Discurso inaugural: ¿Hacia dónde va la presidenta Sheinbaum?

Opinión
/ 6 octubre 2024

Apenas hace unos días, el 1 de octubre (nuevo feriado nacional), tomó posesión Claudia Sheinbaum. Poco a poco se resolverá el enigma de si la presidenta será autónoma, firme e independiente de la sombra e influencia del expresidente López Obrador. La especulación, desde tiempos de campaña y especialmente desde su victoria el 2 de junio, no ha cesado. Todos vemos señales, hasta en donde no las hay, para tener idea de si el nuevo gobierno será distinto o si le será imposible desmarcarse del padrino político.

Estoy convencido de que la gran mayoría de los mexicanos, tal vez incluyendo a quienes se dicen “obradoristas”, desean que la presidenta Sheinbaum encuentre su versión de “la sana distancia” con su predecesor en estilo, formas, sustancia y resultados. Sí, tal vez quienes creen en la idea del “segundo piso de la transformación” querrán que las políticas no varíen mucho de lo que se vio por seis años, pero tengo la esperanza de que incluso ellos saben que el país en su conjunto no puede dedicar otro sexenio a esa idea cotidiana de enfrentar a norte con sur, ricos con pobres, chairos con fifís, conservas con liberales, derecha con izquierda, neoliberales contra lo que sea que sean en la 4T.

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El país no podrá mejorar sustancialmente, y menos para las grandes mayorías, si se mantiene la idea de que vamos “requete bien”, de que es razonable tapar el sol con otros datos, de que es posible transformar a un país que crece menos del 1 por ciento anual o donde hay 30 mil homicidios cada año.

En su discurso de toma de posesión, la Presidenta fue relativamente moderada y no hubo nada espectacular, elogió efusivamente, como era de esperarse, a López Obrador (me pregunto en cuánto tiempo empezarán a ponerle su nombre a instalaciones de Pemex, aeropuertos, trenes o calles), nos dijo que él se retiraba de la vida pública (esperemos sea cierto), hizo referencia a lo que considera éxitos del gobierno saliente y mantuvo una línea similar en cuanto a las prioridades (en su mayoría razonables) o aspiraciones de lo que ella y los suyos llaman “el Humanismo Mexicano”, basado en la “prosperidad compartida”, “la austeridad republicana”, “gobernantes honrados y honestos que combaten corrupción”, un “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, “política que se hace con amor y no con odio” y un gobierno que garantizará “todas las libertades”.

En temas económicos, que normalmente interesan a este espacio, sorprendió favorablemente al mencionar cosas que deberían darse por hecho, pero que al decirlas reducen la ansiedad de muchos: Autonomía de Banxico. Política fiscal responsable con deuda a PIB razonable. Enfoque en promover inversión pública y privada, incluyendo una frase clave: “tengan la certeza de que las inversiones de accionistas nacionales y extranjeros estarán seguras en nuestro país” (AMLO dijo lo mismo en su discurso inaugural). Combustibles y energía, cuyo precio no aumentará en términos reales. Mención positiva sobre el Tratado Comercial con Estados Unidos y Canadá y la relocalización de empresas. Objetivo de seguir aumentando el salario mínimo hasta “alcanzar 2.5 canastas básicas”; esto implicaría, si no me equivoco, que el salario mínimo suba alrededor de 50 por ciento más que la canasta básica para fines del sexenio, cosa que no parece muy descabellada y que debe reconocerse como uno de los puntos más positivos del gobierno saliente y que el nuevo deberá continuar.

Habló de facilitar pago de impuestos y trámites con digitalización (esto es muy interesante y no huele para nada a 4T; veremos si se cumple). Construcción de un millón de viviendas para renta con opción a compra, principalmente para jóvenes, así como créditos accesibles para mejoras a viviendas y un programa masivo de escrituración. Prometió “infraestructura” enfocada en Tren Maya, trenes de carga, Tren Interoceánico, trenes de pasajeros (construir el doble que AMLO). Habló de energías renovables (buena intención), así como inversiones en transmisión y generación; también prometió reglas claras para que la inversión privada cubra el 46 por ciento de la generación de energía.

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Dijo, no es claro si porque hasta ahí topó, que Pemex solamente producirá 1.8 millones de barriles de petróleo al día y criticó que la Reforma Energética (de Peña supongo) pretendía producir 3 millones diarios, ya que eso “es ambientalmente imposible”. Sostuvo que convertirá a México en “una potencia científica y de la innovación” (otro tema que no huele a 4T; cualquier movimiento hacia adelante será muy refrescante). Pero me quedé con la duda en tres temas y me preocupa que no los haya siquiera mencionado en ese discurso:

1) Nada sobre darle la batalla a los cárteles económicos, promoviendo la competencia y haciendo cumplir las leyes en materia de competencia. Difícil que el país crezca sin inflación y que la pobreza se reduzca si mantenemos grandes áreas de la economía en manos de oligopolios y monopolios. Incluso mencionó como logro de AMLO que “los empresarios y los bancos ganaron más” (creo se refería a los grandes empresarios); preocupante mantener el statu quo en ese rubro. 2) Nada sobre apoyo a PYMES. 3) Tampoco se atrevió a decir que no habrá nuevos impuestos, cosa que hubiera sido fácil prometer si pensara en mantener la línea del que recién salió. En estos puntos, espero no aplique el famoso “piensa mal y acertarás”.

@josedenigris

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