Conjuguemos en plural

Opinión
/ 4 enero 2025

Quiero agradecer con todo el corazón a quienes hacen favor de leerme, tan generosa deferencia. A VANGUARDIA, a Armando Castilla Galindo, muchas gracias por darme el espacio para expresar mis reflexiones libremente. Recién hemos iniciado el 2025. Estamos eufóricos, venimos de festinar la Navidad con toda la belleza y la devoción que nos significa. Brindamos con la familia, con nuestros seres queridos, el arribo de un nuevo año, y agradecimos por el que cerró. Nos hemos abrazado y besado con quienes son caros a nuestro corazón y también expresado nuestros mejores deseos. Nos hemos alegrado con el tañido de las campanas de la esperanza, de la fe, de la luz que nos inunda por dentro y se refleja en la sonrisa y en la mirada. Y resurgen los sueños y el anhelo de un mañana pintado con los colores más brillantes del arcoíris. Es tiempo de hacer las paces con nosotros mismos, por ahí se empieza, para tender el puente de plata con los demás que compartimos tiempo y espacio.

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Tenemos el deber de aprender o de reaprender, que somos parte de un todo. Es conveniencia propia vivir bien, reza el viejo adagio, de modo que es momento de seguirlo a pie juntillas. Tenemos que respetar a quien no piensa como nosotros, o no habrá forma de entendernos. ¿Y a quien carajo –discúlpeme el francés– en su sano juicio, le sirve ser habitante de Babel? Costó, parafraseando a Churchill, sangre, sudor y lágrimas, convertirnos en NACIÓN. ¿Por qué hemos de renunciar a ser personas racionales y razonables? Seamos parte del como si, abonemos a que la cultura de la paz se convierta en un vínculo fortalecido con la voluntad de cada uno de nosotros. Privilegiemos las coincidencias, porque las hay. La prosperidad de un país se borda con lo que nos hermana a la tierra de nuestros ancestros, en la que hoy estamos y en la que están nuestros descendientes y cuantos vendrán después.

Asomémonos sin revanchismos a la conmemoración cotidiana de ser mexicanos. Necesitamos recuperar valores que están esperando por ello, las nuevas generaciones los NECESITAN para amar y respetar esta patria hermosa en la que nos ha tocado nacer, ser y hacer. ¿Qué derecho tenemos a desdeñarlos? Me refiero, entre otros, a la tolerancia, a la igualdad, a la solidaridad, a la empatía, a la disposición al diálogo, a la comprensión, al sabernos poner en los zapatos del otro para explicarnos su actuación, su parecer. ¿Qué se nos quita al ceder cuando ponderamos lo que está de por medio? ¿Por qué aferrarnos a que la razón la traemos inmersa en nuestra persona? La humildad es una virtud preciosa, que obra maravillas cuando nos acogemos a ella. La soberbia solo acarrea desastres, desavenencias, guerras, entre otras perversiones.

Tomemos conciencia de la responsabilidad que tenemos como mexicanos, como ciudadanos, como personas de carne y hueso que somos. Discernamos qué queremos. Discernir nos permite distinguir dónde está el bien y actuar en consecuencia. Es el primer paso para ser felices, esto lo apuntaron los estoicos a principios del siglo III a.C. Lo segundo es razonar y reflexionar sobre lo que vamos a hacer ¿Cómo? Seguimos con la doctrina estoica ¿La acción que vamos a llevar a cabo es sabia, justa, valiente y MODERADA? Si reúne estas cuatro premisas, adelante. Ah... y algo bien importante, no lo perdamos de vista, ocupémonos de aquello que esté en nuestras manos controlar. Dirá usted, quizá, que esto es una utopía, algo irrealizable. Yo también lo he pensado, pero eso no me desmotiva, al contrario, es acicate para no quitar el dedo del renglón.

Estamos VIVOS, están VIVAS las personas que amamos, la comunidad de la que somos parte EXISTE ¿Por qué no empeñarnos en hacer mejor el sitio en el que respiramos? Las cosas no se dan por arte de magia, las buenas cosas, menos. Ergo, tenemos que construirlas entre todos. En ese quehacer no sobra nadie, cada uno de nosotros tiene una responsabilidad, hay que asumirla. Ninguno de nosotros es Dios, somos seres humanos, con un montón de defectos pero también de virtudes. ¿Por qué no poner estas últimas a disposición del espacio del que somos parte sustantiva? Así el ganar, ganar, tiene infinidad de pros a su favor.

Vivir en sociedad es básico. Eso lo demuestra la historia de la humanidad. Convivir demanda reglas a seguir. No fue fácil llegar a este razonamiento, primero imperó la ley del más fuerte, luego la del Talión, ninguna de las dos sirvió para el objetivo. Hasta que se generó la preeminencia de la ley, primero fue la costumbre y a fuer de repetirla y hacerla valer, surgió el Derecho, y este en palabras llanas y sin tanto tecnicismo, prescribe que la libertad de uno llega hasta donde empieza la del otro. La ley es general, es decir, nos aplica a todos, sin esto vale una pura y dos con sal, para decirlo educadamente. Tenemos que entender, que en la medida en que nos sometamos a su imperio, el caos, o como usted, estimado leyente, guste llamarlo, se constriñe. Y eso se traduce en SEGURIDAD PARA TODOS.

Hago hincapié en la relevancia del ejercicio de la libertad con la conciencia de que la propia tiene como límite la del que tengo enfrente, es esencial que los padres de familia y los maestros se lo enseñen a los niños que mañana van a ser adultos y se harán cargo de la dirección del país desde los diferentes ámbitos del quehacer humano, en la esfera privada o en la pública. Hay que repetirlo a mañana, tarde y noche, por supuesto que hermanado con el ejemplo, de otra suerte, no es más que palabrería y vacío. Aprendamos a vivir en ARMONÍA.

Los gobiernos comprometidos con el bienestar de sus gobernados emanan de sociedades comprometidas con el bien común. Y es así, bajo esta premisa, que se construye el desarrollo integral del ser humano. Ahí radica la prosperidad de los pueblos.

Feliz Día de Reyes, por adelantado.

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