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Opinión
/ 28 diciembre 2024

Este año que se acaba el próximo martes 31 de diciembre me trajo, nos trajo vivencias muy hermosas. Dios ha sido magnánimo siempre, le agradezco cada día de mi vida sus preciosos regalos. El pasado 28 de noviembre, la tecnología hizo posible que escuchara el primer llanto de una personita que anunció a todo pulmón que había llegado. Nuestra quinta nieta, Santo Dios, que alegría más grande, lloré de emoción y mi marido también. Justo cuando le marqué a nuestro hijo, me contestó -estaba en el quirófano- , con un: “¿La oyes mamá? Está naciendo.”

Nos envió fotografías desde el primer instante de su arribo y de ahí en adelante, todos los días. No pudimos ir inmediatamente a conocerla, como hubiéramos querido. Hemos celebrado el nacimiento de cada uno de nuestros nietos, es como renacer por dentro, quienes son abuelos saben que estoy queriendo expresar. Nuestra nieta menor tiene 16 años, hacía, como se darán cuenta, mucho tiempo que no teníamos un momento tan bello, tan sentido, por dentro y por fuera.

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Tenerla en mis brazos ha sido algo maravilloso. Acunarla contra mi corazón, estar pendiente de cada gesto de su carita de ángel, de sus suspiros, de sus pucheros, de su cabecita apenas cubierta de cabellitos negros, de sus ojitos que batallan para mantenerse abiertos, pero que cuando los abre contemplas dos lucecitas brillantes que te roban para siempre el alma. Estoy echa una boba, se los juro, y el abuelo otro tanto. Y estamos felices. Qué bonito es ser abuelos.

Tenemos tres hijos, los amé desde que los concebí. Los crié, los traje pegados a mis faldas. Los formamos y educamos con mucho amor, han sido motivo de orgullo, de alegría. Los hijos nos enseñan lo que es amar sin condiciones. Es único ese sentimiento. Los nietos son hijos de lo más amado, de tal suerte que se trata de una fuente inagotable del dar, del darse, y sentirse completito cuando lo haces.

Tener nietos es uno de los momentos más gratificantes de la vida, es como recibir una bocanada de aire puro, te inyecta entusiasmo e ilusión. Nada como ser abuelos para volver a ser niños, para emocionarte y reinstaurar emociones tan dulces como la ternura. Los nietos son una bendición que se vincula con lo mejor de nosotros mismos. A través de ellos nuestra vida se extiende, igual que sucedió con nosotros cuando fuimos nietos. Gozarlos es un privilegio que debemos pedir a Dios que nos conceda.

Los nietos son el renuevo que arriba en el ocaso de la vida, para refrescarla y vestirla de gala. Son la sangre nueva que viene a alimentar las raíces del árbol genealógico del que también nosotros descendemos. En sus genes portan sin duda, parte de nuestro talante, de nuestros gustos, incluso de nuestros gestos y aficiones. Es un amor bien distinto del que se tiene por los hijos. El amor de los abuelos hacia sus retoñitos es bien lindo, relajado, ya sin el compromiso de formarlos y educarlos, porque esa es tarea de sus padres. Nosotros estamos para apapacharlos y mimarlos.

Nuestro nieto mayor ya tiene 21 años, fue el primer encuentro con este privilegio tan especial. Desde que lo vi me enamoré de él. Y lo mismo me pasó con su hermanita, y con los hijos de mi hija. Y ahora este tesoro que nos tiene embobados. Soñamos su abuelo y yo con verla crecer, con saber de sus primeros pasos, con escuchar su vocecita llamándonos por nuestro nombre o diciéndonos un “te quiero”, ya me estoy derritiendo nomás de imaginarlo. Y cuando nos aviente besitos con sus manos, y cuando nos plante otros en los cachetes, y cuando le abramos los brazos y corra hacia nosotros. Si le digo que ser abuela es un regalo de Dios.

Si usted, que hace favor de leerme, es abuela o abuelo, goce a sus nietos todo el tiempo que pueda, son el corolario del amor. Ellos son el futuro, a través de tan amados seres la vida sigue su curso, son la evidencia contundente de que nada muere, solo se transforma. En el pelo rizado de dos de mis nietos encuentro la huella de los ancestros que solo conocí de oídas, igual me sucede con mi hija, su mirada es la misma de mi madre y físicamente es la versión femenina de su padre y nuestro segundo hijo es un clon de los Quintana. Muchas gracias a nuestro hijo y nuestra nuera, por Isabela. Dios los bendiga.

¡Que viva la VIDA! Les deseo un 2025 pintado con los colores de la esperanza, de la fe, de la solidaridad, de la unión familiar, de todo cuanto de bueno llevamos en nuestro corazón. Fortalezcamos nuestros vínculos como personas, como ciudadanos, como mexicanos. No permitamos que ninguna ideología nos separe. Un pueblo dividido es muy vulnerable. Respetemos nuestras naturales diferencias, no fuimos hechos en serie, tenemos libre albedrío. La cultura de paz es lo que hoy necesitamos. Jamás el odio ha engendrado cosas buenas.

México nos necesita a todos sin excepción. Privilegiemos el diálogo y el entendimiento. Las nuevas generaciones deben sentirse orgullosas de sus raíces, la educación y la formación son esenciales para que eso suceda.

Un respetuoso aplauso por el año que termina y otro largo y tendido para el que arriba. ¡FELIZ AÑO NUEVO! ¡Bienvenido 2025!

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