Antonio Berchelmann Arizpe, el mejor jurista coahuilense

Opinión
/ 7 marzo 2024

Hoy el profesor Antonio Berchelmann Arizpe recibirá el doctorado honoris causa que aprobó el Consejo General de la UAdeC, a propuesta de la Academia IDH. Reconocer al profesor por sus grandes méritos académicos implica, sin duda, reconocer el papel relevante que tiene nuestra universidad en la formación de los agentes de cambio social. Sin universidad no hay vida profesional que sirva a la comunidad.

Siempre lo he dicho. Don Antonio es el jurista coahuilense más relevante del siglo 20 y 21 de nuestra entidad. Su gran obra jurídica se ve plasmada en sus leyes, sentencias, artículos, libros y lecciones del Derecho que han transformado la realidad. Es un jurista ejemplar: a muchas generaciones nos enseñó a querer y respetar el Derecho como el camino más adecuado para darle orden, certeza y justicia a la sociedad.

TE PUEDE INTERESAR: Voto a juzgadores: Las razones del populismo judicial

Él fue un gran maestro, juez, legislador y defensor. El doctorado honoris causa es un título que, ante todo, representa el máximo honor profesional a causa de la buena reputación personal que se forja durante toda una vida de buenas acciones, méritos y logros que construyen la gran obra social, reconocida e intachable.

Al profesor Berchelmann lo conocí, por primera vez, en las aulas de la Facultad de Jurisprudencia. Nos enseñaba, por la tarde, Derecho Procesal Penal. En ese entonces también era magistrado en el TSJ. Llegaba del tribunal al salón de clase (un poco) tarde, pero nos retirabamos muy tarde. Por él, podía seguir impartiendo cátedra sin cesar.

Con sus lecciones, aprendí a entender la posición crítica del Derecho. Don Antonio enseñaba el proceso penal con una perspectiva garantista. Nos decía: La culpa de la violación de la ley no sólo es de las autoridades ministeriales que abusan del poder. Los jueces también somos responsables. Eso fue una gran enseñanza, también. El juez está para erradicar y sancionar la arbitrariedad, no para avalarla con nuestros criterios.

Desde entonces, tuve la fortuna de acercarme con el profesor Berchelmann. Después de la clase me quedaba a platicar con él. Me compartía sus monografías que, en ese momento, trabajaba en su maestría de Derecho Penal. Esa fue otra gran enseñanza. Él era ya un magistrado con un gran reconocimiento en la comunidad, pero seguía estudiando, seguía aprendiendo, seguía discutiendo. La única forma, pues, de cambiar la cultura de la ley para mejorar nuestro sistema legal, me decía, era por medio de la investigación jurídica. Hay que construir conocimiento jurídico útil y necesario para la comunidad.

Mi cercanía con el profesor, luego, se trasladó al tribunal. Lo visitaba en el Palacio de Justicia para asesoría en algunos trabajos de investigación. Gané, incluso, un premio por un artículo sobre la preclusión de la querella que realicé con el seudónimo de Daniel “El Travieso”. No fui a la ceremonia de premiación. Pero Don Antonio sabía que yo era el que había realizado el trabajo. No porque fuera muy bueno el texto que escribí, sino por la imagen de la caricatura que utilice para participar.

En un incidente generacional denominado “Los Hooligans en Juris”, a don Antonio le tocó una mojada, con su traje impecable, cuando mi generación se despedía de la escuela. Se hizo un escándalo por esas malas prácticas estudiantiles. El castigo de la Dirección fue la obligación de hacer tesis. Al final, pocos nos titulamos con tesis. En mi caso, sin embargo, desde el cuarto año de la carrera estaba trabajando mi tesis sobre la garantía de la orden de aprehensión. El maestro fue mi tutor.

Mi suerte profesional me permitió luego conocer al profesor en el ámbito judicial. Él era el presidente del TSJ. Yo había ganado un concurso para ser secretario en un juzgado en Sabinas. Un día lo visité en su oficina. Me dijo que recibía muchas quejas del Ministerio Público por mi trabajo porque no les gustaban los criterios que asumíamos en el juzgado. La razón: las ideas garantistas que aprendimos de él. Sólo se sonrió y me dijo: “sean prudentes, nada más. No vayan a incendiar el pueblo”. Siempre respetó las ideas de sus alumnos.

TE PUEDE INTERESAR: En Coahuila, el Derecho Penal se llama Antonio Berchelmann Arizpe

Después tuve la fortuna de ser su secretario de estudio en la sala penal. Había un rezago de más de mil tocas penales. Trabajamos día y noche. Literal. En un año pusimos al día la ponencia. Un día, en la madrugada, su esposa Linda marcó a la oficina. Me dijo: “dile a Toño que hoy se casa su hija. Que ya se venga a la casa, por favor”.

Él se fue después al Congreso como legislador. Nuevamente, me invitó a trabajar con él para redactar los códigos penal y de procedimientos penales. Fue una nueva enseñanza del maestro: hay que aprender a hacer las leyes para hacer cambios profundos en la justicia.

LAUDATIO

Hay muchas cosas más que viví y sigo viviendo al lado de mi maestro. Algún día las compartiré. Pero si quieren conocer los méritos del profesor que han marcado la vida profesional de muchas generaciones, los invitó hoy para que escuchen en la casa morada la laudatio que hoy leeré del mejor jurista que Coahuila ha tenido, el profesor Antonio Berchelmann Arizpe.

¡Muchas felicidades, querido doctor de nuestra universidad!

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM