Cementerio ‘made in México’: Reflexiones sobre la violencia y la muerte
Las siguientes palabras (reflexión) son de don Javier Salinas, hidalgo, melómano y empresario saltillense, el cual me favorece con su lectura, amistad y comentarios: “El camino de la muerte: cada segundo, cada minuto alguien deja este mundo atrás, todos estamos en la fila sin saberlo. Nunca sabemos cuántas personas están adelante de nosotros. No podemos movernos al fondo de la fila. No podemos salirnos de la fila y sobre todo, no podemos evitar la fila...”.
Hartos comentarios me siguen llegando por haber nombrado reiteradamente en este espacio (convocar, pues) a esa dama de tobillos flacos y senos esmirriados, a la Señora Muerte. Ojo, la Señora Muerte. No ese ente absurdo que idolatran y aman llamado “Santa Muerte”. De santa no tiene nada, veneran un esqueleto. En fin, la ignorancia. Pero insisto, este tema de la muerte ha llamado a la lectura y siguen lloviendo comentarios de que continúe con él. Otras opiniones piden el sentido contrario: dejarlo de lado y hablar de la vida. Para mí, ambos se complementan: vida y muerte son lados de una misma moneda. Pero, por lo general, nos aterroriza la segunda.
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Y de hecho, señor lector, hay un espacio, una acción, una arista pequeña, milimétrica de nuestra existencia donde vida y muerte se tocan: es el orgasmo, el coito de una mujer con un hombre. Literariamente y bien aceptado en la sociedad lo anterior: hacer el amor. ¿Biológicamente y en el mundo real? Coger. Por eso el coito y el orgasmo, y desde siempre, son la “muerte chiquita”. Ese hombre lleno de deseos desmedidos y padre de la poesía norteamericana, e incluso padre de todos los poetas de alguna manera, el viejo Walt Whitman −en “Canto de mí mismo”− así lo deletrea:
La cópula tiene el mismo rango que la muerte.
Creo en la carne y los apetitos.
La vista,
El oído,
El tacto...
Son milagros.
¿Cuándo se pudrió el disfrute de nuestro cuerpo y, con él, el goce de nuestros sentidos todos y plenos? Sí, cuando el cristianismo dijo que todo, todo era pecado. Y justo es lo contrario, nos dice el poeta: sentir con todos los sentidos es un milagro de Dios y de la naturaleza. Renegamos de Dios y de nuestro cuerpo cuando estamos enfermos (hay debidamente contabilizadas más de 155 mil enfermedades disponibles y listas para que usted las haga suyas, señor lector) y cuando estamos plenos y listos para el goce de nuestro cuerpo y sentido... no lo hacemos. Para muchos humanos, porque es pecado. En fin. Vivimos entre cadenas y no libres.
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Pero me he desviado un poco, aunque todo tiene que ver con todo. Le hablaba aquí del llamado “Ángel de la Muerte” (Corán, 3:11), el cual no es bien visto por todo mundo. Pues sí, asusta. Nos mueve a vida sin duda. ¿Yo le tengo miedo y pavor a la Señora Muerte? Siempre digo que no, pero tal vez sí cuando me enfrente a ella cara a cara. Y vaya que en mi vida ya he tenido careos muy regulares con la muy cárdena y esmirriada de carnes. ¿Por qué no me he dejado seducir por sus muslos de huesos largos y deliciosos? Porque me voy a ir con ella cuando mi padre Dios lo diga, no cuando ella me enamore. No.
ESQUINA-BAJAN
“Sobre Mario de bruces tres cruces: una en la frente, la que más dolió. Otra en el pecho, la que le mató. Y otra miente en el noticiero...”. Sin duda usted conoce los anteriores versos, son de la inconmensurable canción de Mecano, “Cruz de navajas”. Tres cruces sobre Mario Postigo. Imitando sus bien medidos versos y la historia dramática y tremenda que cuenta dicha canción, la cual forma parte de mi abecedario sentimental, vamos con la...
Primera Cruz: México es un cementerio. Es un gigantesco panteón. Voy de acuerdo que lo es y desde siempre, pero a últimas fechas esto se ha intensificado con una indolencia e indiferencia de espanto por parte de la ciudadanía. Los muertos en México son eternamente nuestro sino y condena. Pero vamos, ¿quiénes eran más sanguinarios, los villistas o los carrancistas? Cuenta Nellie Campobello, en “Cartucho. Relatos de la lucha en el Norte de México”, de cómo mataron a un carrancista filoso, Luis Herrera.
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Segunda Cruz: “Ese desgraciado que bien murió: lo tenían acostado en el hotel Iberia de Torreón, llegamos y lo envolvimos en una colchoneta y lo echamos por la ventana, se llevó un costalazo; qué risa nos dio; le dimos un balazo en el mero corazón; después lo colgamos: le pusimos un retrato de Carranza en la bragueta con un puño de billetes carrancistas en la mano”.
Tercera Cruz: En Torreón fueron sometidos una horda de villistas, todos malheridos y en hilachas como humanos. Cuando la mamá de Nellie le preguntó al oficial carrancista qué suerte iba a tener tanto prisionero moribundo, éste le dijo: “Los quemaremos con chapopote al salir de aquí y volaremos el carro” (del tren). ¿Francisco Villa o Venustiano Carranza o Los Zetas? Sanguinarios todos. Somos sus hijos; el país arde y escupe brutalidad...
LETRAS MINÚSCULAS
“¡Imbécil! ¿Aún crees que hay un Dios?”, exclamación de un personaje del gran Honoré de Balzac.
Encuesta Vanguardia
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