La muerte se instala

Opinión
/ 2 octubre 2015

"De lejos vendrá, quien de tu casa te echará", -Proverbio español.

El antiguo Paso del Norte, el mismo que dio albergue a Benito Juárez y en cuyo honor fue renombrada, ha sido catalogado como la más violenta a nivel mundial desde 2009, por las organizaciones dedicadas a la investigación del género y sus derivaciones.

Ciudad Juárez es hoy comparada con poblaciones como Nueva York, Detroit, Atlanta y Nueva Orleáns, en cuyo territorio es legal la posesión de armas; Sao Pablo y Tegucigalpa, sitios dominados por las pandillas y mafias y Brozni en Chechenia, Kabul en Afganistán o Bagdad en Irak en plena guerra de guerrillas.

El fenómeno de la violencia en esa amable ciudad es difícil, primero por el número de variables que llevan a la descomposición de los valores sociales y después por el manejo político de cifras, lugares y personas en la prevención del delito.

Como frontera es presa fácil de la población flotante, que tradicionalmente esperaba un poco de tiempo para después atravesar la línea fronteriza e internarse al "bad dream" americano y que desde hace más de 30 años ha cambiado la dinámica social de la zona.

A finales del siglo 19 y principios del 20, arribaron a El Paso, Texas varias cuadrillas de chinos para trabajar en el ferrocarril. Aquellos que eran viciosos, fueron expulsados a México y entregaron a la ciudad dos aportaciones: la deliciosa comida (famosa en Juárez) y el uso del opio y la heroína.

Durante la prohibición en Estados Unidos (los años 20 del pasado siglo), la mafia gringa (italo-americana, dicen) estableció en ésta una destilería de wiskey para surtir la zona sur del vecino país.

En el sexenio de Echeverría, un grupo de sinaloenses tomó la ciudad para sí y controló el paso de mariguana a través del corredor Durango-Juárez-El Paso-Amarillo y, a mediados de los 80, con la captura de Caro Quintero y "Don Neto", se decide trasladar de Ojinaga a Juárez el centro de operación, formándose así el poderoso cártel. Por otra parte, a partir de los decretos que dieron a la industria maquiladora el grado de excepción necesario para atraer las inversiones, la población juarense creció de manera desproporcionada y con pésima infraestructura.

Entre los años 70 y 80, la población flotante constituía el 53 por ciento del total y ya para los 90 llegó al 61 por ciento.

La necesidad de mano de obra era exponencial y las fuentes locales se agotaron, ya que las tácticas de reclutamiento pasaron de piratearse a los operarios de otras empresas a formar legiones de reclutadores que acudían a San Luis Potosí, Oaxaca, Veracruz, Tabasco y Zacatecas con la finalidad de atraer trabajadores. Un fenómeno social iba creciendo sin ser percibido por los "locales", anotado esto sin fin discriminativo pero sí de aportación en el estudio del fenómeno.

En el 2000 viajaba a Juárez y Chihuahua cada dos semanas en una misión de cultura sindical para la empresa en que laboraba. En ese periodo conocí al primer subprocurador especial que investigó el fenómeno de "las muertas de Juárez".

López Molinar fue parco al decirme que una de las causas era derivada a la "diversidad cultural", de la pléyade de nuevas costumbres, valores y prácticas que fueron impactando en la población, siendo que la mayoría de las muertes por él investigadas era de "foráneas" (muchachitas libertinas, les llamó y luego fue duramente criticado).

El fenómeno de la criminalidad fue utilizado como estrategia por parte del cártel de Juárez -me dijo el funcionario- como una cortina de humo ante sus fechorías en la región, de tal manera que el asunto de las muertas absorbió al otro más peligroso, que era el tráfico de drogas. Según las voces informativas, existían cerca de 200 picaderos en la ciudad.

En una encuesta hecha por Bimsa a habitantes de Juárez, el 65% de la muestra refirió que están pensando abandonar la ciudad; el 84% considera que es la ciudad más violenta del mundo y, para el 93%, el asunto de las muertas no ha sido aclarado. La reciente ejecución de estudiantes y de algunos miembros de pandillas citadinas, es muestra del contubernio entre autoridades de seguridad local y estatal con el crimen organizado; no hay otra explicación.

Hoy en Juárez el río de sangre crece y su cauce no solamente desborda en la violencia como respuesta a las facturas que quedaron abiertas con los políticos locales, sino a la grave descomposición social que abandonó los valores de un pueblo grande y le dio paso a la nueva ola de pobladores, que como los chinos, enriquecieron la comida lugareña, pero también arrastraron miseria y vicios. "De lejos, muy lejos vendrá, quien de tu casa te echará".

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