Café Montaigne 337: el remedio contra la barbarie

Opinión
/ 27 marzo 2025

95 años del nacimiento de Derek Walcott, Nobel de Literatura. No poca cosa señor lector, cuando la ignorancia y la sevicia en México, es nuestra túnica perpetua en este país nuestro, la barbarie y carnicería son nuestro ADN. Al parecer y por los últimos hechos de sangre y “exterminio” de todos conocidos. “El silencio es más potente que el trueno...” Uno de los altos versos de nuestro poeta y su aniversario al cual vamos a celebrar el día de hoy en esta tertulia de buen café. O vino tinto, si usted lo prefiere.

El silencio de Derek Walcott es ensordecedor. Ya es eterno. Y justo en nuestra tertulia pasada traté de tejer eso: la soledad y el silencio como hermanos, atados a eso llamado tiempo. Muchos comentarios y apostillas recibí al respecto por mi enfoque al hablar de ello. Y la poesía y la cultura es lo único que nos puede rescatar de la barbarie cotidiana.

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Hay autores, grandes autores los cuales pasan de noche para muchos de nosotros. Es el caso del poeta insular Derek Walcott (1930-2017) quien fue Premio Nobel de literatura en 1992. Se cumplen entonces y es aniversario, 95 años de su nacimiento. Es difícil, muy difícil conseguir su obra en este pueblo atado a los best sellers. De hecho, ni librerías hay. Tenemos que atenernos a lo que hay disponible. Y si hay un viaje a Ciudad de México o Guadalajara, pues allí sí, darse el tiempo suficiente para otear anaqueles atiborrados de buenos libros.

Tengo una sola obra de Walcott, “Pleno verano”, poesía selecta de Derek Walcott. El libro es una bien cuidada edición en tapa dura en traducción del poeta José Luis Rivas. Lo he leído no de tirón, sino a cuentagotas, en dosis bien administradas, como debe de hacerse en ocasiones y con ciertos libros. Este es uno de ellos. Y es que usted lo sabe, la poesía no se lee de “corridito” sino que se paladea, como se escancia en la copa un buen vino.

Y el libro y su autor vienen a cuento porque lo repito, se cumplen 95 años de su nacimiento. Murió luego de una penosa y larga enfermedad. Walcott fue Premio Nobel de literatura en 1992. Perdida irreparable de quien era considerado el más grande poeta entre los vivos. Se le tildó varias veces de ser un “Faro de luz” en la isla atiborrada de sevicia de ayer y de hoy.

Debido a su Aniversario (sólo hay un homenaje posible, leerlo a plenitud), acometo la lectura de leer su libro, su poesía selecta. Espero terminarla. Pero extraña cosa decir lo anterior, hasta terminarla. Imposible. La poesía jamás se agota. Muta solamente, se trastoca e incluso, se desordena, pero se convierte siempre en materia inflamable que hierve y arde dependiendo del día y de nuestra lectura y apetencias en el momento para disfrutar semejante y alta poesía e ideas.

Walcott fue escritor de poemas y dramaturgo; también pintor. Pero el escribir versos de una cadencia homérica, le valió el máximo reconocimiento de las letras (amén del credo fundamental, el de sus lectores), la concesión del Nobel de Literatura. Era un pensador, un artista en la amplitud del término y sin sujetarlo en académicos corsés. El padre del poeta era pintor de raza negra y su madre una profesora. Walcott nació y murió en Santa Lucía, una isla pequeña en la cual su posibilidad de desarrollo cultural era limitado. Pero no así su imaginación. De hecho, ese hábitat insular fue el germen, la semilla que florecería en sus mejores textos y libros de poemas.

ESQUINA-BAJAN

Líneas atrás y como preámbulo, le hable de barbarie, sevicia, sangre y algo brutal “exterminio”. Y esto mismo, exterminio (como en la Alemania Nazi) es de lo que se habla con referencia a lo que usted ya conoce: los atroces hechos que se están documentado en Teuchitlán, Jalisco. Y hay un Paréntesis el cual abro que es perturbador: el nombre original de dicha población es Teochitlán. Sí, igual que Teotihuacán. Y la raíz fonética “Teo” tanto en náhuatl como en griego es... Dios. Lugar de Dios, lugar de dioses el paraje donde al menos, mil 500 seres humanos fueron “exterminados”. Abordaré el tema desde mi muy particular punto de vista dentro de poco tiempo.

¿Remedio contra la barbarie? Lo he escrito no pocas veces: la poesía, leer poesía. La alta y maravillosa poesía de Derek Walcott, por ejemplo. Buen antillano, gustaba del tabaco y el trago. En 1990 y bajo el palio de la publicación de su libro “Omeros”, amén de haber sido su consagración definitiva y reconocimiento universal, le valió dos años después el Nobel de las letras. La tormenta de giras, discursos, lecturas, presentaciones y la concesión de doctorados Honoris Causa alrededor del mundo no se hizo esperar.

En un poema, “Mapa del nuevo mundo”, la cabellera de Helena, la dorada de Troya, es “una nube gris” y Troya un “foso blanco de ceniza/ a orillas de la mar donde llovizna”. Poesía para otro público, donde hierve la condición humana ancilada ésta en hurgar en los mitos fundadores que nos dan vida, identidad y pertenencia. Sí, nos dan humanidad lo cual es lo que hace falta en este sanguinario país llamado México.

LETRAS MINÚSCULAS

En uno de tantos versos para subrayar con plumón rojo, escribió: “Alguna vez pensé que el amor a la patria bastaba...” No, no es suficiente. Insisto, vea lo que es hoy nuestro país: un cementerio.

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