Antonio Usabiaga: un pastor sui géneris

Coahuila
/ 2 marzo 2016

    <span style="font-weight: bold;">Saltillo, Coah.-</span> Los ojos de don Antonio Usabiaga Guevara están frente a un texto, como la mayor parte de las tardes desde hace 40 años, cuando llegó por primera vez al templo de Nuestra Señora de Fátima, donde hasta el pasado domingo había sido el único párroco. <br>

    La pequeña oficina donde atiende está llena de libros, no se observan crucifijos, tampoco imágenes de santos. El sacerdote levanta la vista y emite un saludo, así recibe a quien llega a visitarlo, con una mirada seria que poco a poco se va ablandando conforme transcurre la plática.

    Así como lo observa el reportero, es como sus feligreses lo recuerdan: estudiando. De él se habla como un sacerdote preparado, cuyo ministerio se ha centrado en formar laicos, tanto intelectual como espiritualmente. También dicen que su peculiar forma de evangelizar, carácter fuerte y (durante un tiempo) su apoyo al sector obrero, le han traído críticas y desencuentros.

    "Es que no es un padre chocolatero que dice sólo cosas bonitas, y cuando te dice las verdades, duele. La gente no está acostumbrada a que nos digan nuestras verdades", dice Armando de la Peña, quien conoce desde hace 30 años al cura Antonio. ¡Cura!, hay que resaltar, porque no le gusta que le llamen padre. "A mí no me digan padre", les dice. "¿Cuántos hijos me han conocido? Llámenme cura, don Antonio o Toño".

    No es saltillense, pero como si lo fuera. Oriundo de Guanajuato, llegó a Coahuila en la década de los 60, cuando regresó de Europa, donde hizo sus estudios sacerdotales. Es licenciado en Filosofía y Teología por la Universidad de Comillas, en España, y cuenta con una especialidad en Ciencias Sociales, Políticas y Económicas en la Universidad Pontificia de Roma. Además domina el latín, griego, hebreo, italiano, francés e inglés.

    Siendo seminarista le tocó vivir la organización del Concilio Vaticano II, el cual marcó significativamente su vida, pues, según sus feligreses, su principal directriz es llevar a la práctica los documentos y reformas eclesiásticas emanadas del Concilio.

    De ahí que siempre criticó la falta de profundización de los católicos en la religión, quedándose en una fe de tradiciones, "por encimita, retrógrada, ritualista", como dicen sus más allegados.

    Evangelio y cátedra
    Patricia Gutiérrez y Maysi Gómez recuerdan una frase de don Antonio: "Nos dijo: `Los tres reyes magos ni eran tres, ni eran reyes, ni eran magos y el Espíritu Santo no es una palomita'". Así inculca la verdad a sus feligreses, para que pasaran a un segundo nivel de fe, estudiando a profundidad la religión y las Sagradas Escrituras.

    Es criticado por algunos y admirado por otros, debido a su doctrina de evitar rendir culto a las imágenes. "Si usted se fija, en el templo no hay santos, y a él no le gustaba que anduviéramos con crucifijos o rosarios colgando del cuello. Decía que no eran amuletos, que eran instrumentos de oración", comenta Graciela Garza, quien desde su juventud asiste a misa en Fátima.

    También está en contra de las verbenas populares y las fiestas patronales con puestos de enchiladas, discos "piratas" y ruido. Quienes lo conocen refieren que le desagrada que la religión se quedara en ritos, formulismos y fiestas.

    Por esodicen que su misa es casi una cátedra. Antes de iniciar la eucaristía salía a la puerta del templo a saludar de mano a todos, luego daba una pequeña plática con ejemplos de vida de personajes, tanto de la Iglesia, como de la historia en general. Después, en la homilía explicaba con detalle datos de la Biblia, como la procedencia del texto de las lecturas, quién era el escritor, en qué situación se escribió y luego la explicación de acuerdo con el contexto histórico y su aplicación espiritual.

    "Nosotros hasta nos llevábamos lápiz y cuaderno para anotar, porque al siguiente domingo nos preguntaba lo que nos decía en la misa", recuerda Patricia Gutiérrez. Pero el sacerdote no se conformó con sus homilías y en 1971 fundó el Instituto Secular de Estudios Religiosos, donde la gente pudo tener acceso a estudios que antes eran reservados para sacerdotes.

    "Con el ISER nos puso a la vanguardia nacional", reconoce Héctor Gómez, ex miembro del patronato de la parroquia de Fátima, quien nos comparte que el Instituto actualmente cuenta con reconocimiento de la SEP, de la Universidad Iberoamericana y La Salle, de tal manera que quien se gradúa adquiere el título de licenciatura en Ciencias Religiosas.

    Del lado de los obreros
    Pero Usabiaga no ha sido un cura sólo de estudios, también se ha preocupado por los más necesitados, como lo hizo durante la huelga de Cinsa y Cifunsa, a finales de 1973 y principios de 1974, cuando apoyó abiertamente al sector obrero y a los cabecillas de la resistencia, personajes como Nelly Herrera, Francisco Navarro Montenegro y Salvador Alcázar.

    "El padre les prestaba el mimeógrafo para que sacaran las impresiones de los volantes. Él no era un cura subversivo, simplemente se solidarizaba con los necesitados", refiere Armando de la Peña.

    En aquel entonces el presbítero se enteró de que había alrededor de 3 mil familias que necesitaban comida y él instruyó a sus feligreses para llevarles alimentos, despensas, ropa, atención médica y cuanta ayuda necesitasen.

    Durante aquella época fue el único sacerdote que habló duramente contra los empresarios, sin que su obispo, don Luis Guízar Barragán, se lo impidiese. Por eso tuvo la valentía y libertad de reconocer como justas las exigencias de los obreros, al grado de generar la antipatía de ese sector industrial, la cual permanece hasta la fecha.

    Se dice que don Antonio siempre se identificó con la clase trabajadora, porque él nunca esperó que sus feligreses lo mantuvieran, él mismo trabajaba como maestro para solventar sus gastos. Daba clases de economía y ética en el Tec de Monterrey, en la Universidad Autónoma de Nuevo León, en la Universidad Iberoamericana de Saltillo, en la UANE, también en la UAdeC e incluso impartió clases de ciencias sociales a médicos y enfermeras del IMSS.

    "Fue un hombre que siempre vivió de su trabajo, no saqueando viudas, como muchos otros que hay aquí en Saltillo", declara contundente Armando de la Peña.

    Cura visionario
    Se dice que ha sido un hombre adelantado a su época, lo cual dejó plasmado en el templo que construyó con el apoyo de la iniciativa privada y el patronato de la parroquia. La forma circular, estilo teatro griego, está pensada para una excelente acústica y visualización, además se le incluyeron novedades de las que carecen otros templos hasta la fecha.

    "Por ejemplo, aquí tienen baños para la gente, porque en otras iglesias ahí andas pidiendo el baño de la sacristía. No, aquí no, aquí se pensó en las necesidades de la gente", platica Graciela Garza.

    Ella misma recuerda que en otro tiempo, a don Antonio le molestaba que los bebés o niños lloraran en el templo a la hora de misa, por eso mandó construir una capillita especial dentro del mismo templo, recubierta de vidrio, a la cual se le instalaron bocinas, para que quienes llevaran niños pudieran escuchar la misa desde ahí, sin distraer a la feligresía.

    También se construyó en la parte inferior del templo un espacio con alrededor de 800 criptas, para 6 mil restos mortales, un servicio funerario que en su momento fue una novedad y que actualmente son comunes en templos y cementerios de los países más civilizados.

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