Clásica para niños
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La música de los niños también demuestra ser tan compleja como la de los adultos, y refleja los gustos en tonalidades alegres y misteriosas
A propósito del “Concierto desde el corazón”, ofrecido por la Orquesta Filarmónica del Desierto, a los niños de General Cepeda, el pasado 29 de abril, demos una vuelta por la música clásica para niños. Despiertos. En otra entrega se hablará de la música clásica para niños durmiendo, o para dormirlos. Como adelanto vaya ‘Träumerei’ (Ensueño), No. 7, Op. 15, en fa mayor, (1838), de Shumann. Wiegenlied (La canción de cuna, 1868), Op. 49, No. 4, de Brahms. Spiegel im Spiegel (Espejo en espejo, 1978) de Arvo Pärt.
Y ya que iniciamos con Robert Shumann (1810-1856) sigamos con él. En 1828 Shumann conoció a la pequeña Clara Wieck, (1819- 1896) de nueve años, en un recital que la niña ofreció en casa del Dr. Ernst Carus, director del hospital psiquiátrico del castillo de Colditz. Esa noche Schumann decidió abandonar sus estudios de derecho para estudiar música con Friedrich Wieck, padre de Clara. De hecho, alquiló una habitación en casa de los Wieck, para estar cerca de ella. Arrebolado por la pureza que emanaba, y por el prodigioso talento pianístico de la niña, Shumann le compuso Leichte Stücke (Piezas fáciles), un conjunto inicial de 30 obras. Tras una profunda revisión, agrupó 13 de ellas titulándolas Kinderszenen (Escenas infantiles), donde está ‘Träumerei’. Robert y Clara se casaron en 1840, tuvieron ocho hijos, y ella pasó a la posteridad como Clara Shumann, extraordinaria autora romántica de alrededor de 40 obras.
Aunque no forzosamente atada a este canon, la música clásica para niños suele componerse en tonalidad mayor —do mayor, sol mayor o fa mayor—, por su frecuente alusión a un ambiente alegre y sandunguero. Un bonito ejemplo es Children´s Corner (1906), de Debussy (1862-1918). Desde luego que hay obras en tonalidad menor, también para los críos a quienes les gusta el misterio y el mello. Por ejemplo, ‘In the Hall of the Mountain King’ (En la gruta del rey de la montaña), parte de la suite Peer Gynt de Edvard Grieg; o ‘La danza del diablo’, parte de ‘La historia de un soldado’ (1917) de Igor Stravinsky.
Hay un repertorio rico y popular de música clásica para chavos. Aquí pasa lista la lúdica Sinfonía de los juguetes, atribuida sin confirmar, a Leopold Mozart, padre de Wolfgang; Haydn, o al monje benedictino austriaco Edmund Angerer (1740-1794). Es realmente festiva ya que incorpora silbatos de pájaros, campanas, matracas y demás juguetes infantiles. También está la divertida suite ‘Carnaval de los animales’ (1886) de Camille Saint-Saëns, en la que cada instrumento de la orquesta se “disfraza” de un animal. Un divertimento semejante es Pedro y el lobo (1936), de Prokofiev. La compositora francesa Cécile Chaminade (1859-1944) escribió el Concertino para flauta en re mayor, Op. 107 (1902), conocido en la versión de piano y flauta. Como chisme diré que, a pesar de haberla tratado de borrar de la historia musical francesa (con la pena), en 1913 se le nombró “Caballero de la legión de honor” (¿y por qué no Dame de la Legion d’Honneur?). No hay que olvidar El aprendiz de brujo (1897), de Paul Dukas, aunque originalmente no escrita para niños, la popularizó Disney en Fantasía (1940), y desde entonces nos gusta. Otra buena composición son las siete canciones que conforman El cuarto de los niños (1872), de Mussorgsky.
En México no cantamos mal las rancheras, y como botón están los ‘Cantos para niños’ (1937-1940), que escribiera Manuel M. Ponce a propósito de su trabajo como inspector de la sección de jardines de niños, de la SEP. Otro botón es Cinco canciones para niños y dos profanas (1938), de Silvestre Revueltas, quien le puso música a poemas de Federico García Lorca.
Imposible terminar este vuelo de pájaro sin mencionar Alas (para Malala), (2014) del sonorense Arturo Márquez. Se trata de una obra escrita para Malala Yousafzai, la activista pakistaní en pro de los derechos de las niñas a la educación. La obra se estrenó en Turín, Italia, con la orquesta y coro Pequeñas Huellas, integrada por niños de Israel, Palestina, Argelia, Senegal, Polonia, España, Estados Unidos, Venezuela, Argentina, Francia, Rumania, Bosnia, Irán, Italia y México. Todos bajo la dirección del propio Márquez.
Todas las obras citadas están en YouTube. De nada.
APARTE
Contra la contaminación ambiental digamos sí al home office y al ciclismo.