Acteal, 22 de diciembre de 1997; el día en que México avergonzó a la humanidad
A 20 años de la matanza de Acteal, están libres 82 de los acusados por los hechos en los que murieron 45 personas y 4 neonatos; cinco siguen presos. Y hoy en Chalchihuitán y Chenalhó se vive lo que entonces ahí se vivió
Por Rodrigo Soberanes (@rodsantin) para Animal Político
Lo que convenció a la niña de 10 años de correr y salvar su vida fue el nunca antes escuchado tono de mando en la voz de su padre. Guadalupe Vázquez Luna salió del escondite para correr cuesta abajo y unirse a la estampida de personas huyendo de un inminente ataque armado en la comunidad de Acteal, en Los Altos de Chiapas.
Su familia se había escondido en el nacimiento de un arroyo junto con más personas que su padre, Alonso Vázquez Gómez, catequista de la organización Las Abejas, había reunido ahí “porque si hay un enfrentamiento, las balas tienen que pasar por encima”, decía.
“Estábamos mis papás, mis tías, mi abuela y mis hermanos”, cuenta Guadalupe desde la ermita de la comunidad de Acteal. Aquel 22 de diciembre de 1997 se celebraba la tercer jornada de oración y ayuno de Las Abejas. Ese día las balas no iban a pasar por encima. El primer disparo lo hizo “un hombre con gorra militar” y le pegó a la mamá de Guadalupe, María Luna Méndez.
“Mi papá jamás nos alzaba la voz, jamás nos gritaba y en ese momento me dijo ¡vete de aquí! Me señaló el camino y como vio que no me movía, me gritó con una voz de mando. Esa voz de mi papá fue la que me hizo salir de aquí”.
Y mientras la niña corría por el camino que le señalaron montaña abajo entre matas de café, comenzaba la Masacre de Acteal perpetrada por paramilitares adheridos al Partido Revolucionario Institucional (PRI) que asesinaron a sangre fría a 18 menores de edad y 27 adultos, quienes eran parte de la organización católica y pacifista Las Abejas. Desde su creación, la organización ha simpatizado con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y se ha negado a colaborar con el paramilitarismo.
Este es el relato que hace Guadalupe 20 años después. Ella ahora es concejala representante del pueblo Tsotsil en la campaña de María de Jesús Patricio, aspirante a la presidencia de México del Consejo Nacional Indígena (CNI). “Lupita”, como se le conoce en los Altos de Chiapas narra cómo llegó a este punto de su vida, partiendo desde aquel día.
Hoy 82 de los acusados por la matanza están libres (los últimos siete salieron en 2012 por orden de la Suprema Corte de Justicia de la Nación) y cinco siguen presos. En la actualidad -igual que en esas fechas en que la niña Lupita salvó su vida- la región de Los Altos de Chiapas está pasando por un conflicto armado: la disputa territorial entre los municipios de Chenalhó y Chalchihuitán que ha causado 10 muertes y más de 5000 personas desplazadas que viven en el fango, sin alimentación adecuada y con temperaturas cercanas a los 0 grados centígrados.
La forma en que ocurrió la matanza de Acteal ha sido contada a detalle a lo largo de dos décadas. La “memoria” que hacen las personas sobrevivientes tiene coincidencias con el Plan de Campaña Chiapas 94, una estrategia del Ejército contra la insurgencia del EZLN. La forma en la que se desarrollan actualmente los acontecimientos violentos en Chiapas coincide también con las directrices de ese Plan, según testimonios.
Fácil te queman tu casa
En donde hoy es el centro ceremonial de Acteal que honra a las 45 víctimas (más cuatro que estaban por nacer), ahí pasaba Guadalupe su infancia. “Tuve una infancia muy tranquila, alegre, muy de campo, muy humilde y sintiendo el calor de comunidad. Jugando mucho, muy bonito”. En esa época su comunidad no era famosa como hoy y tenía un paisaje boscoso que fue desapareciendo con la llegada de personas desplazadas y la necesidad de construir más casas.
Tal como hoy ocurre en Chalchihuitán y Chenalhó, las casas eran saqueadas y quemadas, y las veredas y caminos de Los Altos se llenaban de familias desplazadas. “Aquí se llenaba de gente cuando había fiestas religiosas, en cambio luego se llenó por conflictos, era una gran diferencia porque llegaban con miedo, llegaban huyendo”, recuerda Lupita.
La comunidad de Acteal y la casa de Lupita se convirtieron en un campamento de refugiados y Las Abejas hicieron dos cosas que molestaron a los paramilitares: no apoyarlos económicamente para combatir al EZLN y simpatizar con el EZLN. Eso, a pesar de ser pacifistas hasta las últimas consecuencias, los puso en peligro inminente.
Elena Pérez Jiménez, sobreviviente, recuerda que a su familia le quemaron la casa por no dar 50 pesos a los paramilitares, entonces estuvieron semanas desplazados escondiéndose de sus agresores hasta el día de la masacre. Su padre fue asesinado cerca de ella.
Para Jorge Santiago, quien fue integrante de la Comisión Nacional de Intermediación durante el conflicto armado, un episodio importante fue la Convención Nacional Democrática en agosto de 1994 con participación “de todos los pueblos y organizaciones a nivel nacional” y donde se esbozó la posibilidad de una organización nacional con intenciones de autonomía que incluso pudiera participar en las elecciones.
El Ejército ya tenía en la mira a esa Convención como un foco de subversión. También estaba en marcha el “adiestramiento y apoyo de las fuerzas armadas de autodefensa u otras organizaciones paramilitares” con la “ayuda” de autoridades locales, municipales, estatales y federales, según se detalla en el Plan de Campaña Chiapas 94.
Mientras tanto, cuando Ernesto Zedillo asumió la presidencia de México, su gobierno usó un “discurso de paz” hasta que vino la llamada “traición de Zedillo”, al anunciar el 9 de febrero de 1995 que había descubierto las identidades de militantes del EZLN. Uno de ellos, de acuerdo con el expresidente, era el propio Jorge Santiago, quien fue encarcelado de inmediato.
Bajo el gobierno de Zedillo el Ejército ocupó la comunidad La Realidad. “Este es un antecedente de las posibilidades que hay del Estado de entrar a las comunidades, de usar la fuerza, de entrar con Ejército, de ir y destruir las casas, hacer desplazamiento de los pueblos”, reflexiona Jorge Santiago.
El Plan del Ejército estaba en marcha con sus operaciones de “asesoramiento”, es decir, “organización de las fuerzas de autodefensa”, organización “secreta” de sectores de la población civil “caracterizados con un alto sentido patriótico”, según el documento de ese Plan militar.
También se determinó establecer la censura mediática, combatir “la organización de masas” que estaría dentro de organizaciones religiosas, étnicas o campesinas. La segunda fase incluye el “desplazamiento forzado de la población bajo la influencia zapatista hacia albergues o zonas de refugio oficiales; neutralización de las actividades de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas; destrucción de siembras y cosechas, y empleo de la autodefensa civil”.
En el día a día de Los Altos de Chiapas en 1997 se vivía con población armada que perseguía, desplazaba a personas, saqueaba y quemaba casas. Para Jorge Santiago, el tejido social estaba bajo amenaza, con familias rotas por el paramilitarismo que entró a la intimidad de los hogares. La propia Guadalupe tiene un tío que era paramilitar y fue detenido. Ahora está libre y se lo ha encontrado en la comunidad.
Las armas estaban en varias comunidades. “En ese entonces ya habían muchos disparos y ya no podíamos salir a limpiar nuestra milpa, traer nuestra leña; fue así como se desplazaron muchos compañeros y decidimos que vinieran a refugiarse en los campamentos”, cuenta el sobreviviente Mariano Pérez Cura desde la comunidad de Acteal.
Días antes del 22 de diciembre de 1997, Guadalupe escuchó a su padre decir: “a cualquier hora pueden venir a matar”. Después el hombre cerró la puerta de su casa, se sentó en un rincón, apagó la luz y encendió un cigarrillo. No dijo nada más. Ante el peligro inminente, rezos. Alonso Vázquez fue uno de los que propusieron los tres días de oración y ayuno. Las Abejas siguieron ese plan al pie de la letra mientras el cerco paramilitar se estrechaba.
Lupita había visto casas quemadas y escuchado balazos al aire. Estaba acostumbrada y no creía que podía pasar algo peor. “Como (Las Abejas) es una organización pacífica, no te imaginas que te vienen a matar porque sí” y por más que se acercaran la detonaciones, no concebían que pudiera suceder lo que sucedió.
“Empezaron de lejos, normalmente no pasan de quemar casas y espantar de lejos como lo han hecho. Todos nos hincamos alrededor del campo a rezar. Terminando siguieron y siguieron los disparos. Dijimos, que acaben de quemar las casas y ya se van a tranquilizar, pero no, ese día no fue como otros días”, recordó la ahora Concejala del CNI.
“El objetivo de nuestra oración en Acteal era pedir a Dios por la paz, por la vida, que no hubiera un enfrentamiento entre zapatistas y priistas, que no hubiera derrame de sangre entre campesinos. Los priistas pensaron que era algo en contra de ellos, fue así que los priistas vinieron aquí a matarnos”, dijo el sobreviviente Mariano Pérez.