Café Montaigne 268: Baruch Spinoza, un filósofo del presente
COMPARTIR
A casi 400 años del nacimiento de Baruch Spinoza (Ámsterdam, 1632- La Haya, 1677) su figura se agiganta. De hecho, influye más él y es revalorado en todo el mundo con nuevas ediciones de su obra que muchos de los escritores o pensadores contemporáneos, los cuales muestran las costuras de la coyuntura actual, pero sin bagaje, sustancia ni consistencia definida. Y para entrar en materia (en varios textos anteriores de esta tertulia de “Café Montaigne” lo he estado citando a menudo y al hacerlo trato de explicarlo y explicármelo al día de hoy), vaya, una confesión de mi ignorancia la cual me viste diario como túnica perpetua.
La confesión es la siguiente: antes de esta lectura que estoy haciendo de él y de su poca obra, la cual tengo (nada, es la verdad. Aquí va a leer por qué) en mi biblioteca, siempre pensé que era su nombre Baruch de Spinoza. Pues no. Tampoco es Baruch Spinoza. Su verdadero nombre, cuando era judío y en su sinagoga de la cual fue expulsado por sus ideas incendiaras de Dios y las Escrituras, fue Benedict de Spinoza. Aunque ya era nombrado Baruch Spinoza. Pero los estudiosos y especialistas de su obra, como Jonathan Israel, escribe que en verdad le pusieron el nombre de su abuelo materno, Baruch Osorio.
TE PUEDE INTERESAR: Factor Tesla (recargado 3)
Decía el divino ciego Jorge Luis Borges –admirador y gran lector de la obra de Spinoza– que primero y para ser escritor uno debe de tener nombre de escritor. Es aquello de “nombre es destino”, o bien, lo de Julia Kristeva: “infancia es destino”. Por eso los dictados bíblicos encierran en los retruécanos de sus nombres propios la esencia de su destino. Algunos al azar: Job es “el perseguido”, Salomón “el pacífico”, Samuel “nombre de Dios”, Rut “amistad”, “Ezequiel” “Dios fortalece”, Caín es “el que consigue”. En fin, todo esto usted lo sabe. Y pues sí, desde siempre el bautizo o autobautizo del nombre de guerra del filósofo es este: Baruch Spinoza.
El año pasado, septiembre del 2022, la vilipendiada revista por Andrés Manuel López Obrador, “Letras Libres”, y también y harto satanizado su director Enrique Krauze, editaron un número fabuloso dedicado a Spinoza. Los colaboradores de dicho homenaje fueron de primera fila: Ian Buruma, Jonathan Israel, Steven Nadler; el mismo Enrique Krauze, quien anunciaba la edición de su libro, precisamente, “Spinoza en el Parque México”, hoy ya editado y al cual apenas le voy a poner los ojos; Rebecca Newberger...
No había leído nada completo de Baruch Spinoza. De hecho y al día de hoy sigo sin leerlo realmente. En la ciudad e incluso en Monterrey no hay materiales de su pluma, no obstante que varias editoriales le han dedicado serios trabajos y bien cuidadas traducciones que son apreciadas en todo el mundo. Habitamos el desierto inclemente y yermo en todos sentidos, y aquí es imposible conseguir dichas ediciones. Al menos no hoy. Lea usted: ¿Es una buena edición, es una edición bien traducida, es una edición completa? Absolutamente no. Vaya pues, ni siquiera figura el nombre del traductor. Pero por lo pronto y al momento de redactar esta nota, es lo que tengo a la mano. Edición la cual ya he leído dos ocasiones: “La Ética según el Orden Geométrico I y II” y “Tratado de la Reforma del Entendimiento”.
TE PUEDE INTERESAR: 2024: No perder de vista al Poder Legislativo, sus integrantes deben representar a la sociedad
Lo he subrayado hasta el hartazgo, pero siento y lo sé, de poco o nada va a servir cuando de verdad lea una buena traducción de su pensamiento crítico, plural y amplio. Los dos anteriores libros están encapsulados en apenas 173 páginas. Incluyendo partes ilegibles o bien con algunas erratas ortográficas. Ya he mandado a traer vía paquetería su obra bien editada y anotada. Costó una fortuna, pero vale la pena por el tamaño del filósofo que nos enseña algo esencial: las ideas racionales y la crítica punzante siempre serán intolerables por los fanatismos reinantes. Sea ayer (hace 400 años) o los de hoy.
ESQUINA-BAJAN
Uno de sus párrafos demoledores: “... si el movimiento que los nervios reciben de los objetos captados por los ojos conviene a la salud, los objetos por los que es causado son llamados bellos; y feos los que provocan un movimiento contrario. Los que actúan sobre el sentido por medio de la nariz son llamados aromáticos o fétidos; los que actúan por medio de la lengua, dulces o amargos, sabrosos o insípidos... Todo ello muestra suficientemente que cada cual juzga de las cosas según la disposición de su cerebro, o más bien, toma por realidades las afecciones de su imaginación”.
Para Spinoza, este Dios benevolente o escanciador de vinos y aromas, no existe. No puede existir Dios separado de la naturaleza. Tampoco creía que el curso o destino de los acontecimientos y sucesos en nuestra realidad estuviera gobernado por una divinidad omnisciente. Para Spinoza no existe tal cosa como lo conocido como Divina Providencia.
TE PUEDE INTERESAR: Política distractora: la agenda de López Obrador
Leamos al sabio Spinoza: “Y a quienes preguntan: ¿por qué Dios no ha creado a todos los hombres de manera que se gobiernen por la sola guía de la razón? Respondo sencillamente... porque las leyes de su naturaleza han sido lo bastante amplias como para producir todo lo que puede ser concebido por un entendimiento infinito...”. Sí: Dios no puede ir en contra de su creación. Es aquello de que Jesucristo jamás resucitó. No se puede alterar la naturaleza creada por Dios infinito. Ojo.
LETRAS MINÚSCULAS
Hay una frase célebre espetada por el científico Albert Einstein. Cuando le preguntaban si creía en Dios, éste respondía: “Sí, creo en el Dios de Spinoza”.
Encuesta Vanguardia
https://vanguardia.com.mx/binrepository/1024x1024/-175c29/1200d801/none/11604/NDYQ/05_1-6781805_20230824011035.png
$urlImage