Amigos singulares
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Una amiga me invitó a cenar a su casa. Había más amigos suyos, pero yo no conocía a ninguno.
Empezaron a hablar de las citas más extrañas que cada quien ha tenido. Mi amiga dijo que no recordaba alguna en especial.
Morra desconocida: Citas no, pero platícales de la vez que saliste con tu amigo.
Amiga: ¿Cuál?
Morra desconocida: El que solamente puede ir a un restaurante porque ya le dio la vuelta a los demás y a todos les ha encontrado defectos. Que a ese todavía no le encuentra nada, pero cuando van se sientan en la mesa del fondo porque es la más cercana a la salida de emergencia.
Amiga: no, no me acuerdo.
Morra desconocida: sí, que luego fueron a una exposición en una galería de arte independiente donde había puro hippie, y una chica tatuada y con rastas les ofreció canapés y lo primero que le preguntó tu amigo fue que si tenían droga. ¿Apoco no te acuerdas?
Yo: creo que yo sí me acuerdo.
Morra desconocida: ¿También te platicó a ti?
Yo: no, pero ese amigo soy yo.Morra desconocida:
Ah...
Silencio en el comedor.
Debo hacer un par de aclaraciones: la primera es que es mentira que solo puedo comer en un restaurante. En realidad son dos. La segunda (preguntar si los canapés tenían droga) es porque alguna vez fui a una fiesta, me acerqué a la mesa de snack y me serví panditas en un plato; me metí un puñito a la boca y una arcada me obligó a escupirlos en una servilleta. Pregunté qué le habían echado a las gomitas que sabían a puro alcohol y todo mundo me vio con cara de: Vato, la gente normal sabe que a las panditas se les pone vodka...
Huy, pues perdón por no tener los mismos vicios que ustedes.
Ambos puntos fueron aclarados en la cena, pero ellos iban a confiar en la postura de mi amiga, aunque era obvio que estaba exagerando.
Salí de esa reunión con una nueva certeza: soy la amistad más rara en la vida de mis amigos.