Días después del cierre de la frontera sur estadounidense: menos personas, pero más ansiedad
COMPARTIR
Los refugios a lo largo de la frontera sur estadounidense estaban más tranquilos el viernes y el sábado en comparación con meses anteriores, pero muchos que esperaban cruzar a Estados Unidos se sentían desamparados y temerosos
REYNOSA- En una mañana calurosa y húmeda en la ciudad fronteriza mexicana de Reynosa, a menos de dos kilómetros del río Bravo, una pregunta parecía persistir en las mentes de cientos de personas que habían llegado el sábado a un refugio para migrantes.
¿CUÁNDO PODRÍAN CRUZAR A ESTADOS UNIDOS?
TE PUEDE INTERESAR: Biden ordena permitir el cierre temporal de la frontera a los migrantes
La respuesta seguía siendo esquiva. Al menos 1100 hombres, mujeres y niños, la mayoría de ellos procedentes de Centroamérica y Venezuela, habían llegado a Senda de Vida, un extenso centro de acogida formado por tiendas de campaña improvisadas y habitaciones provisionales de madera, con la esperanza de llegar a Estados Unidos. En lugar de ello, muchos se sintieron atrapados en el limbo después de que el presidente Joe Biden firmara una orden ejecutiva que impide a los migrantes solicitar asilo a lo largo de los más de 3,000 kilómetros de frontera entre EE. UU. y México cuando aumentan los cruces.
La orden cerró la frontera de EE. UU. a casi todos los solicitantes de asilo a partir de las 12:01 a. m. del miércoles.
El efecto total de la nueva norma era difícil de evaluar tres días después del anuncio de Biden, pero, a partir del sábado, el número de migrantes que se aglomeraban en la frontera mostró signos de estabilización, al menos por ahora, en comparación con años anteriores, ya que muchos migrantes parecían estar haciendo caso a la advertencia de que serían rechazados, dijo Héctor Silva de Luna, un pastor que dirige el refugio.
Durante el punto álgido de la crisis migratoria, él acogió a más de 7,000 personas. Muchos parecen esperar ahora en México, en ciudades como Monterrey y Ciudad de México, a ver qué pasa. Pero los migrantes en la frontera, como los del albergue de Silva de Luna, son “los que van a pagar el precio”, dijo, porque están siendo rechazados.
Para ellos, ver la frontera cerrada les produjo aún más ansiedad. Reison Daniel Peñuela, venezolano de 29 años, se sintió abatido al saber que su esposa y sus siete hijos dependían de él para llegar a Estados Unidos. El sábado por la mañana, bajó la mirada mientras los niños se perseguían unos a otros y las mujeres preparaban la comida en una estufa rudimentaria. Antes de que la nueva ley entrara en vigor, tres de sus amigos pudieron cruzar la frontera y ahora están en Denver.
“Siento que estoy atrapado aquí”, dijo Peñuela. “Ahora no sé cuándo podré cruzar a Estados Unidos. No puedo regresar con las manos vacías ahora”.
TE PUEDE INTERESAR: EU estudia una propuesta de protección a cónyuges indocumentados de ciudadanos
Durante años, muchos migrantes se entregaban en un puerto de entrada o buscaban a un agente de la Patrulla Fronteriza después de cruzar el río Grande, y luego pedían asilo. A continuación, eran procesados y liberados en Estados Unidos a la espera de una audiencia judicial, un proceso que podría durar años.
El número de migrantes que llegan a la frontera alcanzó picos históricos en los últimos años, hasta 10,000 en un solo día el pasado diciembre. Más recientemente, esas cifras han rondado los 3,000. Siguiendo el ejemplo de la estricta política de inmigración de Donald Trump, Biden parece estar tratando de tomar medidas drásticas contra una de las principales preocupaciones de los votantes de ambos partidos y, cada vez más, de los latinos de la frontera, un electorado antaño fiable, que están preocupados por los cruces no autorizados.
La orden ejecutiva no aborda la cuestión de los migrantes que eluden a las autoridades fronterizas y no solicitan asilo.
No todos los huéspedes del refugio de Reynosa, México, junto a McAllen, se sentían desamparados. Nuvia Baires, salvadoreña de 34 años, saltó de alegría el sábado cuando, tras siete meses intentándolo, supo que le habían concedido una entrevista de asilo a través de CBP One, una aplicación móvil que los migrantes deben utilizar antes de entrar en Estados Unidos para conseguir una cita con las autoridades federales y presentar una solicitud de asilo. La orden ejecutiva de Biden no se aplica a quienes cruzan la frontera legalmente utilizando la aplicación.
“Dios respondió mis oraciones”, dijo Baires a otra migrante, Nicole López, de 20 años, de Honduras. “Tenía miedo de quedarme aquí para siempre con esa nueva orden”.
Otros a su alrededor la felicitaron pero lamentaron que tuvieran pocas opciones.
“Esta nueva norma es una mala noticia, una mala noticia para gente como nosotros que dejamos todo para llegar a la frontera”, dijo Cintia Patricia Medina, de 40 años, quien salió de Honduras con su esposo y sus cuatro hijas. Limpiaron una modesta habitación de madera en un día sofocante para aprovechar al máximo su tiempo aquí. “Es doloroso estar tan cerca y que te digan que no puedes entrar”.
La ralentización también se hizo patente en McAllen, Texas, en un centro de acogida de dos plantas para recién llegados gestionado por Caridades Católicas. El viernes por la tarde, sor Norma Pimentel, directora ejecutiva de Caridades Católicas del Valle del Río Grande, contó unas 133 personas, muchas de ellas con niños pequeños, un número mucho menor en comparación con la media diaria de entre 600 y 800 personas durante el punto álgido de las oleadas.
Pimentel dijo que esperaba que el número de personas en busca de ayuda siguiera siendo bajo mientras la nueva orden continuara en vigor. Los activistas por la migración han prometido impugnar la medida ante los tribunales, un proceso que podría durar meses.
“No les ayudamos porque sean migrantes. Les ayudamos porque están en nuestra comunidad y necesitan ayuda”, dijo Pimentel.
Luzveisi Mora, de 27 años, quien salió de Venezuela hace 22 días, dijo que se consideraba afortunada de haber llegado un día antes de que se cerrara la frontera. Mora recordó que el martes por la mañana nadó por el traicionero río Grande con sus dos hijos pequeños y sufrió un grave corte en el abdomen a causa de un alambre con púas.
Se vio obligada a abandonar su país natal, dijo, donde realizó trabajos ocasionales, ganando el equivalente a unos 5 dólares al día, apenas suficiente para comprar una bolsa de harina. La pequeña familia se dirigía a Nueva York, donde los esperaba el padre de sus hijos.
“Si hubiera llegado un día después, me habrían devuelto”, dijo. “Si me hubieran dicho que regresara, no podría regresar. Encontraría una manera de entrar a Estados Unidos de cualquier manera que pudiera. Volver no es una opción”.
Los migrantes que llegaban a la ciudad mexicana de Ciudad Juárez, fronteriza con El Paso, Texas, también se sentían nerviosos por la nueva orden. Jorge Gómez, un solitario hondureño de 34 años que llegó un día después de que se cerrara la frontera para gente como él, estaba sentado, encorvado y cansado, cerca de un matorral a la orilla del río. Entrecerraba los ojos y se limpiaba el polvo de los brazos.
“Lo que puedo decir es que solo Dios decide quién puede cruzar”, dijo Gómez. “Estoy solo, así que tengo miedo de que me deporten”.
El pastor Juan Fierro García, director del albergue El Buen Samaritano en Ciudad Juárez, dijo que había visto a más migrantes probar suerte asegurando una cita con CBP One en lugar de arriesgarse a ser deportados. El pastor García dijo que había notado un ligero repunte en las nuevas llegadas en los últimos días, con cerca de 180 migrantes en su refugio el sábado.
“Unos 26 más vienen hacia aquí”, dijo. “Y vendrán más”.
Karen Piamo, una mujer venezolana de 27 años que llegó a un refugio de Ciudad Juárez con su marido y sus tres hijos, también se sentía desamparada.
“Ya estábamos en el río cuando vi las noticias”, dijo Piamo. “Me dieron ganas de llorar”. c.2024 The New York Times Company.
Por Edgar Sandoval y Reyes Mata III, The New York Times.