounidenses en los mercados extranjeros.
Pero otros parecen vacilar a la hora de ponerse en el punto de mira del presidente. Algunos representantes de la industria afirman en privado que las empresas se han puesto nerviosas ante la posibilidad de que levantar la mano para pedir ayuda pudiera situarlas en el centro de las próximas disputas comerciales, perturbando los mercados de exportación de los que dependen y convirtiéndolas potencialmente en objetivo de represalias.
Públicamente, muchos de los mayores exportadores estadounidenses —como los grupos comerciales que representan a los exportadores de carne de cerdo, soya y aceite— matizaron sus declaraciones con palabras de advertencia sobre el daño que podría causar la perturbación de los mercados de exportación. Los principales grupos empresariales también siguieron instando al gobierno a reducir las barreras comerciales en lugar de aumentarlas, y a centrarse en la firma de nuevos acuerdos comerciales que abrieran los mercados extranjeros.
“El trabajo del gobierno en materia de reciprocidad debe dar lugar a la eliminación, no a la creación, de barreras al comercio”, dijo en su carta al representante comercial la Asociación de Tecnología de Consumo, que representa a las empresas tecnológicas. El grupo dijo estar “profundamente preocupado” por el hecho de que las amenazas arancelarias contra Europa “aumenten las barreras mundiales al comercio y desmantelen el sistema mundial de comercio”.
Otros grupos parecían ser conscientes de que la información que estaban entregando al gobierno de Trump podría convertirse en munición en una guerra comercial en la que ellos podrían ser bajas. La Cámara de Comercio de Estados Unidos dijo que la información que estaba presentando sobre las barreras comerciales “no pretendía justificar la aplicación de aranceles de base amplia, sino que debería ayudar a los negociadores estadounidenses a centrarse en cuestiones específicas de importancia para las empresas estadounidenses de todos los tamaños”.
Queda por ver si estas presentaciones tendrán mucha influencia sobre Trump, quien tiene un historial de basar la política comercial en sus impulsos e intuiciones. Pero la cantidad y variedad de las respuestas muestran el enorme reto que supone para el gobierno de Trump tratar de averiguar cómo poner su propia impronta en el sistema de comercio mundial con solo unas semanas de preparación. E insinúa la controversia que puede esperar al gobierno una vez que revele finalmente los detalles de una política comercial aún por definir.
Trump ha sugerido que sus próximos aranceles podrían ser amplios e influyentes. Pero, por ahora, incluso la cuestión básica de si los esfuerzos gubernamentales se traducirán en mayores o menores barreras al comercio sigue sin respuesta.
El presidente ha dicho que su principio rector es la reciprocidad. Si otros países imponen a Estados Unidos aranceles elevados o instalan otras barreras económicas, Estados Unidos imitará ese trato a sus exportaciones, dijo. Trump ha mencionado a menudo los elevados aranceles de India sobre las motocicletas, los aranceles de Europa sobre los automóviles y su impuesto sobre el valor añadido, y las protecciones de Canadá para su mercado lácteo.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, dijo la semana pasada que el gobierno tenía previsto establecer un número de aranceles para cada país que impondría el 2 de abril. Ese número representaría los gravámenes que los gobiernos extranjeros impusieran a los productos estadounidenses junto con otras barreras, como los impuestos.
Bessent dijo que algunos países podrían negociar acuerdos previos y no enfrentarse a aranceles adicionales. Funcionarios de Reino Unido, India, México, la Unión Europea y otros países han estado luchando por este resultado, aunque algunos también están elaborando listas de aranceles de represalia si Trump sigue adelante.
También sigue siendo incierto qué quiere exactamente el presidente que se consiga con los aranceles recíprocos. El gobierno de Trump ha citado una letanía de razones para sus aranceles, entre ellas hacer el comercio más justo para los exportadores estadounidenses, eliminar los déficits comerciales con otros países y generar más ingresos arancelarios para financiar sus recortes fiscales.
Con estos objetivos aún poco claros, algunas empresas están intentando dar forma a la agenda. Muchas de las propuestas presentadas al representante comercial señalaban a China como principal amenaza, y las empresas destacaban el riesgo que las importaciones chinas baratas suponen para diversas industrias estadounidenses.
Los fabricantes de banderas y jacuzzis estadounidenses se quejaron de que la competencia de China amenazaba con dejarlos fuera del negocio. Los cultivadores estadounidenses de árboles de Navidad argumentaron que los aranceles sobre los árboles de Navidad artificiales procedentes de China ayudarían a las explotaciones estadounidenses de árboles. La industria avícola criticó las barreras chinas a la venta de partes de pollo estadounidenses, incluidas las patas y las puntas de las alas.
Pero también se mencionaron muchos otros países. Los productores de bagre y ciruelas pasas se quejaron de las barreras comerciales de Vietnam. Los cultivadores de maíz citaron la reciente prohibición del maíz modificado genéticamente en México. JM Smucker denunció los aranceles europeos a la mermelada y la jalea, mientras que Chobani criticó las barreras de Canadá a las importaciones de yogur.
Casi dos decenas de misivas se centraron en la grave situación de la industria camaronera estadounidense. La Asociación Camaronera de Luisiana pidió una cuota u otros límites a las importaciones de camarones, afirmando que los productos extranjeros habían deprimido tanto los precios que los camaroneros ni siquiera podían encender sus barcos.
“El volumen de camarones baratos y posiblemente contaminados ha sumido a la industria camaronera nacional en una espiral descendente”, escribió en una carta George Barisich, camaronero de 69 años de Luisiana. “El año pasado, recibí por mis camarones un tercio del precio que obtenía en la década de 1980”.
Algunos pidieron que el gobierno estadounidense distinguiera entre las distintas partes del mundo. Los fabricantes de productos médicos abogaron por la protección frente a China, pero advirtieron del peligro de impactar a los aliados más cercanos de Estados Unidos, afirmando que eso podría tener consecuencias negativas no deseadas.
El fabricante de herramientas Stanley Black & Decker dijo que había trabajado para reducir sus importaciones de China a alrededor del 15 por ciento en 2025 —desde alrededor del 40 por ciento en 2018— y que no debería ser penalizado por trasladar sus cadenas de suministro a México.
“Las empresas como la nuestra que hacen lo correcto y abandonan China deben ser reconocidas”, dijo la empresa.
Muchos grupos industriales también enviaron cartas argumentando en contra de los aranceles sobre productos que no se fabrican en Estados Unidos, afirmando que los impuestos a la importación de especias, café y adornos navideños simplemente elevarían los precios para los consumidores estadounidenses.
Las principales industrias exportadoras de Estados Unidos, como la del maíz, el cerdo, el aceite y la soya, destacaron algunas barreras globales, pero también instaron al gobierno de Trump a no dañar los mercados de exportación de los que dependen sus ventas.
Tyson Foods dijo que negociar nuevos acuerdos comerciales era importante para evitar quedarse rezagado respecto a otros países, mientras que la Federación Nacional de Productores de Leche dijo que los exportadores de productos lácteos estaban operando en desventaja respecto a sus competidores extranjeros porque Estados Unidos no había seguido el ritmo de la Unión Europea y Nueva Zelanda en la firma de nuevos acuerdos comerciales.
Los expedientes también contenían un recordatorio de que el legado de las guerras comerciales puede ser duradero. Algunas de las barreras de las que se quejaron las empresas —como el elevado arancel chino sobre los arándanos o el europeo sobre la mantequilla de maní— fueron el resultado de las guerras comerciales del primer mandato de Trump, en las que los países tomaron represalias contra los aranceles que él les había impuesto.
Incluso Tesla, cuyo director ejecutivo, Elon Musk, está ayudando a impulsar gran parte de la estrategia del presidente, advirtió sobre los efectos negativos que los aranceles y las represalias podrían tener en su negocio. La empresa señaló que las anteriores acciones comerciales de Estados Unidos habían provocado un aumento de los gravámenes sobre los vehículos eléctricos estadounidenses.
“Los exportadores estadounidenses están intrínsecamente expuestos a impactos desproporcionados cuando otros países responden a las acciones comerciales estadounidenses”, dijo Tesla.
Harley-Davidson, el fabricante de motocicletas que Trump ha citado con frecuencia al hablar de reciprocidad, dijo que ahora se enfrenta a un arancel de represalia del 25 por ciento que Canadá impuso este mes en respuesta a los gravámenes estadounidenses. También advirtió sobre un arancel europeo del 50 por ciento sobre las motocicletas que había sido suspendido pero que podría volver a entrar en vigor.
“Harley-Davidson se ha convertido en un objetivo político”, dijo la empresa. “Esta utilización de nuestra marca en guerras comerciales no relacionadas con nuestro sector es inaceptable”.
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