Centro Histórico: nuestro patrimonio al descuido
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Cuidar nuestro patrimonio tiene que ser un compromiso constante cuyos resultados se noten a simple vista y eso no es lo que esta ocurriendo con el Centro Histórico de Saltillo
La protección y conservación del patrimonio colectivo es una de las principales responsabilidades de las autoridades de todos los órdenes de gobierno. Y es así porque la construcción de la identidad colectiva y el sentido de pertenencia, así como el orgullo local, solamente son posibles a partir del conocimiento de nuestros orígenes, de nuestra historia.
Nadie puede considerar propio lo que no conoce; nadie puede defender y cuidar lo que no considera suyo; nadie puede comprometerse con la conservación y protección de lo que no forma parte de su propia historia.
Así pues, para generar el sentido de comunidad y la identidad local es indispensable que todos los que vivimos en Saltillo -hallamos nacido aquí o no- conozcamos la historia de nuestra ciudad. Y parte de ese conocimiento debe registrarse al caminar por sus calles.
Dicha tarea, sin embargo, se vuelve complicada si quienes tienen a su cargo la conducción de las políticas de preservación de nuestro patrimonio histórico abandonan sus funciones y dejan de cumplir con el compromiso que adquirieron al aceptar sus cargos.
Y es que, tal como se consigna en el reportaje que hoy publica Semanario, nuestro suplemento de investigación periodística, el Centro Histórico de Saltillo se encuentra, literalmente, “a la deriva” por la evidente falta de un proyecto mediante el cual se articulen los esfuerzos que requiere dicha área de la ciudad de forma permanente.
Lejos de verse como un espacio distintivo de la mancha urbana, que de cuenta de su valor centenario y su relevancia histórica, porque a partir dicha área se explica no solamente al resto de la ciudad, sino todo el noreste mexicano, el Centro Histórico es un auténtico inventario del descuido:
Fachadas al borde del colapso, banquetas inexistentes o en ruinas en múltiples tramos; ausencia de rampas en las esquinas; alcantarillas rotas; postes a punto de caer; marañas de cables en cada punto en el cual se alce la vista; antiguas casas tapizadas de graffitti... la lista puede ser interminable.
Lo más lamentable de este diagnóstico es que, además del presupuesto que el Gobierno Municipal debiera destinarle anualmente a mantener y preservar el Centro Histórico, los ciudadanos realizamos aportaciones permanentes que, en teoría están etiquetadas para dicho propósito.
¿Qué es lo que ocurre con ese dinero? Hasta donde puede verse, y de acuerdo con la información que contiene el reportaje que publicamos hoy, los recursos se consumen en el pago de una burocracia cuya existencia no parece justificarse con lo que puede apreciarse a simple vista.
Resulta indispensable por ello que quienes tienen a su cargo el área más emblemática de nuestra ciudad rindan cuentas a la comunidad y nos expliquen por qué, en lugar de observar un mejoramiento constante del Centro, lo que atestiguamos sea un preocupante proceso de deterioro.
Cabría esperar que, contrario a lo ocurrido durante la realización del reportaje, la respuesta ante esta publicación no sea, una vez más, el silencio.