Las jornadas laborales en México: el debate
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En tiempos en los que, en ocasiones, la jornada completa de 48 horas más el tiempo extra no es suficiente para cumplir con la demanda, surge la iniciativa de la reducción de jornada, que no deja de ser un acto de justicia, sin embargo, se está olvidando la productividad
La visión contemplada en las leyes federales del trabajo en México −a saber: 1930, 1970, 2012, 2019-2024− es idéntica desde sus inicios: considera a los trabajadores del país como unos ignorantes y a los patrones o empleadores como a unos explotadores.
Un elemento fundamental de la relación de trabajo es el tiempo de la prestación de servicios y la manera de cumplir la jornada. Cabe mencionar que los antecedentes de la ley de 1930 referían jornadas de las llamadas “de sol a sol”, es decir, de 12 horas por día, con el descanso del “día del señor”, cuando la religión católica vino al rescate de los jornaleros. Por ello, regular los oficios a laborar 48, 45 y 42 horas por semana redujo en un 20 por ciento el esfuerzo de los trabajadores y, por ende, su descanso.
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Anónimos al mundo laboral y sus prácticas a nivel mundial desde los años 40 a la fecha, los trabajadores mexicanos nos sometimos a esos horarios, dependiendo del turno en el que fuimos asignados. Sin embargo, esta evolución, tanto en Europa como en Estados Unidos y en algunos países latinoamericanos, vino a reducir la jornada laboral semanal a 40 horas primero y, en algunos países, hasta 36. La ventaja competitiva de México no solamente devenía de un 16 por ciento más de tiempo laborado, sino que incluía la pretendida obligatoriedad de nueve horas extras por semana, es decir, 56 horas de trabajo por empleado semanalmente.
La iniciativa de una jornada laboral de 40 horas, con descanso de dos días semanales, fue un cálculo político de Morena a través de Susana Prieto, hecho en los albores de la nominación de Claudia Sheinbaum como candidata a la presidencia. Sin embargo, el intento fue abandonado a la suerte de Susana, quien desgarró sus vestiduras, ya que su objetivo era electoral. Y ante el análisis de los riesgos de soltar la iniciativa sin consultar con los empresarios aliados al régimen político, sus resultados hubieran sido desastrosos para la nueva Presidenta.
Había muchos pendientes en la 4T con la reforma judicial, por lo que esta iniciativa durmió por un tiempo, hasta que fue desenterrada como hacha apache: con fines de amedrentamiento.
Afortunadamente, y contrario al estilo del gobierno actual −ese de aventar la ley y luego las consultas−, fueron convocados diversos foros para el análisis de la reducción de la jornada. De ellos han surgido iniciativas: algunas congruentes y realistas, otras solamente políticas, sin más análisis ni comprobaciones que el deseo de reducir las horas.
Aun cuando a la Ley Federal del Trabajo no se le ha modificado ni una coma en lo que hace a la jornada laboral, la práctica industrial había adaptado las necesidades de una productividad continua mediante el ajuste de las horas a laborar. Desde los años ochenta se implementó, sobre todo en la maquila, la absorción del sábado para distribuir la jornada de lunes a viernes; en los noventa, y especialmente en las armadoras automotrices y sus satélites, el “sobre absorbido”, es decir, una jornada de cuatro días con descanso de tres. Y en estos últimos años, posteriores a la pandemia, jornadas de hasta 56 horas semanales para completar los pedidos en cualquier rama de la industria.
En tiempos en los que, en ocasiones, la jornada completa de 48 horas más el tiempo extra no es suficiente para cumplir con la demanda, surge la iniciativa de la reducción de jornada, que no deja de ser un acto de justicia para los trabajadores, sin embargo, se está olvidando el factor de la productividad, que es la mayor ventaja competitiva que goza Mexico ante países como China y otras naciones asiáticas que vienen arrasando sin piedad.
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Se sabe con certeza que el trabajo a destajo o por cuota es muy efectivo en ciertas actividades laborales, y la ventaja es que no importa el número de horas invertidas, como el de la producción cumplida. Hace años comprobé que cuando a un grupo de trabajadores le indicas la meta y les ofreces poder salir antes de su horario si la cumplen, aparece la magia que ni los ingenieros de procesos logran con sus tiempos Takt, y se da el resultado.
Sin embargo, la cultura laboral parece oponerse a esas iniciativas, y cumplir el horario es lo importante, aun cuando no se cumplan las cuotas de producción y haya que sobreesforzar a la raza y gastar más innecesariamente.
Una reducción de jornada inteligente y gradual, el pago por horas y la posibilidad del trabajo sobre meta diaria podrían solucionar incluso el problema del tránsito en las ciudades industriales, ya que las salidas de personal nunca serían grupales. Bueno, ahí la dejo de tarea.