Educando chairos Vol. 5. El modelo BITE

Opinión
/ 9 mayo 2024

A pesar de que han sido bien identificados los patrones de control coercitivo en incontables cultos, las legislaciones alrededor del mundo se han visto rebasadas a la hora de afrontar el problema de las sectas.

De ahí que prosperen toda suerte de doctrinas peligrosas (potencialmente letales) para sus practicantes, sus allegados y para la sociedad en general.

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El sistema de creencias es lo de menos; muchas son derivaciones y reinterpretaciones del cristianismo (La Luz del Mundo, El Templo del Pueblo, La Nueva Jerusalén), aunque otras tienen una mitología y cosmogonía propias (la Iglesia de la Cienciología).

Otras veces ofrecen autoayuda o incluso una red de ventas como el camino hacia el crecimiento y la superación. Se dice que el sistema de Omnilife y de los aceites esenciales Young Living tienen características sectarias.

El gran problema a la hora de tratar de rescatar a alguien que ha caído en una secta coercitiva es que la víctima ni siquiera se percibe como miembro de un culto.

En 1974, con 19 años, el joven neoyorquino judío Steven Hassan cayó en las redes de la Iglesia de la Unificación (una secta cristiana fundada en Corea del Sur luego de la Segunda Guerra Mundial y conocida como “los Moonies” por el nombre de su fundador Sun Myung Moon).

Hassan ascendió rápidamente dentro del culto. Atendía labores de reclutamiento y búsqueda de financiamiento. Vivía hacinado en una comuna y dormía sólo cuatro horas diarias. Abandonó sus estudios para entregarse de tiempo completo a la iglesia, a la cual cedió también su cuenta bancaria. Según sus palabras, estaba dispuesto a morir por su fe y por su líder.

Luego de una jornada de trabajo doble, completamente privado del sueño, Hassan se quedó dormido al volante y tuvo un grave accidente y fue lo mejor que le pudo haber ocurrido. Las semanas de recuperación hospitalaria al cuidado de su familia (con la que ya había cortado vínculos) y la ayuda de un grupo de “desprogramadores” le hicieron recobrar conciencia.

Rehabilitado de su lavado de cerebro, Hassan decidió dedicar su vida a estudiar el fenómeno de los cultos y a diseñar estrategias para identificarlos y ayudar a escapar a sus miembros.

Para ello Hassan propuso el Modelo BITE de Control Autoritario, una serie de parámetros que nos ayudan a identificar si un grupo está incurriendo en prácticas coercitivas: Control de la Conducta, la Información, el Pensamiento y las Emociones (Behavior, Information, Thought, Emotional= BITE).

Y ojo, no se tienen que cumplir todos los elementos del Modelo BITE para concluir que alguien está siendo víctima de un control coercitivo, sino que cada uno de estos es una señal de alarma que debe ser atendida.

Se llega entonces el momento de preguntarnos (y esto sólo me va a acarrear algunas mentadas de madre gratuitas): ¿Es la 4T una secta?

De hecho, coloquial y peyorativamente nos referimos a veces al sector más fiel y radical del lopezobradorismo como “la secta”.

¿Pero reúne realmente las características de un culto coercitivo? Analicemos bajo los criterios del Modelo BITE propuesto por Hassan:

CONTROL DE COMPORTAMIENTO. Las sectas pretenden controlar cada aspecto de la personalidad del individuo: quiénes son sus amigos, su pareja, lo que viste, lo que come.

Desde luego que la 4T no ha dado indicios de cosa semejante, no obstante sí se desaprueba el individualismo y el disenso. El Presidente dice respetar otras maneras de pensar, pero enseguida condena cualquier ideología que no se amolde a su doctrina y todo aquel que lo contradiga es tachado de conservador, adversario y traidor a la Patria.

No se ha reportado castigo corporal ni la privación del sueño como no sea el caso de esos pobres infelices que tienen que cubrir la Mañanera.

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CONTROL DE LA INFORMACIÓN. Se trata de retener y ocultar información, distorsionar hechos, desaprobar todas las fuentes que contradigan la palabra del líder. Establecer la narrativa del “ellos contra nosotros”, ridiculizar a quienes cuestionan al movimiento (exmiembros incluidos).

Y si bien es cierto que todos los gobiernos mienten, jamás en 40 años habíamos visto esa obsesión por controlar la agenda noticiosa y la opinión pública. Nunca tuvimos un presidente perorando tres horas diarias para reforzar las máximas de su movimiento: “No somos iguales”, “ellos los conservadores”, “el periodo neoliberal”, “yo tengo otros datos”... De igual manera, nunca antes se percibió ese clima de hostilidad hacia la prensa (satanizándola, ridiculizándola); tampoco en épocas recientes vimos semejante cantidad de información pública reservada en temas tan elementales como el gasto de la obra pública.

CONTROL DEL PENSAMIENTO. Se trata de lograr que el individuo acepte la doctrina del grupo como una verdad absoluta. El pensamiento es blanco o negro. Se establece una falsa dicotomía entre los buenos y los malos (nosotros y los enemigos de la Patria).

Las sectas utilizan un lenguaje reduccionista que simplifican ideas complejas a meras frases repetitivas con las que se repelen los cuestionamientos (“ponte Vitalina”, “ya se te acabó el chayote”). Y así, teniendo ya las respuestas prefabricadas, se evita que se desarrolle el pensamiento crítico. Se rechaza el análisis racional y la ciencia.

Pero por encima de todo está el líder, cuya palabra es incuestionable. No importa la abrumadora cantidad de evidencia en contra que se presente, tampoco si lo que ayer dijo contradice lo que hoy afirma. Es tarea de los adoctrinados conciliar en su cabeza tal contradicción porque el líder jamás se equivoca.

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CONTROL EMOCIONAL. El consabido chantaje de “primero los pobres” y otras estrategias populistas bien podrían considerarse tácticas de control emocional per se. Pero este gobierno en particular, a falta de resultados, le ofrece a sus incondicionales la capacidad de hacer catarsis en cada conferencia matutina. Cada vez que el Presidente se ríe socarronamente de sus adversarios, de la oposición, de las instituciones que sin éxito han intentado hacerle respetar la ley; cada vez que encuentra la manera de sortear la legalidad para hacer su voluntad, sus simpatizantes celebran con una descarga de dopaminas y endorfinas a las que sin saber se han vuelto adictos.

Con todo lo anterior quizás podamos, cada uno de nosotros, decidir si la 4T de Andrés Manuel López es una secta o no. No me toca en todo caso afirmarlo o negarlo categóricamente. Prefiero que sea en cada caso el lector quien pueda determinar si algún conocido, familiar o ser querido ha caído en las redes de un culto peligroso. Y si un sólo devoto vacilante llegara con esto a hacer conciencia sobre su realidad, nada me haría más feliz.

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