Regímenes paralelos: Hugo Chávez y AMLO
El expresidente Venezolano Hugo Rafael Chávez Frías y Andrés Manuel López Obrador (AMLO) gozaron de altos índices de popularidad en su clímax: 90% y 73%, respectivamente. Los dos erigieron un sistema gubernamental que repartió sumas millonarias al pueblo. Allá se le bautizó “Revolución Bolivariana” y acá la “Cuarta Transformación.” El primero lleva décadas en bancarrota, mientras que el segundo muestra señales de estrés moral y financiero. Para ambos líderes su referente central nos desplaza dos siglos atrás tanto en historia como en progreso humano. Chávez tomó por ídolo al caudillo macho e integrador de Simón Bolívar. AMLO, al eterno reeleccionista y esquivo de Benito Juárez.
Tanto Chávez como López nacieron en localidades diminutas –Sabaneta y Tepetitán–, y tuvieron dos esposas –legalmente reconocidas– con cuatro hijos en matrimonio formal. Comparten la afinidad por el beisbol, un resentimiento profundo hacia las clases media y alta, y la creencia de que los militares son el “verdadero pueblo;” todos los demás somos unos insignificantes “burgueses” presos del consumismo. Los insultos que profieren hacia quienes piensan distinto a ellos son sinónimos perfectamente intercambiables. “Escuálidos”, “golpistas” y “pitiyanquis” decía riendo el bufón Barinense. “Espurios”, “conservadores” y “aspiracionistas”, espeta iracundo el acomplejado de Macuspana. Los dos eluden su responsabilidad como gobernantes. El primero culpaba a los norteamericanos intervencionistas –que le plantaron el cáncer, según el–, y el segundo a sus antecesores inmediatos, los “usureros neoliberales”– que “le heredaron un caos”.
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El tirano venezolano se identificaba abiertamente como “socialista, bolivariano, cristiano y marxista”. El desequilibrado mexicano dice ser seguidor de “Jesús Cristo (sic)” y “admirador de la genialidad de Friedrich Engels y Karl Marx”. Coinciden ambos también en considerarse ellos mismos expertos en comunicación. La gente soportaba hasta seis horas de parloteo sin sentido del “Comandante Chávez” en su colorido programa “Aló Presidente.” En México somos testigos de cómo el “Peje” –con su acostumbrada lentitud para procesar palabras y pensamientos lógicos– desperdicia diario su tiempo en las estériles “Conferencias mañaneras.”
Adentrándonos en los generosos programas sociales que estos dos personajes abrazaron sorprende por las semejanzas. La “Misión Ribas” de Venezuela son las Becas “Benito Juárez” de México. Buenas intenciones, pésima ejecución. La lana no siempre baja para los alumnos porque los funcionarios se la roban, no existe un padrón confiable de los recipientes, y las instituciones educativas carecen de métricas para conocer qué tanto realmente aprenden los jóvenes. Aquí se fraguó la “Nueva Escuela Mexicana” con libros de texto gratuitos que fueron rechazados en muchos Estados de la Federación –incluyendo Coahuila– por contener imprecisiones y errores ortográficos, además de propaganda socialista dirigida a niños.
El caudillo sudamericano siempre estuvo del lado de los pobres. Por eso regaló infinidad de tanques mediante el programa “Gas Comunal”. Nuestro Mesías Tropical lo imita con “Gas Bienestar”, una dádiva que le brinda importantes réditos electorales pero sustanciales pérdidas operativas a Petróleos Mexicanos (PEMEX), ya que los cilindros se venden por debajo del costo. Allá Petróleos de Venezuela (PDVSA) está quebrada; la administración chavista sextuplicó la deuda externa del país durante el “boom” petrolero de 2004 a 2014. Extrajo hasta el último barril de la compañía sin regresarle un centavo ya sea en infraestructura o tecnología. Hasta que se acabó el dinero –y la asistencia social– con la caída en los precios internacionales del crudo. Aquí en México impera el mismo resultado pero con flujo a la inversa: el tabasqueño le ha inyectado 1.8 billones de pesos a PEMEX y aún así la paraestatal reporta pérdidas de 950 mil millones de pesos desde el 2018. ¡Ni a uno ni a otro les cuadran los números! Súmese a esto el gasto gigantesco de pensiones. Ha de ser distinta la contabilidad socialista...
La escasez en las farmacias y los supermercados venezolanos se acentúo con el paso de los años. Familias enteras que recibían la canasta básica de manos del Gran Benefactor Bolivariano –a cambio de una cruz en la boleta electoral para guardar las apariencias democráticas– acabaron pepenando entre los fétidos desperdicios de las calles de Caracas para paliar la crisis. Ni leche, ni aceite, ni arroz. Mucho menos pollo. Desaparecieron los productos de los anaqueles con la misma rapidez con la que los “camaradas” rojos de la Revolución expropiaron plantas eléctricas, campos de cultivo, fábricas, bancos, cementeras. Los pequeños negocios se extinguieron y sus dueños acabaron en la cárcel o el exilio. El Producto Interno Bruto (PIB) de Venezuela colapsó 80% en solo nueve años. Siete millones de desesperados han salido de ese infierno estalinista con hambre y sed, sin trabajo y sin futuro. En avión, en barco, por bus y a pie.
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Aquí el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) por instrucciones del Gran Tlatoani se moviliza a marchas forzadas para instalar el paraíso chavista. Innumerables trabas burocráticas para abrir y operar un negocio, más sobornos en las dependencias para obtener permisos, aprobación de leyes laborales populistas que aplauden los trabajadores –y votan con fe ciega por Su Alteza Serenísima– pero impactan en los márgenes de las empresas y alientan la informalidad y el desempleo. Palo para los quejumbrosos con impuestos onerosos y ataques directos contra los generadores de riqueza por radio, televisión, internet, impreso y redes sociales.
Tanto en Venezuela como en México los apagones que paralizan comercios, industrias, hospitales y casas son tema recurrente. Pese a que las autoridades son incapaces de garantizar el suministro constante de energía, limitan a los particulares para auxiliarlas. Para colmo, las expropiaciones al estilo chavista están de moda: AMLO ya nacionalizó el litio, varios tramos de ferrocarriles concesionados a extranjeros, algunas plantas energéticas, un par de aeropuertos, miles de terrenos para las “megaobras” inservibles, cientos de miles de millones de pesos de fondos de retiro de trabajadores, y una aerolínea que parecía extinta y sigue arrojando más números rojos que negros. El PIB con el Paladín de la Soberanía Energética tuvo un raquítico 0.8% de “crecimiento” en cinco años, según arroja el INEGI. El peor desempeño en más de tres décadas, aunque el anciano tenga “otros datos.”
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Los “Círculos Bolivarianos” de Chávez fueron clave para agrandar su poder e influencia sobre los sectores populares de Venezuela. En México tenemos a los “Servidores de la Nación,” gestores que copian la función de sus contrapartes sudamericanos, y éstos a su vez de los “Comités de Defensa de la Revolución” en Cuba. Predican la palabra del Dictador, transfieren recursos a quienes comulgan con su ideología, acarrean gente a las urnas, y sirven para purgar las colonias de subversivos indeseados. Aquí es donde entra el importante rol del Ejército. Tanto Chávez como López han militarizado al país. Le han otorgado a los camuflados responsabilidades de carácter civil que no les corresponden, como construir y administrar proyectos colosales, fungir de policías y desplegarse en todo el territorio nacional –listos para reprimir cuando sea necesario. En México los soldados ya se posesionaron de las aduanas, “Bancos del Bienestar”, algunos aeropuertos, puertos marítimos, trenes y carreteras por decreto Presidencial. AMLO se los echó al bolsillo: aumentó 150% su presupuesto desde inicios del sexenio y solo en 2023 les asignó 144 mil millones de pesos. Así se logra la lealtad absoluta de las Fuerzas Armadas, porque la pacificación del país y el combate al narcoterrorismo siguen arrojando pésimos resultados.
¿Parecido o coincidencia? Más bien reproducción leal. El modelo Chavista es la referencia a la talla para López y su séquito. El paso firme se dio en 2009 cuando en Venezuela los marxistas con absoluto respaldo del “pueblo sabio” enmendaron la Constitución para permitir que Hugo Rafael se reeligiera sin límite alguno. Andrés Manuel no mide su discurso y exige a sus fanáticos votar no solo por la narcocandidata este 2024 sino también por los diputados y senadores de Morena para la anhelada reforma constitucional. El régimen en Venezuela se sostiene porque Chávez seleccionó personalmente a su sucesor: el chofer incompetente de Nicolás Maduro que tiene sumido al país en la pobreza. En México López ya ungió a la defensora de la Cuarta Transformación. Se trata de la judía comunista de Claudia Sheinbaum, doctora en medio ambiente a quien con toda coherencia no le irritan las políticas de su jefe de quemar combustóleo para mantener las luces encendidas. Lo que les depara a Venezuela y a México con esos dos será más decadencia económica, radicalización política y polarización social. Los paralelismos son más claros que el agua.