San Valentín y los pecados capitales
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TEMAS
José Sarukhán
Investigador emérito de la UNAM y coordinador nacional de la Conabio
EL UNIVERSAL
No me da por escribir temas "de la temporada" y el de estos días es el referente "a la amistad y al amor", un tema por cierto fundamental pero sometido desde hace tiempo a la más chabacana comercialización posible.
Lo que motiva que escriba algo al respecto es que recibí en mi tableta hace unos cuantos días, por parte de un muy buen amigo de la Universidad de Stanford, un libro publicado a principios de este año, en versión electrónica.
El título del libro traducido al español es algo así como La ciencia del pecado: La sicología de los siete mortales (y por qué son tan buenos para usted), cuyo autor es Simon Laham, un sicólogo social experimental de origen australiano, y profesor de sicología moral en la Universidad de Melbourne.
El autor pasea al lector por cada uno de los siete pecados capitales (o mortales, depende de cómo los vea uno) ofreciendo una visión muy poco ortodoxa de estos tradicionales pecados, originados de la pluma del papa Gregorio Magno, quien a su vez los adoptó de Juan Casiano. La escasa ortodoxia reside en el hecho de que Laham sostiene que el comportamiento humano es mucho más complejo que las simples calificaciones de "bueno" o "malo" de las convenciones morales; argumenta enfáticamente que la soberbia, la lujuria, la gula, la avaricia, la envidia, la pereza y la ira no son en realidad ofensas que condenen a las almas, sino elementos naturalmente presentes en las personas, con los que si se da uno el placer de incidir en ellos con sensatez, pueden constituir tendencias humanas que poseen utilidad.
El elemento que me hizo dedicar hoy mi columna a este tema fue que para las parejas de enamorados que se dieron el permiso de ceder un poco a la lujuria (o a la sensualidad, que es un término mucho más adecuado y menos dantesco) en esta festividad valentina hay buenas nuevas: la lujuria puede tornarlo a usted más inteligente, porque hay investigaciones que muestran que las personas con la idea del sexo metida en el cerebro tienen mucha mayor habilidad para resolver problemas relacionados con pensamiento analítico, los hace mucho más enfocados en los asuntos del presente y los estimula a fijarse en los detalles con el fin de satisfacer el deseo vehemente de tener sexo. Hace a las personas mucho más atentas y las hace adoptar comportamientos dirigidos a lograr llegar a la cama y que las parejas potenciales encuentran atractivos.
La lujuria genera además amor, pues se ha registrado que quienes actúan de esta manera despliegan una amplia gama de relaciones afectuosas, tienen mayor propensión a encontrar soluciones a los conflictos, y a asumir varios comportamientos amistosos con tal de asegurar futuras oportunidades de tener sexo.
Pasando a otros pecados mortales, como la avaricia (ambición por el dinero), habría que decir que estudios demuestran que la gente es más feliz cuando gasta su dinero en experiencias (incluso espirituales, en su mayoría de poco costo) que en obtener bienes materiales (usualmente más onerosos).
En el caso de la gula (o más bien la gourmandise) es bien conocido que quienes han comido en abundancia, y especialmente repostería, son más proclives a la filantropía y a las caridades. En cuanto a la pereza, aquellos que duermen largas horas por lo normal tienen mejor memoria y son más perceptivos, y sin duda los envidiosos o resentidos tienden a compararse con sus mejores compañeros o competidores, lo que mejora su imagen personal y los vuelve más creativos. Los estudiantes que tienen este comportamiento de medirse con los mejores de sus compañeros usualmente obtienen mejores calificaciones. Y así podríamos seguir por un buen rato.
Pero antes de terminar y volviendo al tema de la semana, esperaría que mis estimadas lectoras y lectores hayan tenido ocasión de permitirse, aunque fuese con moderación, el placer de la lujuria este 14 de febrero.