Todo mundo sabe que fray Bartolomé de las Casas fue el gran defensor de los indígenas americanos. En realidad era un converso a la causa, porque desde que estudiaba en la universidad, en España, su padre le regaló de cumpleaños un indiecito para que lo acompañara, le cargara los libros y lo sirviera. Luego vino a Santo Domingo y ahí conoció la violenta forma en que trataban sus paisanos a los aborígenes. Inspirado por un obispo dominico y varios sacerdotes, se transformó. Liberó a sus encomendados (especie de esclavos) y se hizo sacerdote. Sus dotes, su generosidad y sus estudios lo hicieron muy pronto obispo de Chiapas.
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Ahí conoció la realidad. Siendo cercano al rey de España, pidió audiencia y tardó mucho en que se la concediera. Mientras estuvo en la banca, esperando, se llevó papel, pluma y tinta y se puso a redactar su magna obra “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”. El escrito circuló en contra del rey y del Papa. Sirvió para que el Papa obligara al padre Sepúlveda, que definía a los indios como animales, a enfrentarse a Las Casas: se discutiría si los aborígenes tenían alma. Las Casas barrió al contrario y el papa decretó que los indios eran humanos.
Uno creería que eso había cambiado las cosas: para nada, todo siguió igual. Por ejemplo, en la parte sur de Chiapas, donde vivían y viven los tojolabales, quienes los esclavizaron fueron los padres dominicos, es decir, los de la orden religiosa de fray Bartolomé. Los oprimieron toda la era colonial hasta que Benito Juárez expropiara a la Iglesia sus propiedades. Los dominicos tenían siete haciendas con alrededor de 26 mil esclavos a los que llamaban baldíos.
Después de 1876 los tojolabales estaban libres, ¿lo estaban? No, por supuesto que no. Se apropiaron de ellos los caciques comitecos, entre lo peor que nos enviaron los españoles, en especial dos familias: los Domínguez y los Castellanos. El baldío continuó de la peor manera. Recordará usted que Absalón Castellanos Domínguez ha sido uno de los peores asesinos que han sido gobernadores priistas. Nada más en Wololchán (nudo de víboras) mató a cuarenta mujeres tzteltales. Existe un relato de la masacre escrita por Mardonio Morales, jesuita, párroco de Chilón, que presentó ante la ONU. Así que de los dominicos a los Domínguez no hubo respiro. La excepción fue Rosario Castellanos, que liberó a los indios que le heredase su padre. Luego serían villistas quienes darían la tierra a los tojolabales; eso lo cuento en el libro que estoy escribiendo.
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Ahora en Tila, tierra de los choles desde el siglo 9 (hacia el año 815), cuando el gran fracaso de los mayas, se están matando entre hermanos. Su párroco, que yo sepa, sigue siendo un torreonense, el padre Heriberto Cruz Vera, hombre dotado para las lenguas; habla tojolabal y chol.
En este momento Tila está en una situación tristísima porque se pelean el dominio de esa tierra los cárteles de Jalisco y Sinaloa. Lo grave es que ahí ha habido gente desde siempre, quiero decir que no pelean tierra, sino personas. Es algo terrible: hay muchos muertos, todos choles: unos comuneros, otros pobladores. No tengo más espacio, sólo digo que esta es la gran deuda de López Obrador. Y sí confío en Claudia Sheinbaum para su solución.