De Sei Shōnagon a Borges: Las cosas que nos gustan del mundo

Opinión
/ 6 diciembre 2023

Sei Shōnagon fue una mujer japonesa que vivió hace poco más de mil años y pasó a la historia por dejarnos “El libro de la almohada”. Esta obra es un diario en el que la autora escribió anécdotas y listados de cosas que le gustaban o le disgustaban del mundo. Sus palabras sinceras, espontáneas y poéticas marcan definitivamente a quien las lee.

Esto le pasó a Jorge Luis Borges, quien se volvió hábil y magistral en el arte de escribir poemas a manera de enumeración. Cuando me enteré de esta coincidencia literaria, en una plática de café con un amigo años atrás, me fui a buscar el misterioso “Libro de la almohada” y me llevé algunas sorpresas.

La primera fue entender que los poemas borgianos de listados, que tanto me gustan y que he imitado con entusiasmo, se inspiraron en Sei Shōnagon. Entonces, yo al escribir evocaba, sin darme cuenta, un diario del año 994. La segunda fue saber que a esta autora se le considera pionera del ensayo literario, varios siglos antes que Michel de Montaigne, el “padre del ensayo” (o al menos así lo aprendí en la escuela).

Sabemos poco o nada de la emblemática escritora. María Kodama explica, en el prólogo de una versión de esta obra traducida por ella y Borges, que Shōnagon nació, probablemente, en el año 965: “fue dama de la corte de la emperatriz Sadako durante la última década del siglo X. Su padre era un oficial del clan Kiyowara, pero era más conocido como investigador y poeta.

Sei Shōnagon se casó con Tachibana no Norimitsu y tuvo con él un hijo. Su vida después de dejar la corte a la muerte de la emperatriz es totalmente desconocida”. Hay algunos pasajes del diario que revelan momentos muy íntimos, como las historias con sus amantes o escenas muy efímeras de su juventud. Pero hasta ahí. ¿Qué le sucedió al morir la emperatriz? ¿Escribió otros libros que tal vez sigan perdidos?

Entre los textos más memorables de Sei Shōnagon, aparecen algunos cuentos como la historia del perro Okinamaro, a la par de anécdotas chuscas y los famosos listados. En uno de ellos titulado “Cosas y gente que deprimen” dice: “Un perro ladrando de día”, “la habitación destinada al nacimiento cuando el niño se ha muerto”. En “Cosas elegantes” dice: “Una chaqueta blanca sobre un chaleco morado [...] Flores de cerezo cubiertas de nieve. Una linda criatura comiendo fresas”. Luego están las “Cosas que hacen brotar un tierno recuerdo del pasado”: “Descubrir un pedazo de tela de color violeta prensado entre las páginas de un libro. En un día de lluvia nos invade el tedio; por distraernos revolvemos viejos papeles, y encontramos las cartas de un hombre que antaño amamos”.

Cuando enumera las “cosas que proporcionan una sensación agradable”, Sei apunta las siguientes (imaginemos que están escritas hacia abajo, como las listas): “Pinturas de mujeres, acompañadas de textos interesantes. El viaje de regreso de un festival en compañía de una gran escolta. Sobre un blanco y puro papel de Michinoku alguien ha escrito con un pincel que hace pensar cómo es posible trazar tan delicadas letras. Echar los dados y conseguir números iguales repetidas veces. El agua que se toma al despertar a medianoche”.

A través de “El libro de la almohada” conocemos el buen humor de su autora, quien con inteligencia se burla de ella misma y de sus contemporáneos. También brotan su melancolía y sus espléndidas habilidades como narradora o filósofa, pero son sus dotes poéticos los que más me emocionan. Cuando leo a Borges después de conocer a Shōnagon todo cambia y cobra un sentido nuevo. Así, el hermoso poema borgiano “Las cosas que pudieron ser y no fueron”, del que tanto he hablado y escrito en otros momentos, me conmueve de otra manera. Es imposible sumergirse en la lectura de estos poetas, separados por un milenio y varios continentes, sin animarse a escribir de aquellas “nuestras cosas”, las que amamos, las que nos duelen o las que quisiéramos que fueran.

POEMAS DE SEI SHONAGON

Cosas que pierden al estar pintadas...

Claveles, flores de cerezo, rosas amarillas.

Hombres y mujeres cuya belleza las novelas alaban.

Cosas que ganan al estar pintadas...

Campos en el otoño. Pinos. Aldeas y senderos de montaña. Grullas y ciervos. Un paisaje de frío invierno, un paisaje muy cálido de verano.

POEMA DE JORGE LUIS BORGES

Las cosas que pudieron ser

Pienso en las cosas que pudieron ser y no fueron.

El tratado de mitología sajona que Beda no escribió.

La obra inconcebible que a Dante le fue dada acaso entrever,

ya corregido el último verso de la Comedia.

La historia sin la tarde de la Cruz y la tarde de la cicuta.

La historia sin el rostro de Helena.

El hombre sin los ojos, que nos han deparado la luna.

En las tres jornadas de Gettysburg la victoria del Sur.

El amor que no compartimos.

El dilatado imperio que los Vikingos no quisieron fundar.

El orbe sin la rueda o sin la rosa.

El juicio de John Donne sobre Shakespeare.

El otro cuerno del Unicornio.

El ave fabulosa de Irlanda, que está en dos lugares a un tiempo.

El hijo que no tuve.

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