¿Conquista o resistencia?, ¡qué dilema!
Hace más de un año se ha calentado el ambiente académico, cultural e ideológico sobre la derrota del imperio mexica por Hernán Cortés o, si se quiere, por el imperio español. Expongo datos, ideas y documentos sobre el asunto. Estoy en contra de esa dicotomía completamente chilanga.
En la Española (la Dominicana), los españoles habían robado con violencia los adornos de los indígenas si éstos eran de oro. Arrancaban los bezos (palillos insertados en el cartílago de la nariz), aretes, anillos y orejeras. Cuando Cristóbal Colón regresó de su primer viaje instaló un fuerte al que llamó Navidad. A su regreso de España encontró a todos los españoles muertos: habían maltratado a los indígenas y violado a sus mujeres. ¿Es esto resistencia? Llámele como quiera. Es un primer “encuentro”. Tras los estudios de la Escuela de Berkeley sabemos que los españoles, por medio de las armas, la explotación de los indios y las enfermedades, llevaron a la muerte a ocho millones de aborígenes de Las Antillas, en especial de Santo Domingo. Esta experiencia la vivió Hernán Cortés. Así que de allá vino con toda malicia a dominar a los aztecas y sabía cómo hacerlo. Cortés mató a mano a un español, así que tenía razones para huir de Cuba. De la Dominicana también llegó fray Bartolomé de las Casas, quien se convirtió en defensor de los indios.
Vayamos a Tenochtitlán. El 13 de agosto de 1521 derrotaron a los mexicas. De eso no hay dudas. Ya dominados, los españoles no llenaron con las matanzas. Pedro de Alvarado invitó a un diálogo a los nobles, sacerdotes, astrónomos y dibujantes: éstos llegaron desarmados y fueron asesinados sin piedad y sin razón. Este episodio lo conocemos por escritos de los mismos españoles. Alvarado era llamado Tonatiuh (el Sol, porque era rubio). Años después, en 1541, el asesino Pedro de Alvarado sería ultimado a pedradas por los indios desnudos norteños en El Mixtón.
Desde 1524 se instaló en San Esteban del Puerto el auditor Nuño Beltrán de Guzmán. Al año siguiente inició la cacería de indios en el Golfo de México. Los atrapaba para enviarlos a las Antillas como esclavos (allá habían acabado con los indios). Diez años más tarde lo denunció ante el rey Carlos V el obispo de México fray Juan de Zumárraga: anotó que se habían vendido quince mil indios. Fray Bartolomé de las Casas denunció en 1548 que ya habían trasladado a cien mil. ¿Dónde está la Conquista?, ¿dónde la resistencia?
Ésta última tendría lugar precisamente en el norte. En 1562 un capitán enviaba una larguísima carta al rey en que relataba que los chichimecas los estaban atacando, matando y robando. Esa, claramente, es la concepción de un conquistador pues, por evidente se calla, que si alguien invadía y sometía a indios pacíficos eran los españoles. Cuando llegó el padre Pedro de Espinareda a lo que hoy es Coahuila, en 1567, evangelizó y bautizó indios. Casi dos años después el capitán Cano fundó una primera población de manera oficial. En sus cartas al rey, ambos le decían que los indios los habían tratado bien, que les dieron de comer. Pero, atención, encontré en Sevilla la denuncia de un obispo que decía que en esos lugares se habían adelantado los esclavistas: desde 1564 secuestraban indígenas.
En el maravilloso libro de Muñoz Camargo escrito en el siglo 16, encontramos que los tlaxcaltecas admiraban mucho a los chichimecas, tanto que los ponían como ejemplo para sus hijos: los chichimecas sí eran valientes, vivían de su trabajo (la caza y recolección) y no eran flojos, como los muchachos tlaxcaltecas. Otra versión sobre “los bárbaros” dada por los contemporáneos.
Así que el dilema conquista o resistencia no lo es. España fue despiadada, tanto como lo eran los aztecas. Lo que sí debemos tener en cuenta es que nuestra historia está tejida de violencia (hasta el día de hoy). Además, somos los herederos de ambas culturas. España trajo su violencia, su religión y su lengua, y las impuso. Nosotros somos hijos de esa historia. Escribo en español y lo hablo. México es cristiano. No hace falta darnos golpes. De ambos imperios venimos y es mejor reconocerlo.