Cualquiera que se aferre a la esperanza de que lo que acontecerá en México los próximos meses será terso, se va a llevar la misma sorpresa que el PRI, PAN y PRD en los más recientes comicios. Sin duda hay hartazgo por tanta corrupción, privilegios, desigualdad e impunidad. Que Morena –el partido hegemónico hoy en día– tenga la capacidad de afrontar esas problemáticas que aquejan a México desde hace varios siglos, es otra discusión. Las agrupaciones políticas tradicionales están al borde de la extinción, pues no lograron sacarnos de la pobreza, mucho menos modernizarnos ni pacificar al país. Los tiempos corrieron y se pasó un cuarto de siglo bajo un sistema democrático que rindió resultados relativamente mediocres y sólo para un porcentaje determinado de la población. Entendible que millones de ciudadanos hayan agotado su paciencia.
Erraron, sin embargo, quienes votaron por darle control absoluto al partido de Andrés Manuel López Obrador en la Presidencia y en ambas Cámaras del Congreso.
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Inexplicable la decisión del vulgo pese a los homicidios récord, nexos con narco-terroristas, ceguera ideológica, escándalos familiares y de servidores públicos, apagones de luz, múltiples vergüenzas diplomáticas, escasez de agua, negligencia criminal durante la pandemia, abandono del campo, así como la eliminación y desvío de fondos de emergencia, organismos descentralizados y fideicomisos. Además están los proyectos faraónicos inservibles, una deuda histórica y la peligrosa militarización de buena parte del aparato gubernamental. De lo poco que sobrevivió a la destrucción institucional con el acomplejado de Macuspana, resta el Poder Judicial –que lleva décadas putrefacto– y el INE, que carece de “dientes” para sancionar a los violadores de las normas electorales. Ambos han sido constantemente asediados desde Palacio Nacional, y en septiembre sufrirán un devastador e irreversible daño a su autonomía y eficiencia con las reformas constitucionales que anuncia el partido dominante.
Pretender que la judía comunista va a pensársela dos veces para dar cabida a las opiniones de la oposición y el sector empresarial, es una grotesca ingenuidad. Para ese específico propósito López Obrador puso a Claudia Sheinbaum en la silla Presidencial. Es una científica despiadada y calculadora, a la par leal y sumisa a su causa izquierdista. Los foros públicos y las Mesas de Diálogo serán igual de prácticos que los que Morena instaló cuando procedió la cancelación del Aeropuerto de Texcoco. Y las encuestas mandadas hacer a modo impulsarán la propaganda del oficialismo sobre la necesidad imperiosa de elegir a los jueces por voto popular.
No es exageración concluir que irónicamente la democracia en México va de salida (sustituida por demagogia), y estamos por entrar a un periodo muy turbio de nuestra historia. Será un conflicto esencialmente de clases que López Obrador ha atizado desde que inició su carrera política. Se centrará en el odio entre unos cuantos ricos y un vasto mar de pobres. La clase media seguirá dividida, agotada y sobreexplotada, pues es la que más paga impuestos para mantener al ejército de mantenidos de Morena. Difícil va a ser para este régimen innoble convencer a esos de en medio seguir aportando recursos sin recibir cosa alguna a cambio. Porque no hay seguridad, ni educación, ni salud, ni energía, ni infraestructura, ni servicios primarios, ni transporte público de calidad. Tampoco subsidios para las empresas privadas, mucho menos condonación de impuestos para los emprendedores (sólo para las paraestatales parasitarias como Pemex). La ideología bolchevique de los morenistas no resuena entre quienes laboramos día a día con el sudor en la frente. Nunca nada se nos dio gratis, ni esperamos dádivas de gobierno alguno. ¡Lo que se tiene se trabaja! El rencor profundo hacia nuestra resiliencia y aspiraciones como grupo socioeconómico para un mejor porvenir en un país que evidentemente va de reversa, sigue anidado en el corazón del Presidente –y su secta de resentidos–, y poco o nada podemos hacer para cambiarlo.
Los primeros en irse serán los extranjeros con sus respectivos capitales. Las contracciones en la Bolsa de Valores y la notoria devaluación del peso frente al dólar han comenzado. El nerviosismo es palpable y real. Conforme se acerque la fecha de la toma de posesión de la marioneta búlgara se arreciarán las condiciones desfavorables para la economía de México. Las agencias calificadoras van a degradar el estatus de inversión probablemente antes de que culmine el año o durante el primer trimestre de 2025, presionando las tasas de interés y la deuda pública. Para el sector productivo se avizora mayor oscuridad que la que ya padecemos por cortes eléctricos, terrorismo fiscal y ralentización económica. Se reducirá la jornada laboral a 40 horas semanales, se duplicarán los aguinaldos por ley, y se prohibirán algunas concesiones en la minería.
Los costos laborales se alzarán aún más, sin olvidar que aún pesan las leyes populistas que hace poco otorgaron el doble de vacaciones a los trabajadores formales, y subieron las cuotas patronales y el salario mínimo por órdenes del Ejecutivo. Súmese a esto la inflación que se encuentra lejos de un margen deseable, y la eventual toma del Banco de México para permitir al gobierno imprimir billetes conforme requiera el partido en el poder para expandir el reparto de despensas, dinero y pensiones.
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Esta turbulencia a penas inicia. Así que pague o re-estructure sus deudas, convierta sus ahorros por dólares u oro, sea cauteloso con los gastos, y postergue momentáneamente sus proyectos más riesgosos. Nada bueno puede venir de un grupo de fanáticos marxistas que están por establecer un dominio absoluto sobre los tres Poderes de la Unión. El papel que desempeñen las cámaras empresariales y el gobierno de los Estados Unidos será clave en este par de meses para aminorar el impacto de una Transformación de Cuarta que hará de México una nación menos competitiva y más iliberal y represiva que nunca.
El “pueblo sabio” así lo desea, mientras fluya el dinero que se exprime del sector privado para seguir aceitando la maquinaria morenista que opera a base de prebendas y programas sociales. No hemos aprendido nada de la historia, ni de la Unión Soviética, Cuba o Venezuela. Prepárese para lo que venga, y le advierto que será mucho peor que la dictadura del PRI.