Hoy, hace exactamente un año, empecé a colaborar en esta casa editorial con la columna Atril, en la que escribo y comparto experiencias y conocimientos en torno al mundo de la música y del arte. Deseo que la lectura de esta columna durante el año pasado haya sido de su agrado. Y anticipándome a las celebraciones y conmemoraciones de músicos y compositores que en este año recién iniciado estaremos recordando, les adelanto algunas de estas fechas.
Empezando en orden cronológico, en enero se celebran los 100 años del nacimiento del compositor italiano Luigi Nono. Veneciano, nacido el 29 de enero de 1924, fallecido en 1990 en su ciudad natal, Nono fue un compositor trascendente como lo fueron Pierre Boulez y Karlheinz Stockhausen en ese tramo del siglo pasado. Casado con la hija de Schöenberg, compondrá en 1950 su primera aportación al nuevo lenguaje que se fraguaba en esos años, las Variaciones canónicas, basada en una obra de su ilustre suegro y que lo darán a conocer ampliamente y con la que se convertirá en uno de los primeros maestros de la Escuela de Darmstadt. Seguirá componiendo más obras del mismo carácter y estilo.
Abordó la aleatoriedad, el serialismo integral y la música electroacústica; en estas vertientes compuso una numerosa y significativa obra para orquesta, música coral y obras para diversas formaciones instrumentales. Quizá su obra maestra sea Il canto sospeso (1955-1956), para soprano, alto, tenor, coro mixto y orquesta. La postura personal y estética de Luigi Nono se manifiesta en dos líneas principales: la música coral y la militancia política. En 1952 Nono se afilió al Partido Comunista Italiano y desde ahí combatió al fascismo. Es célebre su rompimiento con la Escuela de Darmstadt en 1957, a raíz de una discusión pública con Stockhausen. Vayamos al siglo XIX.
Uno de los “compositores cumbre” a los que se aspira ascender (en el sentido estricto de dominar y abarcar las dificultades inherentes a su obra) es el franco-polaco Frederic Chopin, que en este año se conmemoran 175 años de su muerte, acaecida un 17 de octubre. Las causas clínicas de su deceso aún están en discusión. Por mucho tiempo se aseguró que la tuberculosis fue la causa principal. Posteriormente se fortaleció el argumento de que falleció de fibrosis quística, un padecimiento hereditario que produce un daño progresivo en los pulmones.
Los médicos que se han dedicado a desentrañar las causas de muerte de artistas célebres, han asegurado que Chopin no pudo haber muerto de tuberculosis, por que éste la adquirió en sus años de adolescente, al igual que su hermana Emilia, quien falleció a los 14 años. Chopin tenía 16 en ese entonces y ya había manifestado los síntomas de esta enfermedad.
Sea lo que haya causado la muerte de Chopin, su obra sigue viva y lo reafirma como uno de los pináculos del romanticismo. Sus composiciones, sin embrago y a pesar de su fama, son poco conocidas y mal entendidas. Sólo se escuchan algunas piezas que han trascendido: un vals que se dice debe interpretarse en un minuto, qué absurdo; un nocturno que se ha estereotipado y que, además, se toca mal; una marcha fúnebre que ha llegado a ser la madre de todas las marchas fúnebres, y una media docena más de piezas que se me escapan. No se escuchan con la asiduidad deseada sus estudios, sus preludios, sus sonatas, sus ciclos de baladas y scherzos, sus conciertos para piano y orquesta, sus numerosas mazurcas, etc.
Mi maestro de piano me decía que Chopin era un compositor “vocal” (como Mozart), porque la estructura de sus melodías, despojadas de los racimos armónicos, se asemejaban a la melodía de un aria operática. Y hablando de música vocal, no podemos pasar por alto a un enorme y maravilloso compositor, Giacomo Puccini, que en este año se conmemora el centenario de su muerte, el 29 de noviembre; otro compositor que dedicó gran parte de su genio a la música vocal fue Anton Bruckner, compositor también de sinfonías catedralicias, de él celebraremos el bicentenario de su nacimiento el 4 de septiembre.
Estos dos últimos compositores, de temperamentos e historias disímbolas, dejaron una impronta profunda, de tintes y características irrepetibles, en un mundo en el que la estética musical estaba por abandonar todo un sistema y modo de percibir el arte y la vida. De ellos, y de más celebridades, estaremos comentando vida y obra a lo largo del año.
CODA
“No hay caminos, hay que caminar” Luigi Nono.