`Esta rosa es mi gratitud por el apoyo de una amistad que en las letras me fortalece.'

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QUERIDA ANA:
Esta es una rosa, es una rosa que simboliza su bondad y se aleja de las miserias humanas.
Acepte usted esta rosa que le envío. No es una flor, es una rosa cuyos pétalos son gotas de lágrimas del dolor y del sufrimiento de los tres años en los que la flor del rosal de mi jardín deja de florecer y se marchita día a día.
Esta rosa que tiene entre sus manos es mi gratitud, que expresa a las perlas de apoyo de una amistad que en las letras me fortalece con un manto de cariño y comprensión a mi desdicha.
Gracias por el espacio a nombre de mi esposa, mío y de mi familia en la publicación del "recuento de un amor". Nació un quince de abril del año noventa y seis y en nuestras vidas quedó grabado por siempre y no termina.
PROFESOR SILVINO
QUERIDO PROFESOR SILVINO:
Con mucho cariño di espacio al "Recuento de un amor" que su señora esposa escribió para su nieta al llegar a sus quince años, aniversario en el que ustedes y el padre de la niña debieron estar presentes para compartir la alegría y la felicidad de haber llegado a esa hermosa edad. Eso no fue posible y lamento mucho la pena que eso les causó.
Estimado Profesor, sin el deseo ni el propósito de darle a usted ni a nadie de su familia ninguna orientación o sugerencia, que ciertamente no necesita ni ha solicitado nunca, deseo decirles a usted y a su familia que siempre hay una solución a los problemas, si nosotros aceptamos que el poder inteligente de la vida, es decir, Dios, nos dirija. Si aceptamos sin dudas su guía interior, si podemos creer que fuimos creados con un propósito y nosotros deseamos llenar ese propósito, Dios nos sostendrá y nos dirigirá. Si nos sentimos convencidos de ello, la fe nos transforma.
Del mismo modo que amamos a alguien, así también debemos tener fe en algo y probablemente el caudal más importante que tenemos todos es nuestro poder de creer y la tarea que tenemos es cambiar nuestra fe de negativa en positiva, de fe en lo que no queremos a la fe en lo que queremos. Cuando hacemos esto descubrimos el gran poder que tenemos.
La vida no suele traernos solamente satisfacciones. A veces las circunstancias se presentan inopinadamente desagradables y en ocasiones hasta desdichadas. Podemos, por nuestra actitud, agravarlas o corregirlas. Si se lo permitimos, pueden hacernos sentir desdichados, o si somos dueños de nuestras emociones, podemos serlo también de las circunstancias y ser felices a pesar de todo. Si damos rienda suelta a nuestro sentimiento de tristeza, contribuiremos a destruir la paz de nuestro espíritu.
En un libro titulado "La clave de la felicidad" se menciona a un Dr. Crane, que aconseja: "Practique la felicidad". Y explica así su recomendación: "Por la práctica de la felicidad entiendo el adiestramiento de nuestra mente para que piense como lo determine la voluntad, el desarrollo de la capacidad de controlar nuestros sentimientos por el dominio de nuestros pensamientos".
La felicidad proviene de nuestro interior. Depende de nosotros, de nuestros recuerdos, y del hábito de pensar que hayamos adquirido. En ese libro se menciona que no hay persona que no pueda cultivar una disposición feliz si resuelve hacerlo y lo practica con persistencia. Y cita un pensamiento de Abraham Lincoln: "He notado que un hombre es generalmente tan feliz como decidió serlo".
Nos engañamos cuando creemos que la felicidad es algo que otra persona puede darnos. La dicha está en nuestro interior. Y tampoco podemos tener una felicidad permanente. Las malas circunstancias vienen súbitamente y llegan para todos, pero podemos siempre decidir ahogar nuestra pena y gozar de la vida, de lo que tenemos; podemos ver, oír, caminar, pensar y movernos y si tenemos la voluntad de ser felices, de no permitir que las congojas nos hundan, además de ser felices, contribuiremos a la felicidad ajena.
Salud y dicha para todos ustedes, son los deseos de
ANA
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REFLEXION
Bellos rostros son los que revelan
en el semblante la luz de un alma grata;
bellas manos son las que realizan
actos nobles, buenos, verdaderos;
bellos pies son los que de prisa
acuden a aliviar la pena ajena.
Sócrates