¿De qué hablamos cuando hablamos del Poder Judicial?
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Para presentar este tema voy a proponer un ejemplo que quizás ayude a repensar lo que estamos a punto de experimentar a nivel político, retórico, jurídico, existencial o filosófico, acerca de la posible transformación del Poder Judicial. Y el ejemplo es tan simple que a cada lector le podrá servir para preguntarse cuestiones concretas, teóricas, prácticas, culturales y demás.
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La pregunta es la siguiente: ¿qué o quién es un cristiano? Y hay demasiadas respuestas: el que fue bautizado, el que a su muerte su cadáver es sujeto a una serie de ceremonias religiosas, quien viste una sotana, la que se confiesa después de haber abortado, el exgobernador que se declara católico y ha robado despiadadamente a su Estado, la casada por la Iglesia y engaña a su marido, el narcotraficante que porta el rosario de su madre en su coche y una cruz de oro en su pecho, el superior de una orden religiosa que violó al menos a 36 adolescentes. Termine la lista de quienes se creen cristianos.
Todos pueden llamarse católicos, evangélicos, testigos de Jehová y otras denominaciones, pero en realidad están lejísimos de la definición que dejó clarísimamente el que creó este conjunto de creencias e instituciones. Ese hombre enunció una metáfora verdaderamente original y que rompe con todo lo que se dice que dijo (porque no escribió nada). Destaco primero un fuerte silogismo que no debería dejar dudas en los creyentes de cualquier religión: “¿cómo puedes decir que amas a Dios a quien no ves, si no amas a tu prójimo a quien ves?”, aunque se aplicaría a no importa quién.
Viene ahora la anunciada metáfora, que el único evangelista que la recogió fue Mateo, el que escribió en arameo, no en el rudo griego neotestamentario porque se perdió el original (yo enseñé griego en la escuela del padre Usabiaga). Vea el capítulo 25. Llega el juicio final, cuando los muertos se presentan ante el juez. Del cielo baja el Rey en majestad para juzgarlos. El resultado serán dos opciones: cielo o infierno. ¿Quiénes irán al infierno?, ¿acaso los malvados, los ladrones, los asesinos, los violadores...? No, ni los menciona. ¿Y entonces? Se condenarán los que no hicieron el bien, los que no ayudaron a los pobres, ni visitaron a los enfermos o prisioneros, o los que no tuvieron piedad de los necesitados. “Id, malditos, al fuego eterno...”.
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Regreso a la pregunta inicial, ¿de qué hablamos cuando hablamos del Poder Judicial? Está claro que el defecto no es de la Constitución, ni de las leyes y reglamentos sobre las funciones del Poder Judicial. Como los cristianos, que no lo son más que en ceremonias, los magistrados, jueces, ministerios y demás lo son o creen serlo, pero en realidad están más del lado de la injusticia que de la ley. ¿No acaban de soltar a tres de los más brutales criminales esta semana? La jueza no vio nada, no quiso ver. Eso es el Poder Judicial y no otro.
La idea no es tan complicada: una cosa es lo que debería ser y otra es lo que realmente es. Tener una maravillosa Constitución es una honra para los mexicanos, pero no es obedecida. No la obedecen los criminales, pero tampoco los jueces o los gobernantes. Si no entendió el símil, inténtelo de nuevo.