Algo no estamos haciendo bien: menos empresas mexicanas
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La disminución de empresas mexicanas en el mercado internacional tendrá serias repercusiones en las contribuciones fiscales
El desarrollo económico de un país tiene dos grandes pilares: un Estado fuerte, promotor, regulador y garante de la legalidad, y un sector privado vigoroso, emprendedor y dispuesto a tomar riesgos. Lo cual se complementa con un sector social con iniciativa y catalizador de energías ciudadanas.
México ha vivido una enorme transformación en su actividad productiva en los últimos treinta años. A partir de 1983, el Estado inicia un retiro a gran escala de la actividad económica directa como productor y administrador de empresas en diversos ámbitos de la economía nacional, para concentrarse solamente en sectores estratégicos. Los años 1986 y 1994, marcan dos hitos en el nuevo rostro económico de México: en el primer año, se ingresa al entonces GATT (Hoy OMC-Organización Mundial de Comercio) y en el segundo, entra en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
En los años subsecuentes, se firmaron otros acuerdos comerciales, actualmente se tienen 12 tratados de libre comercio con 44 países, lo que ha obligado a una mayor competencia entre empresas mexicanas y con transnacionales que decidieron venir a México, ante un clima económico más favorable y con mayor seguridad jurídica, consolidando un sector empresarial más productivo dispuesto a competir, al grado que el día de hoy, dos terceras partes de la economía mexicana está vinculada al comercio exterior.
Por otra parte, se promovió el arribo de una mayor inversión extranjera directa en múltiples áreas económicas alentada por las nuevas reglas de apertura económica.
Este nuevo modelo económico ha tenido resultados favorables para el crecimiento del producto nacional y para la estabilidad macroeconómica. Sin embargo, en las últimas décadas se ha consolidado una tendencia a proporcionar un trato preferente al capital extranjero. Esto ha generado asimetrías en el trato a los empresarios e incluso un mayor respaldo y cuidado de parte del gobierno, en menoscabo de los productores nacionales.
Se ha llegado al extremo que en todos los anuncios de licitaciones o apertura de sectores para mayor inversión, los funcionarios públicos mexicanos solamente hacen énfasis en el capital extranjero que puede llegar al país por esas medidas, dejando de lado, incluso mencionar, el interés y potencial del capital nacional, como si no existiera o no fuera relevante.
Las empresas mexicanas, pese a su alto monto anual de inversión, no son objeto de lo mismos incentivos, atención y cuidado con respecto a sus necesidades y generación de condiciones para obtener una rentabilidad adecuada, que aquellas que provienen del capital extranjero, a pesar de poder crear empleos de calidad con buen nivel de sueldos.
El sesgo en el trato no tan favorable a los empresarios mexicanos se nota en las múltiples medidas de apertura a las importaciones y en el régimen de apertura a la inversión extranjera directa, ambas se han estado realizando en forma unilateral, sin pedir un principio esencial como es la reciprocidad a los países beneficiados con estas medidas. Además, los productores extranjeros cuentan con el apoyo y aval decidido de sus gobiernos en el desempeño y gestiones ante las autoridades de los países donde operan.
En contrapartida, se debe brindar el apoyo como cualquier país avanzado, del servicio exterior mexicano a empresas y empresarios nacionales compitiendo en otros países, para que tengan soporte en su expansión y promoción, así como resolver problemas y conflictos en su ingreso a otros mercados.
Sin duda, hay algo que no estamos haciendo bien en México, tanto el Gobierno como los sectores productivos nacionales, pues en los últimos años hemos visto desaparecer un número importante de empresas en sectores relevantes como textiles, vestido, calzado, juguetes, entre otros.
Además, grandes empresas mexicanas, e incluso de talla internacional, han perdido su carácter mayoritario de capital nacional; en este caso, tenemos a la banca donde solamente uno de los diez bancos más grandes es de capital nacional, 75% de los activos de las instituciones financieras se encuentran en subsidiarias de bancos multinacionales y también tenemos la desaparición de empresas que fueron insignia en su tiempo, como ha sido el caso en la industria cervecera nacional, primero con la cervecería Cuauhtémoc y recientemente con Modelo, las cuales en su momento destacaban con su presencia internacional con marcas como Carta Blanca o Corona.
Esta tendencia a la disminución de empresas mexicanas en el mercado internacional tendrá serias repercusiones en las contribuciones fiscales, así como en la disminución de oportunidades para segmentos de ejecutivos mexicanos de alto nivel en empresas nacionales.
En ese sentido, también debería preocuparnos que la alternativa de los talentos sea convertirse en un alto empleado de una empresa transnacional, lo cual es también una forma de perder el potencial humano del país, en lugar de promover el espíritu emprendedor de los jóvenes para generar las empresas mexicanas del mañana o tomar la dirección de las actuales.
Un mayor cuidado por nuestras empresas y por la formación de los talentos, permitirá que la apertura económica de los últimos treinta años verdaderamente sirva para tener un sector empresarial mexicano vigoroso y altamente competitivo. México puede y debe aspirar a tener más empresas de talla internacional, que compitan en el mercado interno y en el exterior, como estrategia y visión de futuro.