Añoranza del Regiomontano. Los trenes de pasajeros de López Obrador (1)
Este 20 de noviembre, en el marco de la conmemoración del 113 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, el Diario Oficial publicó el Decreto de López Obrador que establece el regreso del servicio de pasajeros en las vías férreas que hoy se utilizan únicamente para el transporte de carga y otorga preferencia para brindar el servicio a las empresas que ya poseen las concesiones de 17 mil 487 kilómetros de vías férreas. En 1995, el Estado desapareció Ferrocarriles Nacionales de México, suprimió el servicio de pasajeros y concesionó sus vías férreas, estaciones y demás activos.
El ferrocarril llegó a México poco antes del porfiriato, pero se expandió y consolidó en la época porfiriana como verdadero detonante del progreso nacional. Antes de su introducción, los caminos eran malos y peligrosos, imposibilitaban el traslado de productos agrícolas e industriales y las personas viajaban en casos imperiosos a lomo de mula o en coches y carretas tirados por caballos. El ferrocarril unió a casi todas las ciudades y pueblos del país y se convirtió en el medio de transporte por excelencia y en muchos casos en el único medio de supervivencia y movilidad para los habitantes de poblados y rancherías que transformados en estaciones cobraron vida. Uno de ellos fue Paredón, municipio de Ramos Arizpe y otro Carneros, en el sur de Saltillo.
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Durante la Revolución Mexicana, los trenes desempeñaron importante papel. Con frecuencia, las batallas se ganaban o se perdían porque las vías férreas habían sido voladas o inutilizadas. Quien tenía un tren en su poder podía transportar tropas, abastos y municiones. Por eso los llamaban caballos de acero. Ferrocarriles Nacionales de México fue una de las empresas más valientes y generosas del país. Al igual que tantas otras cosas, el ferrocarril se sostuvo gracias al realismo mágico que da a los objetos un toque de encantamiento: se usó y se usó hasta que se acabó, y ya no hubo para más. Con su desaparición se acabaron los trenes de pasajeros, rancherías como las de Ramos Arizpe o Estación Carneros, al sur de Saltillo. Los trenes mexicanos son protagonistas de un sinfín de historias.
Por los años setenta, todos los saltillenses que iban al entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México, viajaban en el Regiomontano, uno de los dos trenes rápidos mexicanos, que cubría la ruta México-Monterrey pasando por Saltillo. Hacía su trayecto en la noche y supuestamente en 14 horas, cuando un tren normal de pasajeros tardaba 24 o más. Entonces eran mejores las vías de acero que las carreteras. Volar en avión era para las clases privilegiadas, los vuelos eran caros y escasos y en Saltillo no había aeropuerto.
En el diario ir y venir del Regiomontano se suscitaban anécdotas, a veces tan inverosímiles como las que narra Juan José Arreola en su cuento “El Guardagujas”. El Regio era un tren de lujo. Llevaba un carro-comedor que ofrecía un servicio de primera, menús de exquisitos vinos de mesa y de platillos internacionales para la cena y el desayuno. También llevaba un elegante carro-bar y un carro mirador enganchado al final del convoy. En los coches-dormitorio, los camarines y alcobas incluían baño privado y cómodos sillones que de noche se convertían en camas, con sábanas, cobertores y almohadas. Viajar en él resultaba atractivo.
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Podía uno cenar en mesa bien servida, luego encerrarse en el camarín, intentar dormir arrullado por el ruido y los bruscos movimientos del tren, o sentarse a beber y jugar póker en el bar. Los que optaban por esto último corrían el riesgo, ya achispados, de perderse de regreso a su dormitorio y recorrer varias veces los vagones antes de encontrarlo, si no es que se metían a la cama de algún otro pasajero despistado que no había cerrado por dentro la puerta de su alcoba. Los porter y camareros desaparecían misteriosamente en la madrugada. ¿Revivirá el ferrocarril el servicio de pasajeros en México? Si las empresas concesionarias no se interesan, el gobierno de López Obrador lo entregará al Ejército y a la Marina, como dice el decreto y como hizo con el Tren Maya y el Ferrocarril Transístmico.