Congreso a la mexicana; entre el circo y el desaseo

Opinión
/ 3 mayo 2023
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“Parece chiste, pero es anécdota”, dijera el mandamás de la maltrecha escena standupera mexicana, Franco Escamilla. Tras varios años de buscar un local lo suficientemente digno para sesionar, el Congreso de México, recién independizado, encontró su sitio en el primer piso de Palacio Nacional, allá por 1845. El caso es que cuatro lustros y tres años más tarde, el mentado recinto requería una “manita de gato”, por lo que los legisladores estuvieron nuevamente a la deriva. El único espacio en la capital mexicana que por sus características podía albergar al Legislativo, era ni más ni menos que un circo. El famoso Circo Chiarini, traído a nuestro país durante el Imperio de Maximiliano, se ubicaba en la calle de Gante, específicamente en el claustro del Exconvento de San Francisco. Allí, los parlamentarios tuvieron que hacer verdaderos malabares para poder llevar a buen puerto las sesiones. Al año siguiente, una vez terminados los trabajos de remodelación, el Congreso volvió a su sede original, pero sólo hasta 1872, ya que un incendio acabó con el lugar. La posibilidad de regresar al circo fue puesta sobre la mesa, sin embargo, los legisladores prefirieron mudarse... a un teatro, el Iturbide.

Hay quienes afirman que la influencia circense (y teatral) del Congreso se ha dejado sentir en cualquier cantidad de episodios de la vida parlamentaria; algunos de ellos, francamente bochornosos. Un botón basta de muestra. En la penúltima sesión del periodo ordinario de la Cámara de Diputados, misma que inició al mediodía del 25 de abril y concluyo a las 12:20 horas del día siguiente, las y los legisladores afines al partido en el poder aprobaron nueve iniciativas, cuatro de las cuales se sometieron a votación con dispensa, en calidad de urgente y obvia resolución, mientras que las restantes pasaron por las comisiones sin discusión (fast track) y fueron turnadas de manera inmediata al Pleno para ser votadas. En lo que las y los diputados de oposición calificaron como un “albazo legislativo”, las iniciativas así aprobadas y otras más que estaban en espera de ser enviadas −propuestas en su mayoría por el Presidente de la República− siguieron su camino hacia el Senado, en donde continuó –en palabras de Denise Dresser– la carnicería constitucional.

Aunque Ricardo Monreal se había comprometido a buscar los consensos para la designación de al menos un consejero del INAI y evitar con ello la inoperancia del órgano, además de no permitir dispensas de ningún tipo en el proceso legislativo que hubiera de llevarse a cabo en la Cámara de Senadores, alguien tenía otros datos y dio órdenes precisas. Primero, las y los legisladores morenistas fueron invitados a Palacio Nacional; más tarde, y habida cuenta que la tribuna del Senado había sido tomada por la oposición, los antes mencionados parlamentarios y sus aliados acordaron sesionar en la casona de la calle Xicoténcatl (antigua sede). Ahí, con mesas y sillas colocadas en el patio y ante la ausencia de los representantes de los demás partidos, los presentes se dispusieron a iniciar sus trabajos, pero se toparon con un detallito: sólo había 64 senadores; era necesario uno para completar el quórum. ¡Faltaba más! Ahí mismo se aprobó la licencia de una senadora que se encontraba en Europa y sin mayor trámite se le tomó protesta a su suplente. Por cierto, la solicitud de licencia no estaba contemplada en el orden del día y, por supuesto, este no podía modificarse precisamente por no contar con quórum para ello; pero, a esas alturas, lo anterior era una minucia. Superado el escollo, los asambleístas aprobaron una veintena de reformas sin dictámenes ni discusión. Así, desapareció el Insabi y Financiera Rural; fue sustituido el Conacyt y se entregó la administración del Tren Maya por tiempo indefinido a la Sedena, además, se estableció que la mayor parte de los ingresos fiscales obtenidos por la actividad turística serán destinados a un fideicomiso administrado por el ejército y se ordenó la concentración de las compras y contrataciones en la SFP, entre otras importantes decisiones que ya tendremos la ocasión de analizar.

Aquí en confianza, la existencia de una aplastante mayoría en Poder Legislativo no faculta a quienes la integran para violar sistemáticamente la Constitución, desdeñar el principio de división de poderes, vulnerar el proceso legislativo y, ya de paso, desconocer la naturaleza, importancia y alcance de los organismos autónomos. Escribieron Alejandro Rosas y Julio Patán en su libro “México Bizarro”: “...luego de los lamentables resultados de la alternancia, el Congreso está más cerca del Circo Chiarini como en 1869, que de un recinto donde se procure el bien de la patria”. Ahí se los dejo para la reflexión.

Nota: Lo antes expuesto representa la opinión personal del autor

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