Después de las marchas
Corría 1999, los jóvenes panistas celebrábamos un encuentro juvenil en la Ciudad de México en una de las calles que desemboca en Reforma, quizá fuera Lafragua. Participaron buenos conferencistas de filiación panista y ciudadanos. Puso el broche de oro Vicente Fox, por entonces gobernador de Guanajuato y aspirante a la candidatura del PAN a la Presidencia de la República. Terminado el evento acompañaríamos al precandidato en una marcha hasta el Ángel de la Independencia. Por ahí tengo una foto de aquel día, el presidente del PAN en la Ciudad de México era José Luis Luege, quien fuera secretario del Medio Ambiente con Fox.
Hubo mucho entusiasmo en la marcha y muy poco impacto en la ciudadanía. Llovió y eso enfrió los ánimos. El gobernador Fox volteó a ver a Luege y encaró el patente fracaso con buen humor comentando, palabras más o menos: qué malos son los panistas tomando calles. Fox sabía manejar a los medios que le eran adversos y logró convertir el fracaso en algo relativamente positivo o, cuando menos, lo rescató del fracaso total. No había orden, marchabamos amontonados, no llenamos ni media cuadra de Reforma. Eso sí, nos divertimos mucho.
Llenar calles nunca ha sido atributo del PAN. Cuando se consigue, es más un logro ciudadano, más allá de partidos, cuando las clases medias deciden tomar la calle. No es frecuente, es más bien esporádico, pero tiene cierto valor por su visibilidad. Sucedió así en los cierres de campaña de Fox en todo el País o en las marchas contra la inseguridad. Ese espíritu ahora lo encarnan otros grupos: las mujeres, los familiares de los desaparecidos y los defensores del INE.
El viejo y el nuevo PRI sí saben hacerlo. Se las saben al revés y al derecho. Manejan listas interminables de personas. Estructuras piramidales que llegan hasta el último rincón de la patria. Líderes que, con simple un llamado, amenaza o bonificación, consiguen llenar camiones para acarrear multitudes a uno u otro evento, acerca del cual pocos tienen idea. Ayuda mucho que esas listas sean verificables, activas y permanentes. Muchos enlistados son beneficiarios de programas sociales, otros son burócratas o empleados del partido, ostentan cargos de elección popular o pertenecen a algún sector organizado. Esas listas interminables contienen nombres, domicilios, números telefónicos y ubicación en la pirámide de control.
El presidente López Obrador atiborró las calles de la Ciudad de México, no hay duda de ello. Interesante que este forcejeo entre Gobierno y oposición suceda cuando vivimos inmersos en la posverdad. El secretario de Gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres, puede ver en el mismo espacio 10 mil personas en la marcha opositora y un millón en la marcha del Gobierno.
Se trató de un “fuera máscaras” en toda su extensión. No importa esconder o negar los camiones de acarreados, que se les pague con recursos públicos o que se use a funcionarios públicos para convocar. Ya circulan videos de alcaldes condicionando el pago de aguinaldos. Todo se vale y todo es justificable cuando se trata de defender al “amado líder”.
Al final del día, uno y otro bando sólo demostraron lo que ya sabíamos: México está sumamente dividido y polarizado. El presidente sabe que el 53 por ciento que lo eligió ha bajado a un 40-45 por ciento, esa población le cree cuanto diga por más absurdo que sea. La otra porción no va a reconocerle nada por más real que sea. Una minoría muy estrecha e indecisa será la que defina las cosas en 2024. Hoy, no hay nada para nadie.
Está en veremos el límite que habrá de imponerse el propio AMLO o aquellos que lo asesoran. No es creíble que un hombre de su edad, con sus achaques y su escasa preparación, sea el gran estratega en solitario. Quizá sea su vocero, o sus asesores cubanos, o el líder de Morena, o los ideólogos del Gobierno de la Ciudad de México, Ebrard o una mezcla de todos ellos.
¿Será estrategia calculada o resultado de acciones erráticas? No sé qué sea más peligroso en una personalidad tan difícil como la de Andrés Manuel López Obrador.
@chuyramirezr