"No se levanten... todo va a salir bien": Atacante en Metro Balderas

Nacional
/ 3 marzo 2016

    México, D.F..- Primero fue un estruendo. Pensé en el estallido de una paloma. Pero casi simultáneamente oí un grito. Un hombre de piel morena, de entre 45 y 50 años, cayó a unos dos metros de mí, en pleno pasillo de la estación Balderas, dirección Indios Verdes, en la Línea 3 del Metro.

    La multitud corrió. Eran aproximadamente las 17:14 horas, yo había entrado dos o tres minutos antes, en una de las llamadas horas "pico" en el más popular de los sistemas de transporte público de la capital de la República, en una de las estaciones más populares y conocidas por la canción de Rockdrigo González.

    Ahí, a esa hora hubo una balacera entre un pistolero, quien presuntamente pintaba grafitis, y agentes de policía y vigilantes del Metro. Y ahí estaba yo.

    Cuando entré a la estación Balderas, el Metro era el de todos los días: hombres, mujeres, jóvenes, niños que iban o venían de sus trabajos, de las escuelas, de las compras, del cine. Como todos, imaginé el inexistente lugar menos ocupado y quedé a la altura de la segunda puerta del cuatro vagón del convoy, justo frente al túnel por el que había entrado.

    La espera fue la de siempre entre tren y tren. Llegó el nuestro. Las puertas automáticas se abrieron. Luchábamos por subir y bajar, como ocurre siempre. Y de pronto, en medio de la multitud, el estallido de paloma. Un grito. La gente comenzó a correr, tratando de protegerse, de escapar. A mi derecha, a unos dos metros, dos hombres forcejeaban. Otra detonación y ví a uno de ellos, al moreno, caer.

    No supe qué hacer. Me quedé parado, supongo que segundos. No tuve opción de regresar al túnel de salida. Como muchos otros entré al vagón por la puerta más cercana. Todos gritaban "¡agáchense todos, agáchense!". La aglomeración en el vagón hacía muy difícil agacharse. Muchos gritos y desesperación, nervios. Pocos podían ver lo que ocurría en el pasillo, afuera del vagón.

    Ellos, los cercanos a las puertas, decían que había dos pistoleros: uno en el cuarto vagón y otro en el quinto, en el que yo había podido entrar. Decía que también había cinco o seis vigilantes del Metro, quienes trataban de someter a los que, en ese momento, se creía eran por lo menos dos pistoleros. Más disparos. Estaba tirado un agente de la policía; no sabíamos si estaba muerto o herido.

    Habían pasado quizás diez minutos. Seguíamos agachados y al parecer otras dos personas que intentaban detener a los delincuentes habían sido heridas.

    De pronto, apareció un hombre que vestía una camisa con el logotipo del Metro, quien sangraba del hombro derecho. Tenía un orificio en ropa y piel. Tenía un balazo. Él abrió la puerta que comunica entre vagones. Nos llamó a salir por ahí. Sólo habíamos pasado seis personas, cuando hubo otros dos balazos y otra vez al piso.

    Un policía nos dijo que no nos levantáramos, que todo iba a salir bien. Él tenía medio cuerpo dentro y el otro medio fuera del vagón, esperando a los presuntos atacantes. Después se inició el desalojo: unos corríamos; otros decidían quedarse en el vagón.

    Después, ya en la Redacción de Excélsior, el reportero Atzayaelh Torres me contó que unas tres horas antes, en uno de los pasillos de la estación, un grupo musical de jóvenes, armados de guitarras y armónicas tocaba y cantaba precisamente "Metro Balderas", como un homenaje al músico muerto hace 24 años a causa del terremoto. Y nadie cantaba aquella frase que dice: "Mejor haga caso o le doy un balazo".

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