El racismo subyace en los ataques de Trump a la diversidad

Internacional
/ 4 febrero 2025

En las semanas transcurridas desde que asumió el cargo, Trump se ha empeñado en purgar el gobierno federal de las iniciativas de diversidad

Por Erica L. Green

Las políticas formuladas por Trump inciden en las profundas tensiones existentes entre los estadounidenses sobre el papel de la raza en la sociedad.

Mientras los buzos de la Marina buscaban en el río Potomac los cadáveres del peor accidente aéreo ocurrido en Estados Unidos en los últimos 20 años, el presidente Donald Trump se centró en lo que consideraba que fue la causa del incidente: los programas de contratación que promueven la diversidad.

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El significado de sus palabras era claro: diversidad equivale a incompetencia. Y para muchos historiadores, líderes de los derechos civiles, académicos y ciudadanos, era un mensaje inequívoco de racismo en las más altas esferas del gobierno estadounidense.

“Sus ataques a la diversidad, la equidad y la inclusión no se refieren a un programa concreto o a unas siglas, sino que son un sustituto aséptico de los comentarios racistas que ya no pueden pronunciarse abiertamente”, afirmó Margaret Huang, presidenta y directora ejecutiva del Southern Poverty Law Center, durante una llamada con líderes de los derechos civiles tras las declaraciones de Trump. “Pero el mensaje es el mismo: que las mujeres y las comunidades negra y morena son intrínsecamente menos capaces, y que si ocupan puestos de poder o autoridad en el gobierno o las empresas, debe ser porque se han disminuido los estándares”.

En las semanas transcurridas desde que asumió el cargo, Trump se ha empeñado en purgar el gobierno federal de las iniciativas de diversidad, equidad e inclusión (conocidas como DEI) para dar paso a lo que denominó como una sociedad “que no se fije en los colores y basada en el mérito”. Incluso dijo que su orden ejecutiva en la que se eliminaban esos programas era “la medida federal de derechos civiles más importante en décadas”.

Con sus acciones, Trump se ha alineado con quien está blandiendo el término DEI como un comodín para argumentar que existe discriminación de las personas blancas, y utilizándolo como un término peyorativo para atacar a los líderes que no son blancos, y a las mujeres, alegando que no son personas calificadas para sus cargos. Después de que algunos aliados de Trump en el Congreso se refirieran despectivamente a la vicepresidenta Kamala Harris como una “contratada por DEI” durante la campaña de 2024, Trump se negó a desmentir los comentarios.

El tema incide en las profundas tensiones existentes entre los estadounidenses sobre el papel de la raza en la sociedad y contribuyó a impulsar el regreso político de Trump. Muchos votantes, conservadores o no, esperaban ver una corrección de lo que consideraban como una política progresista que había llegado demasiado lejos.

Las iniciativas DEI, en efecto, se convirtieron en un blanco polivalente para los males de la sociedad.

Timothy Welbeck, director del Centro Antirracista de la Universidad de Temple, dijo: “Es el término más reciente que sirve como sustituto de la raza, y se utiliza como un insulto políticamente conveniente, como una manera de avivar las quejas de los blancos y ofrecer un chivo expiatorio conveniente para cualquier cosa que afecte a nuestra nación”.

Una encuesta del Centro de Investigaciones Pew publicada en noviembre reveló que el porcentaje de trabajadores estadounidenses que veían negativamente los programas de DEI iba en aumento, aunque la mayoría de los empleados seguía creyendo que era algo bueno en lo que debían centrarse sus empleadores.

Un portavoz de la Casa Blanca, Harrison Fields, dijo que el hecho de que los demócratas se centraran en la DEI socavaba “décadas de progreso hacia la verdadera igualdad”.

“El gobierno de Trump rechaza este pensamiento retrógrado y tendrá una agenda que eleve a todos con la oportunidad de alcanzar el sueño americano”, dijo en un comunicado.

En sus declaraciones de la semana pasada sobre el accidente aéreo, Trump no citó ninguna prueba de que los programas de diversidad tuvieran algo que ver con el fatal accidente. Cuando le preguntaron por qué decía que la contratación de diversidad era responsable del incidente, dijo: “Tengo sentido común”.

En una afirmación engañosa, Trump insinuó que el gobierno del presidente Barack Obama —el primer mandatario negro en la historia de Estados Unidos— había abastecido a la Administración Federal de Aviación (FAA, por su sigla en inglés) de personas que no podían hacer su trabajo.

“En realidad salieron con una directiva: ‘demasiado blancos’”, dijo Trump. Su gobierno será diferente, prosiguió. “Queremos gente competente”.

(Cuando se le pidieron detalles sobre la afirmación de “demasiado blancos”, la Casa Blanca citó una demanda presentada en 2015 por una organización jurídica conservadora que acusaba al gobierno de Obama de prácticas de contratación “diseñadas para favorecer a las minorías raciales”. Esa demanda está pendiente en los tribunales).

‘Los mejores y más brillantes’

El concepto que subyace en los programas de diversidad del gobierno federal no es nuevo; se desarrolló a raíz de la Ley de Derechos Civiles de 1964. El objetivo es eliminar las barreras discriminatorias de los puestos de trabajo para las mujeres, los grupos minoritarios y las personas con discapacidad. Los primeros beneficiarios fueron las mujeres blancas, los habitantes de zonas rurales y los veteranos discapacitados, dijo Welbeck.

La idea era que se estaba pasando por alto a personas calificadas.

“No era discriminatorio, porque siempre se trataba de ofrecer a las personas calificadas la oportunidad de trabajar en esos cargos”, dijo Welbeck. “No estaban suplantando a la gente, más bien era una oportunidad de acceso”.

Los detractores de la DEI afirman que hacer hincapié en la diversidad significa comprometer las normas de contratación y que centrarse en la raza y el sexo distrae de objetivos más urgentes y de la misión general. “Cuando no te centras en la seguridad y te centras en la justicia social o en el medioambiente, ocurren cosas malas”, dijo el secretario de Transporte, Sean Duffy, el domingo en una entrevista con CNN en la que habló del accidente aéreo en Washington.

El gobierno de Trump, dijo Duffy, quiere “a los mejores y más brillantes”.

Pero en la FAA y en otros lugares, según dicen los funcionarios, los programas siguen las mismas normas de aptitud, médicas y de seguridad para todas las contrataciones.

Melik Abdul, estratega republicano que formó parte del grupo Black Americans for Trump durante la campaña de 2024, dijo que el compromiso del presidente con el mérito se contradecía con algunas de sus acciones. Señaló que el gabinete de Trump, predominantemente blanco y masculino, está repleto de partidarios.

“Si se tratara de méritos, no tendríamos a Pete Hegseth”, dijo Abdul, refiriéndose al secretario de Defensa de Trump. Hegseth, veterano de guerra y expresentador de Fox News, asumió el cargo de supervisar el Departamento de Defensa y sus tres millones de empleados con escasa experiencia en gestión, más allá de dirigir grupos de veteranos que fue acusado de gestionar mal.

“No se puede argumentar mérito y decir que es nuestra contratación más basada en el mérito”, dijo Abdul, quien no se ha separado del proyecto del presidente por el asunto de la DEI, pero dice sentirse frustrado por la “obsesión” de Trump al respecto.

Para muchos, los ataques de Trump a la DEI apuntan a su largo historial de exacerbar las tensiones raciales, desde una campaña que se remonta a la década de 1980 contra cinco hombres negros que fueron condenados injustamente y finalmente exonerados de agredir y violar a una mujer blanca, hasta su intento de presentar al primer presidente negro como una persona que no era ciudadana.

Pero ahora, dicen, el presidente tiene un megáfono para expresar sus opiniones.

La reacción conservadora

Los ataques a la DEI forman parte de una amplia reacción contra lo que los republicanos denuncian como las políticas de una izquierda desbocada. Uno de los anuncios más difundidos de Trump sobre Harris durante la campaña electoral presidencial terminaba con un eslogan que señalaba directamente a las personas transgénero: “Kamala es para ellos/ellas. El presidente Trump es para ti”.

Los conservadores aprovecharon lo que describen como políticas woke que se apoderan de la cultura estadounidense, sobre todo tras el asesinato en 2020 de George Floyd, un hombre negro de 46 años, a manos de un agente de policía de Mineápolis. El asesinato impulsó que escuelas, instituciones y empresas adoptaran políticas y procesos de formación que trataban de reconocer e invertir las desigualdades sistémicas.

En el proceso, alienaron a algunas personas.

“La opresión de la DEI en la cultura común, en los lugares de trabajo y en las escuelas empezó a calar”, dijo Dan Lennington, consejero adjunto del Instituto Wisconsin para la Ley y la Libertad, que ha intentado acabar con los programas de diversidad. “Que a la gente se le diga que tiene privilegios de blanco y que debería leer un libro sobre eso no es una manera de hacer amigos y tener influencia”.

El alboroto en torno a la DEI es similar al que se produjo hace unos años en torno a la teoría crítica de la raza, en la que los activistas conservadores alegaron que las escuelas estaban adoctrinando a los alumnos para que se convirtieran en guerreros radicales de la raza, y avergonzando a los alumnos al enseñarles la historia de la esclavitud.

La teoría crítica de la raza, un concepto de posgrado que explora el racismo sistémico en Estados Unidos, rara vez se enseñaba en las escuelas de primaria y secundaria. Pero algunos de sus fundamentos conceptuales, como que el racismo está arraigado en sistemas sociales como los tribunales y las escuelas, formaban parte de los debates sobre la raza en sentido más amplio.

El arquitecto del movimiento para convertir la teoría racial crítica en un grito de guerra republicano, Christopher F. Rufo, investigador principal del Manhattan Institute, presentó en diciembre un plan para que Trump eliminara el “racialismo de izquierdas” del gobierno federal.

En una publicación que denominó “Plan de la contrarrevolución”, escribió: “Trump puede poner fin a estos programas en virtud de su autoridad ejecutiva y sustituir la DEI por una política de estricta igualdad sin distinción de colores. Esta acción implicaría una conmoción inmediata para la burocracia”.

En una respuesta por correo electrónico a una consulta de The New York Times la semana pasada, Rufo dijo que había estado en contacto con miembros del equipo político de Trump desde el verano de 2020, cuando comenzó la lucha contra la teoría crítica de la raza. Dijo que la lucha de Trump contra la DEI había sido preparada durante años por varios grupos conservadores cuyos miembros ahora se han incorporado a la administración pública. Calificó de “fenomenal” la ejecución de sus planes por parte del gobierno.

“Para un activista, no hay mayor emoción que ver cómo un proyecto se convierte en realidad”, escribió. “Es un nuevo día en Estados Unidos”.

Los grupos de derechos civiles dicen que es posible que sea un nuevo día, pero esos temas tienen claros ecos, incluidos los años posteriores a la Reconstrucción, que estuvieron marcados por una violenta reacción contra las personas negras, y el mandato del presidente Woodrow Wilson, quien volvió a segregar la fuerza de trabajo federal.

Samuel Spital, director-asesor asociado del Fondo de Defensa Legal de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color, dijo que el desmantelamiento de la DEI por parte de Trump era un intento de “rehacer nuestra sociedad”.

Es un esfuerzo, dijo, para “colectivamente mentir y manipular al pueblo estadounidense” sobre las verdaderas víctimas de la discriminación en Estados Unidos.

c. 2025 The New York Times Company

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