Querer, poder, deber

Opinión
/ 2 octubre 2015

Querer es poder, reza el motivador axioma. Sin embargo, poder no implica tener que.

La pura capacidad para lograr algo es argumento insuficiente para hacerlo si no está bien justificado por una necesidad.

Se impone un ejemplo: Digamos que tengo los recursos, los medios y las ganas -incluso, cuento con el permiso- para pintar de verde la Catedral.

¿Es suficiente razón para ejecutar semejante empresa?

Se necesita más que la mera aptitud para realizar este descabellado proyecto. Quiero decir que el poder hacerlo no significa que deba hacerlo.

Incluso, si me moviera un muy poderoso anhelo de ver el histórico inmueble hecho guacamole, no ampara ello dar el primer brochazo.

Querer es poder, pero poder no obliga. El hacer tiene que encontrar justificación en la utilidad. ¿Estamos?

Hace dos o tres años la Ley se modificó para eliminar los nombres y rostros de los funcionarios de la publicidad oficial, dado que ello constituía un desleal posicionamiento de imagen que luego era capitalizado electoreramente (en el transcurso de su gestión, cualquier funcionariete ordenaba imprimir -con cargo al erario- su nombre y cara sobre toda superficie disponible y así, en la siguiente contienda, llegaba muy aventajado sobre los otros candidatos).

Aquello propiciaba además gastos desorbitados en propaganda y otras desmesuras, como que varios gobernadores se anduvieran publicitando en latitudes donde nulo propósito había.

Pero sucedió -en una de esas raras ocasiones en que ley y justicia coinciden- que dicha práctica se abolió y sucedió precisamente, para fortuna de todos, durante el sexenio del abominado Humberto Moreira, a quien poco le faltó para tatuarnos su carota en una nalga.

Claro, a los políticos no se les puede quitar todo de un golpe porque se ponen mal,  presentan fiebre, aftas bucales, deposiciones acuosas, dificultades para dormir y llanto acompañado de repentinos cambios de humor.

Así que previniendo eso se les permite, en el marco de sus respectivos informes anuales, publicitar sus logros a la vieja usanza, esto es en una proporción de dos a ocho: Dos centímetros de información dudosamente útil y ocho de la cara del funcionario por cada 10 centímetros cuadrados de propaganda.

Nuestro Gobernador, Rubén Moreira, aprovechó como es natural estos días de gracia y ya desde antes de que rindiera su primer Informe nuestro paisaje comarcano se engalanaba con su gentil rostro y guapeza.

Tan solo en mi habitual recorrido urbano encuentro más de media docena de espectaculares alusivos a los logros del primer año de gestión de Moreira Valdez (aunque no veo uno que destaque los resultados del Chicletón).

Un cálculo austero, somero y chilero nos dice que la renta mensual de un anuncio espectacular cuesta unos 50 mil pesos (sólo la renta, sin contar la impresión y otros gastos derivados, así como el precio especial o "tarifa política" que siempre es más elevada).

Cualquiera que sea el número que a usted le resulte, multiplíquelo por la cantidad de anuncios panorámicos del Gobierno en las ciudades, pueblos y caminos de Coahuila (¿alguien tiene el dato?).

Luego, no hay que ser eminencia financiera para anticipar un gasto millonario tan sólo de espectaculares (aunque en un Estado que debe miles de millones, los millones simples son simples millones).

El Gobernador, empero, no desacata ninguna disposición, ni contraviene ningún reglamento. Le está permitido regalarse esta publicidad.

La Ley lo faculta, aunque de ninguna manera lo obliga. Es decir, puede hacerlo, pero no se le exige hacerlo. Y como apuntamos líneas arriba, hacer algo -sobre todo si es a costa del erario- tiene que estar ampliamente justificado en su utilidad pública.

En su ejecutivo informe, el Mandatario pormenorizó los gastos superfluos que fueron eliminados para darle un poquito de oxígeno a las finanzas estatales: recortó en un 25 por ciento la plantilla de personal (y le redujo el salario) se suprimieron diversos gastos (como los insumos básicos de oficina) y se cancelaron muchos programas sociales por insostenibles.

Todo sea por economizar. ¿Pero se sacrificó la oportuna campaña alusiva al Informe? ¡Por supuesto que no! ¿Y dígame algún coahuilense si acaso esta campaña es siquiera medianamente útil? (Tú no opinas, Jericó).

Es incongruente para un Gobierno que escatimó hasta el papel higiénico de sus empleados con el argumento de la austeridad y prefirió dejar gente sin empleo antes que restringir su gasto en imagen.

Y ni modo de decir que el gasto publicitario se justifica en su utilidad, pues no sé de alguien que ame más al Gobernador (o califique mejor su gestión) luego de contemplar su foto en gran formato.

Sin duda que el Góber puede obsequiarse esta campaña en promoción de su imagen. Puede, pero nada le obligaba a ello, sólo su muy personal creencia de que es necesaria, lo que tan discutible resulta.

petatiux@hotmail.com

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