Ciudad Derramadero: ¿Por qué vemos lo falso como verdadero?

Opinión
/ 5 noviembre 2022

Las demandas de la sociedad remiten a un ambicioso proyecto en términos urbanos, que entregue a la ciudadanía herramientas efectivas para transformar la ciudad

Hay preguntas que casi nunca nos hacemos. El sentido común da por probadas muchas de nuestras creencias y eso nos permite transitar por la vida con una seguridad que tranquiliza, aunque no tenga fundamentos. Abundan las investigaciones que demuestran que las personas creen que saben cómo funcionan las cosas, pero cuando se les pide que lo expliquen no pueden hacerlo. Lo creían sinceramente sin habérselo preguntado jamás. Formularnos ciertos interrogantes acerca de cosas que lucen obvias y autoevidentes nos saca del sueño narcótico de nuestra zona de confort. Es una experiencia a menudo amenazante, dolorosa, pero siempre necesaria.

Todo lo que sea ambiguo lo interpretamos a favor de nuestra teoría y desechamos lo que no encaja, escondiéndolo —de nosotros mismos—, en una zona de penumbra que no permite interpretar la realidad. De ese modo, construimos una falsa sensación de conocimiento y seguridad que hace que nos moleste y nos enoje que alguien nos discuta o nos demuestre que estamos equivocados. Sesgo de confirmación, razonamiento motivado y muchos otros desvíos del pensamiento, tienen como función impedir que la realidad nos saque de nuestra zona de confort.

¿Por qué Ciudad Derramadero debería importarnos a los saltillenses?

Saltillo se ha estructurado anárquicamente por el éxodo de campesinos, obligados a buscar vivienda y trabajo en la ciudad a causa del abandono y fracaso del campo; además, otras personas han llegado de diferentes estados o ciudades de Coahuila y del País, en busca de trabajo. También, la ciudad es territorio de tránsito y destino de empobrecidos migrantes nacionales y centro-americanos que buscan mejores condiciones de vida.

Para atender adecuadamente a estas personas, se requiere que las instituciones del Estado, la sociedad civil y las empresas productivas, tengan como uno de sus compromisos fundamentales la superación social, moral, y económica de los individuos. Bajo estas premisas se espera que la calidad de vida se refleje en un buen transporte colectivo, viviendas dignas –con agua suficiente–, trabajo bien remunerado, centros comerciales accesibles, salud, aire limpio, áreas verdes cuidadas y agradables, calles y banquetas limpias y arregladas, respeto a los recursos naturales, derecho a la convivencia, al esparcimiento, a compartir con los amigos, al tiempo libre, a estar desahogado económicamente, a no temer, a confiar en los demás, a ser felices, etc.

Vista así, las demandas de la sociedad remiten a un ambicioso proyecto en términos urbanos, que entregue a la ciudadanía herramientas efectivas para transformar la ciudad; a redefinir el papel de las instituciones sin desconocer su asentamiento regional y su unidad territorial específica. Sin embargo, el crecimiento de la ciudad ha generado cambios radicales en nuestros ecosistemas, tales como: el abatimiento de los niveles de agua en cuencas, así como la depredación de los acuíferos, la pérdida de la cubierta vegetal que ocasiona la erosión, improductividad en los suelos comunales y bajo índice de pastoreo, entre muchos otros.

El Valle de Saltillo, es el típico ejemplo en donde se concentra una mancha urbana y un desarrollo industrial no acorde al recurso del agua del subsuelo. La cultura de consumo, el excesivo bombeo de pozos en la zona, la baja eficiencia en sus sistemas de distribución y la perdida por fugas, así como la demanda doméstica e industrial del recurso, han sido una carga para los ecosistemas superficiales, depredando su estructura ecológica, por el excesivo bombeo de pozos en la zona.

De lo anteriormente planteado, resulta una hipótesis plausible y creíble pero que, al mismo tiempo, parte de premisas falsas. Se está considerando que Ciudad Derramadero cubrirá las necesidades urbanas que requiere esta boyante zona industrial. El traslado a la realidad es someter esa premisa a la realidad. Pongamos por ejemplo el siguiente silogismo: (Premisa mayor): El desarrollo depende del agua. (Premisa menor): En Derramadero habrá desarrollo (Conclusión): Derramadero depende del agua. Por lo tanto debemos de hacernos la siguiente pregunta.

¿Cómo pretenden las empresas interesadas en el desarrollo de Derramadero, así como las autoridades, en resolver la demanda de agua que se requerirá en un futuro mediato, sin afectar las fuentes de agua que utilizan los habitantes de Derramadero y General Cepeda, así como los agricultores y campesinos? Igualmente, como afectará esto el abastecimiento de la ciudad de Saltillo considerando que no se cuenta con fuentes de agua superficiales como ríos, lagos o arroyos y solamente se tienen fuentes de agua del subsuelo?

Nuestra tendencia natural a encontrar sentido a la mera determinación o demanda de autorización, nos hace verla como tal. De ese peligro nos previene el método científico. La información técnica es la forma más eficaz de defendernos de nuestros propios errores de interpretación. El progreso implica riesgos, y el primero de ellos –y tal vez el más importantte– es el de admitir que nos hemos equivocado.

En Saltillo el agua abarca múltiples dimensiones que ponen en riesgo el futuro de su desarrollo, causado en gran medida por un sistema de administración hídrica deficiente que no ha generado un sano equilibrio entre la demanda, la disponibilidad, el manejo y la oferta del recurso. Con una pérdida por fugas suprior a 40%. Por este motivo, el crecimiento de la ciudad se ve cada vez con mayor riesgo, debido a que el actual modelo de gestión que prevalece en Saltillo tiene una perspectiva político-administrativa, que no considera la interrelación existente entre los sistemas natural, social y productivo, con el ciclo hidrológico de nuestra cuenca. Esta manera de administrar el recurso está alejada de la dinámica natural de nuestros ecosistemas, poniendo en evidencia la manera equivocada en que se ha explotado el agua para dar servicio a los saltillenses.

El Proyecto autorizado por el cabildo de Saltillo para Ciudad Derramadero, establece que “...se pueden construir 35,000 viviendas para el año 2040”, lo que significa una carga habitacional de más de 150,000 habitantes. De acuerdo con AGSAL, el consumo per cápita diario de agua en nuestra ciudad es de 100 lts, lo que significa que se requerirán más de 5.5 millones de m3 anuales, alrededor del 10 % de lo que demanda Saltillo actualmente. Según el Registro Público de Derechos de Agua (REPDA) de la Conagua, el Grupo Alianza que construye La Ciudad Industrial del Futuro, cuenta con una concesión de 2.6 millones de m3 anuales y hay otras inmobiliarias que tienen volúmenes importantes de agua concesionada. Pero ese no es el problema, El verdadero problema es que: ¡EL ACUIFERO ESTA SOBRE EXPLOTADO! según datos de la Conagua, el acuífero Cañón de Derramadero tenía en septiembre de 2020 un déficit de 2.7 mmc/año, y según datos de Agsal, los niveles dinámicos de los pozos han estado a la baja durante varias décadas. Darle hacia adelante al proyecto, es como darse un balazo en el pie.

Por lo anterior es necesario llevar a cabo una mesa de discusión entre los grupos interesados en el desarrollo, a técnicos en la materia, autoridades y grupos de la sociedad civil, para tomar decisiones que aseguren una relación congruente entre el abasto de agua a mediano y largo plazo y el desarrollo que se pretende dar a la ciudad, disminuyendo la inseguridad en torno a este recurso, porque la situación actual de los problemas del agua en Saltillo “es muy distinta de la que se tenía hace medio siglo y requiere nuevos planteamientos”, para que no veamos lo falso como verdadero.

Carta por Rodolfo Garza Gutiérrez

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