El alma que vive a través del cuerpo

Opinión
/ 7 septiembre 2024

Demócrito, filósofo del 400 antes de nuestra era, decía que el alma es un fuego de cierto tipo, o bien, un elemento caliente. Si analizamos esto, la cualidad del alma tendría entonces qué ver con un proceso físico-químico conformado por una reacción rápida entre la materia combustible (en este caso el cuerpo) y el oxígeno del aire (en este caso el que entra al cuerpo), al unirse dichos elementos liberan calor y luz. Esto ocurre solo si están juntos los tres elementos: el combustible, el oxígeno y el calor. Aquí el cuerpo es la máquina cálida que aspira el oxígeno que le hace funcionar.

Por otro lado, a Demócrito se le considera precursor de la teoría del atomismo -yo diría portador-, ya que también el atomismo se desarrolló en la India y más atrás, con el fenicio Mosco. Según el atomismo, el universo está constituido por combinaciones de pequeñas partículas indivisibles (átomos), que a su vez, tienen una referencia más antigua en los kalapas en India. Si bien las kalapas son conceptualmente concebidas como unidades más pequeñas que los átomos, desde allí hay una idea de la materialidad, pues se considera que cada kalapa es una masa compuesta por los ocho elementos que conforman la materia: sólido, líquido, calorífico y oscilatorio. A ello le agregan el color, el olor, el sabor y una esencia nutriente. Como vemos, aquí está la idea de tempertura incluida.

Y en otro orden de ideas, el alma en la tradición cristiana se concibe posible al haber Dios entregado un soplo o dado su aliento de vida sobre la nariz de Adán, quien al aspirarlo, obtuvo su propia alma. Además, en el libro del Levítico se hace referencia a que “en la sangre está” el alma; así, las células que componen la sangre están capacitadas para “moverse en sí”.

Con toda esta ensalada de kalapas, átomos y sangre ¿qué haremos? Pues abrir la puerta a la aportación de la ciencia en años recientes: los doctores Stuart Hameroff y Roger Penrose desarrollaron una teoría cuántica de la conciencia desde los noventa. Afirman que el alma yace adentro de estructuras denominadas microtúbulos, que se alojan en las células cerebrales. Stuart Hameroff ha estado adscrito al Departamento de Anestesiología y Psicología y a la directiva del Centro de los Estudios de Conciencia de la Universidad de Arizona, en Tucson, EUA, y Roger Penrose, como físico matemático en la Universidad de Oxford, en Reino Unido.

Para ambos, el cerebro es una computadora biológica con cien billones de neuronas cuyas conexiones sinápticas actúan como redes de información. Su teoría que tiene el nombre Orch OR, afirma que la consciencia es una característica intrínseca de la acción de un universo no computable, y que cuando el corazón cesa sus latidos, la sangre deja de fluir y los microtúbulos pierden su estado cuántico. Sin embargo, la información cuántica en los microtúbulos no puede ser destruida; sencillamente se distribuye y disipa por el universo.

Tal vez, la información cuántica de una alma en específico cuando una persona muere, exista fuera del cuerpo, indefinidamente, como un alma. También ambos doctores afirman que el ingreso del alma en el cuerpo humano, ocurre a través de la glándula pineal.

Por su parte, Aristóteles afirmaba que el alma es un principio de los seres vivos, y por tanto no es algo separado. A diferencia de los doctores Hameroff y Penrose, quienes apoyan la inmortalidad del alma, Aristóteles sostenía que el alma no puede existir sin un cuerpo natural y orgánico; el alma termina cuando el cuerpo muere.

Curiosamente Platón concidió en algo con Hameroff y Penrose, pues para él, el alma existía después de la muerte y era capaz de pensar. Creía que a medida que los cuerpos fallecen, sus almas renacen continuamente en cuerpos posteriores. Su aportación fue muy específica ya que dividió el alma en tres: logistikon (razón), thymoeides (espíritu que alberga la ira y otras emociones) y epithymetikon (deseo o apetito de placeres físicos). Así, el alma toda, articula el movimiento y las pulsiones del ser.

Alma proviene del latín anima y este a su vez del griego pneûma que significa aliento, respiración, soplo o espíritu.

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