I. Sin ánimos de abrir un debate del que sería rápidamente expulsado por mi condición de “onvre” macho represor falocéntrico pito-patriarcal, tenemos que dejar de fingir que lo que ocurre en la marcha feminista del 8 de marzo concierne sólo a las mujeres.
Vaya, desde luego que mi opinión puede ser impopular o desechada como pañuelo con mocos, pero ello no borra un principio fundamental: las ideas deben ponderarse o desestimarse en función de su apego a la verdad y no en razón de quién las emite.
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Independientemente de nuestra postura sobre los desmanes, las agresiones a transeúntes, el secuestro de las calles y la destrucción de la propiedad pública y privada (hay quienes la celebran como la expresión última del empoderamiento femenino; hay quienes repudian toda manifestación violenta), cabe preguntarnos: y todo ello... ¿ayuda de alguna manera a solucionar los problemas de violencia, maltrato y abuso que enfrentan las mujeres en nuestras sociedades?
Responda usted también como mejor considere: hay quienes dicen que, en efecto, La Marcha contribuye a la visibilización del problema y por lo consiguiente justifica toda la destrucción y violencia que en nombre de esta causa se pueda cometer. Y hay quienes, en cambio, creen que es poco o nada lo que estos excesos hacen por un movimiento que, de entrada, es irreprochable.
Ahora, impopular y por nadie solicitada, mi humilde opinión (mentira, no es humilde):
Creo honestamente que nuestras autoridades, nuestros gobiernos de todos los niveles, de todas las ideologías, emanados de cualquier partido o corriente política, toleran con enorme gusto el 8M y la violenta purga que trae consigo porque es preferible limpiar el desastre, recoger los destrozos y reponer lo que se haya roto, en lugar de ofrecer un Estado de derecho pleno, con leyes operativas, un sistema judicial eficiente y una política social que en efecto vaya diluyendo el machismo tan asimilado en nuestra cultura.
Piénselo: les sale baratísimo a nuestros gobernantes hacer limpieza y componendas un día del año, cada nueve de marzo, en lugar de ponerse a hacer toda la tarea que tienen pendiente.
Imagino que hasta les da gusto que la facción más radical del feminismo salga a las calles a descargar toda su rabia y su frustración, con tal de que no se les moleste el resto del año con ese incómodo tema de la violencia contra las mujeres, los feminicidios, la discriminación, la desigualdad, etcétera.
La causa no va a obtener así la justicia que se merece y necesita, pero a cambio se les ofrece un día para hacer catarsis. ¿Lo toman o lo dejan?
Lo peor de todo es que ofuscadas −y con razón− lo toman de muy buena gana, aunque yo no dejo de pensar que las están timando.
II. Vimos también en días recientes como “el pueblo bueno” tomó a la justicia por mano propia y decidió dar muerte por linchamiento a los presuntos responsables del secuestro y asesinato de una menor en el estado de Guerrero.
No es por desgracia la primera y desafortunadamente tampoco será la última vez que veamos a una turba enardecida llenar el vacío de justicia que por incompetencia o por corrupción generan nuestras autoridades.
¿Es genuino un acto de esta naturaleza? ¡Desde luego que no! Nada justifica estas acciones. Nada, absolutamente. Las garantías individuales son para todos, incluso para quienes se acusa de cometer las acciones más horrendas. Es el Estado, y nadie más que el Estado quien debe deslindar responsabilidades e impartir justicia.
Pero a no dudar, hay gente gozando con el linchamiento de los infelices, ya sea regodeándose con los videos compartidos en redes sociales y opinando favorablemente al respecto; o bien, quienes participaron activamente en este otro crimen que en nada ayuda a resarcir el primero.
Nuevamente, el Gobierno, a falta de Justicia, de seguridad, de certidumbre, de oportunidades, de instituciones sólidas y de algo parecido al Estado de derecho, le ofrece a sus ciudadanos la oportunidad de descargar su frustración acumulada.
Desde luego, en el discurso, el linchamiento es condenable, pero en la práctica es una ganga para quienes nos gobiernan. Dejarnos hacer a placer, mientras ellos se hacen de la vista gorda, sigue siendo más sencillo, fácil y cómodo que cumplir su responsabilidad como proveedores del orden.
En vez de procurar aquello a lo que se supone están obligados, permiten que la gente se despache con un remedo de justicia bíblica (por aquello de las lapidaciones), con una ley cavernícola que tan barata sale en comparación con una sociedad regida por leyes.
Así la autoridad no se fatiga mucho y los ciudadanos se crean la ilusión de que no prevaleció la impunidad.
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III. Mi intención era abordar cómo la 4T y su comandante supremo, El Gran Jefe Ganso Cansado, juegan exactamente a lo mismo. Y tienen a un amplio sector de la población feliz y satisfecho no con acciones de gobierno sensatas, no con un proyecto de nación realista y sustentado, no con políticas sensibles y humanas, ni con medidas efectivas contra la corrupción y la falta de gobernabilidad, sino con una pobre imitación que, en cambio, les ofrece periódicas descargas de endorfinas.
La más relajante y satisfactoria catarsis, todos los días a primera hora, es lo que el Tlatoani procura a sus leales gobernados, a falta de cualquier otra cosa que pueda ofrecerles.
Hablaremos de esto en la próxima entrega, pues al parecer muchos siguen de vacaciones y no sería amable dejarlos fuera del chisme electoral que tenemos por delante.