Calaveras y catrinas: La muerte y su significado

Opinión
/ 31 octubre 2023

El antiguo filósofo griego Epicuro afirmó: “La muerte es algo que no nos afecta, porque mientras vivimos no hay muerte; y cuando la muerte está ahí, no estamos nosotros. Por consiguiente, la muerte es algo que no tiene nada que ver ni con los vivos ni con los muertos”.

En esencia, Epicuro argumentó que no debemos temer a la muerte, ya que no experimentamos la muerte en sí misma mientras estamos vivos. Desde su perspectiva, la muerte no es un estado de sufrimiento o tormento, sino simplemente la ausencia de la experiencia consciente. Esta creencia lleva a la idea de que no hay razón para temer la muerte, ya que no es algo que nos afecte directamente durante nuestra existencia.

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PROFUNDA NECESIDAD

Por su parte, el neurólogo y psiquiatra austriaco Viktor E. Frankl, sobreviviente del Holocausto y creador de la “Logoterapia”, afirmó que la muerte es una parte natural de la vida humana y, por lo tanto, debe ser comprendida y enfrentada desde una perspectiva existencial y espiritual.

Frankl sostuvo que el ser humano tiene una profunda necesidad de encontrar sentido y propósito en la vida, y esto se extiende a la manera en que enfrentamos la muerte; por tanto, en última instancia, la muerte es un hecho objetivo y una realidad inevitable. Sin embargo, lo que realmente importa es cómo uno elige vivir su vida en el tiempo que se le ha dado.

Para Frankl, el sentido de la vida se encuentra al aceptar la finitud de la existencia y vivir de una manera que refleje nuestros valores y creencias más profundas. La muerte, en esta perspectiva, no es el final absoluto, sino una transición que forma parte de la experiencia humana.

FESTIVIDAD

Comento lo anterior dado que el 2 de noviembre es una de las fechas más significativas y tradicionales de México al celebrar el Día de los Muertos, conocido como el “Día de los Difuntos” o “Día de los Fieles Difuntos”.

Esta celebración es una mezcla de tradiciones prehispánicas y católicas que honra a los seres queridos que han fallecido.

Aunque la muerte es el tema central de este día, la festividad no es lúgubre, sino representa una oportunidad para fortalecer los lazos familiares y comunitarios. Es una muestra de la forma en que la cultura mexicana enfrenta la muerte con alegría, amor y respeto.

¿QUÉ ME IMPORTA?

Para el Nobel Octavio Paz, el Día de los Muertos es una fiesta, un componente esencial de la identidad mexicana al reflejar la fusión de elementos indígenas y europeos en la cultura mexicana, y muestra al mismo tiempo la resistencia a la muerte y la afirmación de la vida:

“Calaveras de azúcar o de papel de China, esqueletos coloridos de fuegos de artificio, nuestras representaciones populares son siempre burla de la vida, afirmación de la nadería e insignificancia de la humana existencia. Adornamos nuestras casas con cráneos, comemos el día de los difuntos panes que fingen huesos y nos divierten canciones y chascarrillos en los que ríe la muerte pelona, pero toda esa fanfarrona familiaridad no nos dispensa de la pregunta que todos nos hacemos: ¿qué es la muerte? No hemos inventado una nueva respuesta. Y cada vez que nos la preguntamos, nos encogemos de hombros: ¿qué me importa la muerte, si no me importa la vida?”.

RECORDATORIO

En esta fecha abundan las catrinas, esas representaciones esqueléticas de damas que se observan vestidas elegantemente, que son un ícono de la muerte, que simbolizan la dualidad de la vida y la muerte.

Y qué decir de las calaveras, ingeniosas composiciones literarias que básicamente son versos cortos, satíricos o humorísticos, que se burlan de la vida o de la muerte, que son generalmente irreverentes, pero cuyo objetivo no es ofender, sino recordar a los difuntos de una manera ligera y festiva, o intentan hacer alusión de personas vivas, mismas que, de manera muy particular, serán llevadas por la mismísima “Parca”.

En todo caso, esta fecha es un recordatorio permanente de nuestra finitud y temporalidad; representa un alto en el camino para pensar en todos aquellos seres amados que se nos han adelantado en el camino, pero que jamás mueren en nuestros corazones y que en todo momento están presentes en nuestra cotidianidad.

¿POR QUÉ HABRÍA?

En este sentido, he encontrado un maravilloso e inspirador pasaje del sermón “La muerte no es nada”, del teólogo anglicano y canónigo de la Catedral de San Pablo en Londres, Henry Scott Holland (1847-1918):

“El amor no desaparece nunca. La muerte no es nada, simplemente me he ido a la habitación de al lado. Yo soy yo, tú eres tú. Lo que éramos el uno para el otro lo seremos siempre. Dame el nombre que siempre me has dado. Háblame como lo has hecho siempre, no emplees un tono diferente. No adoptes un aire solemne o triste. Sigue riéndote de lo que nos hacía reír juntos. Ora, sonríe, piensa en mí, reza por mí. Que mi nombre sea pronunciado en casa como lo fue siempre, sin énfasis de ninguna clase, sin nada sombrío. La vida significa todo lo que ella ha significado siempre y es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado. ¿Por qué habría yo de estar fuera de tu pensamiento simplemente porque estoy fuera de tu vista? Te espero, no estoy lejos, justo del otro lado del camino. Como ves, todo está bien”.

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Esta hermosa narración transmite la idea de que el amor y la conexión con los seres queridos fallecidos no se rompen con la muerte, que nuestros difuntos están en paz, sencillamente esperándonos al otro lado del camino.

Esta continuidad de la relación mantiene viva la memoria y el cariño hacia nuestros seres amados, perdurando el amor después de la separación física.

¿DE QUÉ SIRVE?

El Papa Francisco comenta: “¡Nunca he visto, detrás de un coche fúnebre, un camión de mudanzas! Detrás de un coche fúnebre: no lo he visto nunca. Nos iremos solos, sin nada en los bolsillos del sudario: nada. Porque el sudario no tiene bolsillos. Esa soledad de la muerte: es verdad, no he visto nunca detrás de un coche fúnebre un camión de mudanzas.

“No tiene sentido acumular si un día moriremos. Lo que debemos acumular es la caridad, es la capacidad de compartir, la capacidad de no permanecer indiferentes ante las necesidades de los otros. O, ¿qué sentido tiene pelearse con un hermano o con una hermana, con un amigo, con un familiar, o con un hermano o hermana en la fe si después un día moriremos?, ¿de qué sirve enfadarse, enfadarse con los otros? Delante de la muerte muchas cuestiones se redimensionan. Está bien morir reconciliados, ¡sin dejar rencores ni remordimientos! Yo quisiera decir una verdad: todos nosotros estamos en camino hacia esa puerta, todos”.

SER FINITO, SER ETERNO

El Papa Francisco nos recuerda que la muerte es parte inevitable de la vida y nos anima a vivir de manera que reflejemos la generosidad, la compasión y la reconciliación. La muerte nos hace reflexionar sobre lo que realmente importa en la vida y nos recuerda la importancia de vivir en armonía con los demás.

Ante lo inevitable, sería bueno recordar que para los creyentes en la tumba no muere la vida, sino muere la muerte.

Más allá de las mexicanísimas calaveras y catrinas, desde la perspectiva de la fe, la muerte no tiene poder sobre la vida eterna. En otras palabras, la muerte física es un paso necesario para acceder a una vida superior, en lugar de una amenaza para la existencia eterna de una persona.

La fe y espiritualidad permiten entrar en contacto con lo eterno para experimentar la presencia de Dios en la vida, trascendiendo así la temporalidad y la realidad existencial.

La inigualable Edith Stein lo expresa de manera contundente: los seres humanos son finitos, pero también eternos.

cgutierrez@tec.mx

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