Donald Trump tiene su modo
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Trump es un provocador igual que Andrés Manuel López Obrador. El sí tiene límites porque la realidad política de EU es diferente a la de México. El norteamericano plantea absurdos a manera de ganar terreno en la mesa de negociación y distraer la discusión sobre lo fundamental como es el disparate de hacer de Canadá o México estados de la unión americana. Sus referencias sobre el diálogo sostenido con los gobernantes de Canadá y México no son errores de interpretación, simplemente se desentiende de lo dicho y utiliza de mala fe cualquier expresión para decir lo que le conviene.
En algún sentido Trump es predecible y así debe entenderse. Efectivamente, como dice la presidenta Sheinbaum, él tiene su estilo de comunicación que es la grosera tergiversación de los diálogos. Sin embargo, es impredecible en el sentido de que está dispuesto a llegar mucho más allá de lo que dicta el sentido común; para usar la expresión del secretario Ebrard, él sí está dispuesto a darse un tiro en el pie y eso lo vuelve doblemente peligroso, para su interlocutor y para los propios norteamericanos. El gobierno mexicano debiera escuchar con mayor detenimiento y cuidado lo que está diciendo públicamente, porque quiérase o no es hoja de ruta, no sólo baladronadas para intimidar a sus contrapartes o para satisfacer a su grey.
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Si a Trump se le tomara en serio todo lo que dice el dólar andaría en las nubes y el peso mexicano tendría una depreciación considerablemente mayor. No sucede ni lo uno ni lo otro, al menos en proporciones mayores. De ser así los inversionistas en México ya estuvieran migrando a otros países. Es evidente que puede haber medidas unilaterales, pero también que de alguna manera habrá negociación, tan es así que ha habido diálogo e interlocución con el primer ministro de Canadá y con la presidenta Sheinbaum. El presidente electo es propenso a blofear a partir de su condición de fuerza y de su reputación de golpeador irredento. De alguna manera es su estilo y le ha dado resultado, no por el modo, sino por su situación de poder respecto a sus interlocutores.
El problema que enfrentan las autoridades mexicanas para tratar a un personaje como Trump es doble, por una parte, lo que está a la vista, un próximo presidente dispuesto a ganar ventaja a como dé lugar, sin sentido de compromisos de ambas partes, su nativismo le impide entender que somos socios y no competidores; para él México es un país más del que hay que obtener todo lo que se pueda, idea compartida con quienes serán sus colaboradores portadores de prejuicios, esto es, una mala idea de su vecino al sur y de los mexicanos. En su imaginario autocrático y nacionalista es muy difícil entender a México.
Por otra parte del problema somos nosotros, esto es, lo que no hemos hecho bien y nos pone en evidencia como un país con un gobierno poco confiable, con una sociedad complaciente y, por lo mismo, un alejado de los buenos resultados, no de ahora, sino desde siempre. En estos tiempos lo más evidente de México es la violencia y la impunidad. Las autoridades mexicanas son vistas por igual incompetentes y corruptas. La cifra de homicidios que presenta el país ante el mundo es el de una nación en guerra civil o para efectos prácticos. Además, China sí ha penetrado a la economía mexicana, como también ha enviado precursores para la producción de drogas sintéticas, entre éstas el fentanilo. Lo menos que deben hacer las autoridades mexicanas es igualar los aranceles que aplica EU a los productos de origen asiático. En el tema migratorio muchos connacionales han tenido que migrar en el pasado reciente por la violencia en sus lugares de origen. Las malas políticas en materia de seguridad han tenido terribles consecuencias para todos, menos para los delincuentes.
Por razones elementales de sentido común la mejor condición para negociar con el vecino del norte es con un país en unidad, con instituciones fuertes, con un sentido de propósito común. La polarización ha dividido al país y todo muestra que a este gobierno le interesa profundizarla.
Trump el provocador demanda de su contraparte visión, claridad estratégica, firmeza y, especialmente, unidad. México es garantía de seguridad regional y ha probado ser confiable. En eso sí, ningún presidente norteamericano está dispuesto a darse un tiro en el pie.