La maniobra de Giorgia Meloni: centrista en el extranjero, de derecha en Italia
Meloni ha intentado reforzar esas credenciales con acciones en gran medida simbólicas, como hacer caso omiso de la corrección política
Por Emma Bubola
La primera ministra italiana se ha distanciado de su pasado de extrema derecha en cuestiones internacionales clave, pero mantiene medidas conservadoras para los simpatizantes en su país.
Giorgia Meloni ha hecho mucho en sus dos años como primera ministra de Italia para distanciarse de su pasado de extrema derecha, alineándose con la corriente occidental en cuestiones internacionales clave. Pero esta semana ha recordado sus convicciones conservadoras.
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El miércoles, el Senado amplió la prohibición de los vientres de alquiler, declarando ilegal que los italianos busquen vientres de alquiler en el extranjero. Esto ocurría pocas horas después de que la Marina italiana llevara a los primeros inmigrantes a Albania, en el marco del nuevo plan para tramitar las solicitudes de asilo fuera del país.
Estas políticas, que tocan los temas estrella de la derecha, la inmigración y los valores familiares, fueron gestos poderosos y simbólicos.
“No quiere ser de extrema derecha”, dijo Roberto D’Alimonte, politólogo de la Universidad Luiss Guido Carli de Roma. “Pero necesita ofrecer una concesión a su base”.
D’Alimonte añadió que Meloni estaba “caminando por la cuerda floja” al mantener posturas que la convertían en un socio creíble en la escena internacional, al tiempo que se aferraba a su base de derecha.
“Es un acto de equilibrismo”, dijo.
Meloni no solo ha dejado atrás su pasado, sino que ha ido más allá, tomando medidas para distanciarse de gran parte de la extrema derecha europea, presentándose como un puente entre el centro y los partidos nacionalistas que a menudo se consideran desagradables, como el partido Fidesz del primer ministro Viktor Orbán en Hungría.
A pesar de haber expresado su apoyo al presidente Vladimir Putin en el pasado, Meloni ha adoptado posiciones incondicionales a favor de Ucrania y de la OTAN sobre la invasión rusa, más cercanas a las del presidente Joe Biden que a las del expresidente Donald Trump, quien parecería ser un aliado más natural.
Cuando Orbán fundó este verano Patriotas por Europa, una coalición de partidos nacionalistas, Meloni la desdeñó. En casa, decidió no establecer el bloqueo naval que había prometido en campaña que frenaría a los migrantes, y su gobierno acaba de proponer un presupuesto riguroso, manteniendo un estricto control del gasto.
Donde ha tratado de reafirmar sus credenciales conservadoras en en cuestiones que, según los expertos, tienen menos riesgo de socavar su reputación en el extranjero.
Meloni ha intentado reforzar esas credenciales con acciones en gran medida simbólicas, como hacer caso omiso de la corrección política. En una lengua en la que la palabra presidente se dice en femenino y en masculino, prefiere utilizar el masculino. También se refiere a Italia en términos nacionalistas, como “patria”.
Insiste en que lo mejor para los niños es tener “un padre y una madre”, y su gobierno ha tomado medidas para dificultar que las parejas del mismo sexo sean reconocidas como padres.
Prometió no derogar la ley italiana del aborto, que permite practicarlo en las 12 primeras semanas de embarazo. Pero la modificó, haciendo hincapié en la “prevención” del aborto en la legislación y prometiendo hacer todo lo posible “para ayudar a quien piense que el aborto es el solo camino”.
La ley que penaliza la maternidad subrogada en el extranjero, que afectará a un reducido número de personas y probablemente se enfrentará a recursos judiciales, fue un claro paso en esta dirección. Al cerrar prácticamente todas las vías para que las parejas homosexuales tengan hijos, la nueva ley fue vista en general como una ofensiva contra las familias LGBT, otra medida que probablemente complacerá a su base derechista.
Aunque los simpatizantes del partido de Meloni apoyan mayoritariamente la medida, también cuenta con el respaldo de algunas feministas, preocupadas por la posible explotación de las mujeres, y de los católicos romanos, lo que la hace mucho menos divisiva de lo que podría ser en otros países.
“Esta es la fuerza de la ley desde el punto de vista electoral”, dijo Christian Rocca, editor del sitio web italiano de noticias Linkiesta.it. “Hacer una declaración grandilocuente que tiene muy poco efecto real”.
La ley ha supuesto un duro golpe para los padres que recurrían a la maternidad subrogada o pretendían buscar vientres de alquiler en el extranjero. Y algunos la han criticado por homófoba, con niños ya nacidos por gestación subrogada en el extranjero que ahora serían vistos por algunos como el producto de un delito.
Pero los expertos dijeron que estas familias representaban un grupo relativamente pequeño de votantes.
“Es política de silbato para perros”, dijo Rocca.
Los grupos de derechos humanos afirman que lo mismo puede decirse de la nueva política migratoria de enviar a Albania a los solicitantes de asilo rescatados en el Mediterráneo.
El modelo se asemeja a un intento anterior del gobierno conservador británico de enviar a Ruanda a los solicitantes de asilo detenidos al cruzar el canal de la Mancha, y forma parte de los esfuerzos polifacéticos del gobierno italiano por detener la inmigración ilegal.
El plan ha sido criticado por la izquierda política, grupos de derechos humanos y obispos de la fundación para la migración del Vaticano, cuyo presidente reprendió a Italia por “encarcelar” a inmigrantes en el extranjero.
Pero en un momento en el que la corriente dominante europea se está derechizando en cuestiones de migración, el plan de Meloni se ha ganado los elogios de Bruselas. El lunes, la presidenta de centroderecha de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dijo que el acuerdo podría servir de modelo para tratar a los inmigrantes.
“Meloni busca un término medio”, dijo Claudio Cerasa, director del diario italiano Il Foglio. “Entre Orbán y los obispos”.
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