¿A quién le importa?

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“Seguimos construyendo la destrucción del futuro. Rogamos sepan disculpar las molestias”.
Joaquín Lavado Tejón
Tenemos ya graves problemas de acumulación de población en ciudades grandes, y es que los empleos mejor pagados están en estos espacios, y por ello el desplazamiento y la concentración. Se invierten cantidades importantes de recursos en infraestructura de transporte colectivo, que al final del día resulta insuficiente, por diversas razones y sin razones, asimismo, la contaminación medioambiental, producto de la industrialización sin responsabilidad, va a la alza. Todo esto tiene un costo. Y ya nos está pasando factura la naturaleza. Y no obstante, cerramos los ojos y sobre todo la conciencia. El cambio climático no es un cuento. La degradación de nuestro planeta es evidente, y no tenemos opción de mudarnos a otro. Los daños provocados significan enfermedad y muerte.
Hoy día millones de personas están sufriendo ya los efectos catastróficos de fenómenos meteorológicos que se ven agravados por el cambio climático. No son cuento las prolongadas sequías, ni las devastadoras tormentas tropicales, ni las temperaturas abrasadoras que nos están agobiando, ni las inundaciones. La devastación que el cambio climático está produciendo ya debiera ser un foco rojo para la humanidad. Los expertos en el tema advierten que las emisiones de gases de efecto invernadero en 2024, van a alcanzar sus máximos niveles, y si no se atiende el problema, reduciéndolos por lo menos en un 43%, será inevitable una catástrofe absoluta. El cambio climático no hace distingos, nos afecta a TODOS, y derivado de esto tenemos el deber de actuar y luchar para minimizar y detener sus efectos. Cada generación debe de asumir la responsabilidad para resolver los problemas a los que se enfrentan y procurar entregar a la próxima el mundo en mejores condiciones, esto por supuesto demanda generosidad, solidaridad y congruencia. Las autoridades tienen un rol definitivo para alcanzar este objetivo. De ahí que la suma de esfuerzos debe venir de las dos partes, gobernantes y gobernados.
Los habitantes de este siglo infortunadamente hemos ido perdiendo nuestro sentido de humanidad, no tiene prácticamente ningún significado hoy día la naturaleza gregaria con la que nacimos, el zoon politikón al que se refería Aristóteles lo hemos ido arrumbando en la desmemoria del egoísmo. La vida en común, va dejando de importarnos y hoy la idolatría por el yo es la que priva. De ahí nuestra insensibilidad agudizada a cuanto no ataña a nosotros mismos. Y no solo es nuestra indiferencia hacia lo que ocurre con el cambio climático, si no a muchos otros ámbitos de nuestra vida en sociedad. La humanidad ha pasado desde que apareció sobre la faz de la tierra por diferentes crisis que la han estremecido y ha tenido que lidiar con diferentes resultados, a veces positivos y otros negativos. Y todo ello le ha ido dejando lecciones, experiencia. La lógica dice que debiera incorporarse al conocimiento, y desde esa perspectiva amainar la comisión de los mismos yerros. Ergo, la experiencia debiera ser un instrumento sine qua non para resolver problemas. Pero no hay criatura más reacia que el hombre, pareciera que tenemos fascinación por tropezar una y otra vez y con la misma piedra. Y con esto entro a otras reflexiones a compartir con usted.
El ejercicio del poder público en nuestro país nunca ha sido ejemplo a seguir. De suyo es deleznable, y no lo digo yo, está escrito en cada página de nuestra historia, los siglos XIX y XX y lo que va del XXI, dan cuenta pormenorizada de que los mexicanos somos muy duros de entender. Si tuviéramos otra mentalidad, producto sin duda de una educación y formación diferentes a lo que se nos ha enseñado, nuestro sentido de pertenencia y nuestra calidad de dueños de esta amada y noble tierra se reflejaría en nuestra conducta y sobre todo en nuestro actuar.
Ni por asomo concebiríamos a los gobernantes como entes que nos hacen un favor al trabajar para nosotros, tendríamos bien clara su calidad de servidores por paga y temporales, y les revisaríamos el desempeño con lupa. Y llegadas las elecciones mandaríamos al carajo a los susodichos y a los partidos que los postularon sino cumplieron con sus funciones en los términos establecidos en la ley.
Hoy gobierna la izquierda, va por su segundo periodo. Y se venden como los únicos herederos y depositarios de la democracia. La mayoría de los votantes les entregaron el país enterito, no existe ningún contrapeso, al último le darán matarile estrenándose la próxima legislatura. Esto no es ninguna novedad. Y ahí está el detalle, como decía Cantinflas. ¿Hasta cuándo vamos a entender que el ejercicio del poder del estado, sin equilibrios, es peor que las plagas de Egipto? La corrupción y la impunidad nacieron y se alimentan en esa ausencia. ¿Se repite el yugo? Sí, ya nos lo pusimos. Si fuera una izquierda dialogante se podría llegar a consensos, pero no lo es. Empezando por el dueño de Morena. Un tipo al que el imperio de la ley SIEMPRE le ha valido sorbete, él ha vivido de pasársela por debajo de... de donde usted quiera.
¿Tendrá la futura presidenta los arrestos para sacudirse a López y mandarlo a su rancho? ¿Pesará su preparación de científica en su toma de decisiones? ¿Qué escucharemos en el Congreso? ¿Debate que construye o una sarta de leperadas? ¿Propuestas a favor de los mexicanos o de los intereses del partido dominante? Todo eso ya lo hemos padecido. Que pin... memoria de los mexicanos. Nos negamos a crecer. Y aferrados a comer más de lo mismo.