El juego de pelota en Teotihuacán

Opinión
/ 2 octubre 2015

El túnel recién descubierto junto a la pirámide de Quetzalcóatl, en Teotihuacán, es un lugar impresionante, mágico y sobrecogedor que, entre miles de objetos, atesora piezas que dan cuenta de la actividad deportiva de sus antiguos habitantes.

En las excavaciones realizadas a 17 metros de profundidad, se han encontrado balones de hule que se utilizaban en los tradicionales juegos de pelota. Incluso en las cercanías hay vestigios de lo que serían canchas en las que se jugaba.

Según el arqueólogo Sergio Gómez Chávez, quien dirige la exploración del túnel, en la superficie hay un espacio que bien pudo servir para la práctica del juego de pelota. Se sitúa entre la pirámide de la Serpiente emplumada y el altar central de la Ciudadela. Se trata de una superficie en forma de doble T, similar a las canchas de otros lugares, aunque sólo es visible una de sus partes, ya que la otra fue destruida por los propios teotihuacanos y sus vestigios están bajo la Ciudadela. Los espectaculares hallazgos en el túnel indican que el juego de pelota teotihuacano tuvo su apogeo en una época temprana, es decir, a comienzos de la era cristiana. Lo corrobora el hecho de que en la exploración no sólo se han encontrado pelotas de hule que datan del año 200 A de C, al 250 d de C, sino fragmentos de arcos de piedra, como los de las canchas tradicionales, y un marcador, hallado antes, que se conserva en el Museo Nacional de Antropología e Historia. La explicación de por qué la cancha de Teotihuacán no es como las de otros lugares, está en que había dos tipos de juego de pelota: la competencia entre dos bandos, y la representación de una lucha entre divinidades, lo que requería un escenario diferente.

Los juegos de pelota son universales, pero donde primero se usaron los balones que rebotan fue en México y Mesoamérica porque eran de caucho vulcanizado. En los murales de Tepantitla, junto a Teotihuacán, se puede ver figuras humanas que juegan a la pelota, lo que testimonia su práctica en ese lugar. El juego, tanto en su modalidad de competencia como en la de escenificación de una lucha entre divinidades, tenía una clara connotación religiosa. La pelota simbolizaba al sol y el juego o su representación, a la dualidad día y noche, luz y oscuridad, vida y muerte. El túnel que se explora en Teotihuacán representa el inframundo y todo indica que en la última cámara, que está por descubrirse, habrá fascinantes revelaciones acerca de cómo vivían y qué hacían nuestros antepasados teotihuacanos.

Comentarios: rjavier_vargas@terra.com.mx


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