A veces, para mejorar un auto eléctrico, hay que empeorarlo un poco
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Las ventas de vehículos eléctricos está cayendo en parte porque son muy aburridos de conducir en comparación de los modelos de gasolina
Por Ezra Dyer, The New York Times.
Estamos en un punto de inflexión del optimismo en torno a los autos eléctricos. En los últimos años, debido a que las ventas de vehículos eléctricos aumentaron de manera significativa y las automotrices anunciaron una avalancha de nuevos modelos impulsados por baterías, parecía que los autos eléctricos eran una inevitabilidad a corto plazo. No obstante, a pesar de todas las promesas, parece que el entusiasmo por los vehículos eléctricos se ha enfriado.
Hace poco, Ford anunció que está recortando los objetivos de producción de la Lightning, su camioneta eléctrica. La fanfarrona Tesla proyectó que el crecimiento de las ventas en 2024 sería “notablemente inferior” al de años recientes. Hertz está vendiendo alrededor de una tercera parte de sus autos eléctricos y Audi está ralentizando su transición a los vehículos eléctricos. Hay bastantes obstáculos evidentes para los vehículos eléctricos: el costo, la autonomía y la infraestructura de recarga (o la falta de ella). Sin embargo, también hay un problema más sutil que no se resolverá con facilidad: los autos eléctricos son demasiado aburridos.
Sé que parece una queja absurda y estoy de acuerdo. En la lista de cosas que están mal en el mundo, “los autos eléctricos son aburridos” no es una de las cinco primeras. Me encanta poder cargar con paneles solares mi miniván Pacifica híbrida enchufable de Chrysler y creo que los vehículos eléctricos son la respuesta a las necesidades de transporte a largo plazo de la humanidad. No obstante, también creo que la experiencia anestésica de conducir un auto eléctrico es un obstáculo real para la adopción generalizada de la tecnología, debido a que casi todos los compradores potenciales de vehículos eléctricos crecieron con la rica experiencia sensorial de la combustión interna.
El acto de conducir, tal y como lo conocíamos antes de la llegada de los autos eléctricos de consumo masivo hace poco más de una década, involucraba rituales familiares que se hicieron un lugar en nuestra psique colectiva. Girábamos una llave o presionábamos un botón, sentíamos un rugido de vibraciones a través del asiento y el volante, poníamos una transmisión en marcha y escuchábamos cómo subían y bajaban las revoluciones al cambiar de velocidad. Quizá aprendiste a conducir con una transmisión manual, con los pies bailando entre el embrague y el acelerador mientras elegías qué velocidades meter, entrecortado al principio, pero, con el tiempo, labró un surco en la memoria muscular. Tal vez haya olores no tan agradables, a aceite y gasolina o diésel, pero tampoco del todo desagradables.
Para los amantes de los autos e incluso para quienes no lo son esta inundación de retroalimentación sensorial está asociada con la libertad y los viajes por carretera, las primeras citas y las idas apresuradas al supermercado.
Los autos eléctricos implican una ruptura definitiva con todo eso. Si te subes a un auto eléctrico, a menudo no hay una llave que girar ni un botón de arranque que presionar... simplemente está encendido. Hay poco ruido, salvo el tono de aviso para peatones que exige la ley, el cual a menudo suena como si Trent Reznor estuviera componiendo una tonada de Nine Inch Nails con un sintetizador espeluznante en algún lugar detrás del parachoques delantero. Algunos de ellos tienen un modo de “un pedal” que ni siquiera requiere tocar el pedal del freno la mayor parte del tiempo. Es como conducir en una cámara de privación sensorial. Para los pasajeros, es lujoso. Para los conductores, es aburrido.
Claro, algunas versiones del Air de Lucid y del Model S de Tesla pueden alcanzar los 240 kilómetros por hora en menos de 10 segundos, pero eso es tan importante como que los relojes sean sumergibles a una profundidad de 300 metros: un alarde para ricos pesados. La Cybertruck de Tesla, con su forma de meme poligonal y su piel de acero inoxidable, en esencia es la réplica más visible del mundo al problema de los vehículos eléctricos aburridos. Sin embargo, si se presiona el acelerador, se comporta como cualquier otro auto eléctrico, es decir, con rapidez y sin corazón.
Una aceleración potente solía ser emocionante por sí misma, pero los vehículos eléctricos han mercantilizado y amortiguado ese aspecto del rendimiento. Un auto eléctrico rápido es tan común como un día soleado en Los Ángeles, una agradable normalidad de punto de partida que por lo general se da por sentada.
Tal vez sea cierto que muchos autos son aburridos en general, independientemente de qué los impulse, inofensivos a propósito en nombre del atractivo para las masas. Y quejarse del sonido y el carácter puede sonar a queja inútil de un grupo demográfico criado con “muscle cars” y autos manuales de cuatro velocidades: “Boomers” sobre ruedas. No obstante, tengo malas noticias para las automotrices que esperan que la próxima generación se sume al movimiento de los vehículos eléctricos.
Mis hijos tienen 11 y 13 años y no sienten un entusiasmo manifiesto por los autos eléctricos. Cuando juegan “Forza” en Xbox, oigo los chirridos de los Lamborghinis y el rugido de los Raptor de Ford que emanan de la habitación. Me gano la vida probando autos y el favorito de los niños de los últimos años fue el Challenger Black Ghost de Dodge, una máquina de 807 caballos de fuerza que chupa hidrocarburos y representa el último aliento del trueno V-8 sobrealimentado de Dodge. En realidad, es un auto estúpido, el máximo de los imbéciles, un grito de exceso mezquino. No obstante, su brutalidad mecánica analógica activa un lóbulo primario en lo más profundo de nuestro cerebro, el que cataliza el ruido en adrenalina. El último Challenger V-8 salió de la línea de producción el 22 de diciembre del año pasado, otro dinosaurio que destruyó el asteroide de los vehículos eléctricos.
Las automotrices intentan averiguar cómo recuperar la personalidad distintiva de los autos como el Black Ghost en la era de los vehículos eléctricos. Dodge imagina un sistema de altavoces estruendosos para sus futuros “muscle cars” eléctricos, que imiten el ruido de los tubos de escape. BMW busca ser futurista con una banda sonora desarrollada por Hans Zimmer: pisas el acelerador y el modelo iX se llena del ruido hecho con sintetizador del torcimiento de una nave espacial. Toyota está desarrollando un emulador de transmisión manual para autos eléctricos, con el fin de devolver parte del involucramiento al volante. O eso esperamos.
Fabricar una transmisión manual simulada que en realidad no esté conectada a nada puede sonar un poco patético, pero tengo motivos para ser optimista, porque he visto cuán rápido puede cambiar la tecnología. Hace veinte años, fui a la conferencia de Michelin sobre vehículos de combustible alternativo en Shanghái y, en aquel momento, nadie veía en el horizonte las baterías de litio ni los autos eléctricos. Ahora tenemos camionetas ‘pickup’ eléctricas que son tan rápidas como un Corvette y las energía eólica y solar son los nuevos medios de producción de electricidad más rápidos y baratos. El gobierno del presidente Joe Biden busca acelerar la adopción de los vehículos eléctricos con nuevas normas e incentivos fiscales. Y parece lógico que, después de conquistar sus metas objetivas, las automotrices recurran a las subjetivas, los ruidos y matices que vuelven divertida la conducción.
Mira, lo único que quiero es un vehículo eléctrico que suene como un puma rugiendo en la ventana de tu habitación, como lo hace un 911 GT3 de Porsche con el acelerador a fondo. El GT3 y muchos de nuestros autos favoritos podrían ser mucho más silenciosos. No obstante, Porsche comprende que, a veces, para mejorar un auto, hay que empeorarlo un poco.
El futuro eléctrico es limpio, uniforme y refinado. Sin embargo, podríamos llegar ahí más pronto si conseguimos darle un poco de aspereza. c.2024 The New York Times Company.