El sentido: cómo buscar una motivación central
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Cada persona puede descubrir su propósito individual y así evitar el vacío existencial
Viktor Frankl es reconocido como una figura importante en la psicología existencial y ha influido en la comprensión de cómo las personas enfrentan el sufrimiento y buscan un sentido más profundo en sus vidas.
Nació en Viena en 1905 y murió a los 92 años, y fue un notable siquiatra, profesor y escritor. Frankl estuvo en contacto con Freud y fue alumno del afamado Alfred Adler, autor de la psicología individual y precursor de la moderna psicoterapia.
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Fue creador de la logoterapia la cual se centra en la búsqueda del sentido de la vida como la fuerza motivadora primaria de los individuos. Frankl argumentaba que incluso en las condiciones más adversas, la búsqueda de un propósito significativo podía proporcionar fuerza y resiliencia, realidad que aprendió por experiencia propia ya que, durante la Segunda Guerra Mundial, fue prisionero en Auschwitz, el infame campo de concentración, siendo el único sobreviviente de su familia.
Frankl defendía la idea de que, aunque las circunstancias externas pudiesen ser incontrolables, el ser humano posee la “última de las libertades humanas” que es la libertad interior para elegir su actitud y respuesta ante las más adversas y dolorosas circunstancias.
En este contexto, la búsqueda del sentido profundo, un fin trascendente, es una motivación central en la vida humana y cada persona puede descubrir su propósito individual y así evitar el vacío existencial.
ESCALADOR
Viktor es reconocido en el ámbito de la psicología, pero posiblemente no muchas personas sepan que fue un escalador consumado y que jamás se cansó de buscar las alturas inclusive en la aviación; de hecho, a los 67 años, consiguió la licencia de piloto de aviación.
Esta desconocida faceta de Frankl me hace pensar en una analogía entre ser un escalador y el significado profundo del sentido de la vida.
Un escalador busca los desafíos porque ha encontrado el sentido de escalar, así vivir la vida es como encumbrar una empinada pared montañosa, asumiendo el reto de ganar, palmo a palmo, escasos centímetros de cuerda para conquistar un nuevo desafío: otros pocos centímetros de roca, otros exiguos segundos de tiempo, pero vale la pena el esfuerzo porque en sí mismo se encuentra la recompensa. Hay gratificación en el emprendimiento, pues contiene significados y razones profundas que lo hacen implícitamente valer.
El espíritu de un escalador, especialmente en cuanto a la capacidad de enfrentar desafíos, se fortalece al encontrar significado en la adversidad y mantener una determinación resiliente, lo cual nos dice mucho de la existencia misma.
SENTIDO
El escalador sabe que al ascender hay dolor, tensión, sufrimiento, sangre, pero también un estado de ánimo fortalecido por cada longitud de cuerda ganada, así como la incomparable sensación de felicidad de sentirse en la cumbre aún sin haber arribado a ella y el saberse poseedor de un espíritu ilimitado, indomable, y de una responsabilidad que se ha asumido cumplir libremente. El alpinista asume valientemente el sufrimiento y al otorgar sentido a su esfuerzo trasciende al mismo dolor.
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Es interesante apuntar que el escalador no escoge la senda que ofrece menor resistencia, sino la ruta más difícil, la que lo pone a prueba, la que sabe que puede negociar con la montaña, y paulatinamente incrementa los grados de dificultad en cada ascenso para llevar más lejos los límites de sus posibilidades humanas. Siempre hay un horizonte puesto en su mirada, mismo que se aleja conforme se acerca a esa línea imaginaria. Continuar es lo que hace que su escalada cobre sabor y entusiasmo, es como ir en pos de un arco iris. El sufrimiento lo soporta porque para él tiene sentido escalar.
MÁS, PERO...
Ahora, si somos honestos, por ejemplo, en el ámbito universitario, las rutas que la mayoría de los jóvenes pretenden escalar no son las que ofrecen los mayores desafíos, las que templan su espíritu, sino más bien al contrario: van en pos de menos exámenes, mínimas lecturas y material de estudio; más tiempo libre y vacaciones y menos clases; más placer evitando el “sufrimiento”; más bienestar, pero menos trabajo; más libertad, pero sin responsabilidad. Quieren horizontes que se puedan arribar con mucha facilidad. Desean precisamente lo contrario de lo que busca deliberadamente el alpinista.
TENSIÓN
Estos deseos surgen debido a que los adultos los hemos endiosado con la cultura del “no sufrimiento” por llamarla de alguna manera, con la adoración a la personalidad y la imagen, con la búsqueda del éxito social y económico. Nos han comprado la idea que vivir es exclusivamente contar con la salud óptima, “el cuerpo ideal”.
Los hemos narcotizado al darles fórmulas y pasos que conducen a la “felicidad total”, los obligamos o no contar con un objetivo vital, personal, trascendente, eterno, tarde que temprano esa búsqueda basada en el individualismo conduce a las personas a un fatal precipicio: pérdida del sentido comunitario, depresiones y obsesiones, crisis matrimoniales y familiares, aburrimiento, promiscuidad, soledad, avaricia, adicciones, suicidio e innumerables formas de violencia.
Concuerdo con Frankl: Es el sufrimiento una parte normal de la experiencia humana al que se le puede dar sentido. La tensión y el dolor no sólo son saludables, sino que representan la salsa de la vida.
ELEGIR
Viktor hace saber al mundo que la búsqueda permanente del placer ha contagiado a millones de jóvenes con una enfermedad que denomina “la vacuidad de la vida”. Así, biológicamente laxos, hemos inventado deportes, diversiones y programas de televisión para compensar nuestra carencia de sentido. Según Frankl, el vacío existencial surge paradójicamente cuando la vida de las personas parece estar en su mejor momento, cuando apenas hay tensión o sufrimiento y el placer abunda por doquier.
Frankl apremia a desarrollar nuestra voluntad personal de sentido para no caer en el despeñadero del culto a la personalidad que muchos libros de autoayuda proclaman, mediante fórmulas mágicas, para alcanzar placer, fama, poder, gloria, dinero y salud.
Nos insta a ser libres y responsables de nuestra existencia, nos desafía a que triunfe el espíritu en el amor, en el servicio e incluso en el sufrimiento. Nos reta a asumir el peso y los riesgos de la vida con valentía, resolución y propósito, sin engaños. Para él, la autorrealización depende del personal compromiso que tengamos con el cumplimiento del sentido de nuestra existencia, de ahí lo esencial de encontrarlo.
EN BUSCA
Si encontramos el sentido de la vida, de nuestro oficio, tareas y acciones, si descubrimos “algo” o mejor “Alguien” por lo que merezca la pena vivir, tal vez, de tiempo en tiempo, nos cansaremos de lo que cotidianamente emprendemos, pero con toda seguridad jamás nos agotaremos de existir, en ningún momento nos aburriremos, nunca dejaremos de escalar hacia nuevos horizontes, sino seremos como el alpinista que trasciende a su dolor y retos, porque entonces habremos comprendido que cada quien decide en qué poner sus personales devociones y que, si bien no podemos librarnos de nuestra genética o del medio ambiente, siempre seremos libres de jugar las cartas que la providencia nos ha repartido, justamente como el alpinista es libre de escoger su ruta de ascenso, su tiempo y su propia gloria.
EN PAZ...
La tarea, ciertamente, no es fácil, más bien puede llegar a ser angustiosa, pues en la vida existen muchos sinsentidos, desilusiones y dolores, somos frágiles hasta las lágrimas, en ocasiones nos cansamos de la vida porque pensamos que la vida se cansó de nosotros.
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Sin duda, el dolor y la desesperación habitan entre nosotros; pero seguramente, si anhelamos incorporar a nuestras vidas el espíritu de longanimidad que poseen los alpinistas, entonces, al ocaso de esta efímera existencia, al final de nuestro caminar, vamos a decir con alegría esas mágicas palabras que el poeta cantó: “¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”.
cgutierrez@tec.mx
Programa Emprendedor
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