El avión presidencial, un símbolo doloroso y ofensivo para el presupuesto de México
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Uno pensaría que, para bien o para mal, el tema del avión presidencial debería empezar a ser sepultado de una buena vez ahora que el Presidente anunció, muy emocionado y orgulloso, que ya se había vendido (no sin antes haberlo “rifado”). Sin embargo, como pasó con el tema del aeropuerto, lo más probable es que se siga hablando hasta el cansancio del asunto y seguirá el “festival” de cifras, de unos y de otros, que en su mayoría serán erróneas, algunas con premeditación y otras por simple falta de interés por los datos duros, como en tantos temas de la vida nacional.
Veremos a quienes consideren que el país se salvó de la quiebra inminente y que además encontró la forma de construir (o al menos empezar) los dos superhospitales anunciados por AMLO gracias a la venta del avión. Eso, según ellos, le tendría que asegurar al Presidente un lugar en la Rotonda de los Hombres Ilustres. En el polo opuesto habrá quien asegure que ésta es la peor decisión financiera en la historia moderna del país, que es un fraude y corrupción malbaratar el avión y que tremendo desfalco casi con seguridad nos llevará a la ruina. Creo que ambos están equivocados y que la verdad, como es costumbre, no se encuentra en uno de los extremos, sino en esos “carriles centrales” de las ideas y la realidad de los que hablábamos hace una semana.
Es casi seguro que lo que más “venda” del asunto serán los memes y los chistes del avión, ese que no lo tenía ni Obama. Sin embargo, habiendo visto el (sin)rumbo que toma la “discusión” de la venta del avión y la guerra de las cifras, considero que podríamos dedicarle parte de este espacio a poner en contexto algunos datos que nos ayuden a formarnos una opinión sobre la historia de este avión y, tal vez, a poder conversar y debatir con conocidos y amigos sobre el tema, a intercambiar ideas y a modular los ángulos positivos y negativos del asunto del avión.
El Boeing 787 matrícula XC-MEX, conocido como TP-01, costó 218.66 millones de dólares (aproximadamente la mitad por el avión y la otra mitad para equipamiento a la medida) y fue ordenado por Felipe Calderón en 2012, cuando ya había sido electo EPN y cuando ese modelo (el avión, no EPN) no estaba siquiera autorizado para volar por fallas técnicas. El XC-MEX fue el sexto producido de todos los 787 (en 2009) y sufría de problemas de sobrepeso (nos pasa a muchos) que lo hacían inviable para aerolíneas; se estimaba que su precio de venta no sería superior a los 110 millones de dólares (mdd). El avión no era nuevo, sino que había sido usado por Boeing por varios años para pruebas. Para compra, mantenimiento y operación del avión durante 15 años se presupuestaron unos 400 mdd. En 2014, antes de que EPN recibiera el avión (febrero de 2016), este ordenó (a Higa) una remodelación (no construcción) del hangar presidencial con costo aproximado de 90 mdd (leyó usted bien).
Hoy en día, un 787-8 usado, adecuado para aerolíneas y con pocas horas de vuelo, se estima valga entre 85 y 120 mdd; hace menos de dos años, Crystal Airlines valoró el suyo que tenía 30 horas de vuelo (más nuevo que el mexicano) en unos 62 mdd. Este año, en Escocia, empezaron a vender en partes para refacciones dos 787. También, existe un 787 ejecutivo de lujo que apenas hace un par de años se rentaba en 70 mil dólares la hora. Es decir, si EPN hubiera rentado el 787 más lujoso del mundo, hubiera gastado unos 42 mdd en los 3 años (600 horas voladas aproximadamente) que tuvo el TP-01, o unos 210 mdd si se siguiera usando al mismo ritmo durante los 15 años del contrato del XC-MEX, incluyendo para vuelos a Vallarta o Monterrey, que son muy cortos para semejante monstruo. Un Bombardier Global 7500 nuevo (como el que presumió Ricardo Salinas Pliego esta semana) cuesta unos 75 mdd y aunque sólo tiene capacidad para unos 20 pasajeros, tiene alcance para ir sin escalas de CDMX a París, Tokio o Shanghái.
Sobre la operación de venta anunciada por el Presidente quedan muchas dudas y, para variar, la transparencia no es su fuerte. Aun así, se entiende que Banobras era el dueño del avión, el cual arrendaba a la Secretaría de Defensa y que el contrato implicaba un importante rubro de presupuesto anual que sería asignado a la Sedena para pagar a Banobras. Es difícil pensar que venderlo haya sido un buen negocio, al contrario, una vez que se decidió comprarlo, el país ya perdía. Y de ahí en adelante, usándolo o no, la hemorragia de recursos estaba garantizada. Se podría razonablemente vender la idea de que deshacerse de ese elefante (volador) blanco reduce costos hacia adelante, pero no parece haber motivo para celebrar. Pudiera ser motivo de celebración si lograran venderle el “aerocombo” con el hangar al régimen dictatorial de Tayikistán, donde el Presidente Rahmon, un Borat cualquiera, está en el poder desde 1992 (apenas hace 2 años ganó su quinta elección con el 90.9 por ciento del voto). Me pregunto para qué lo va a usar el Sr. Rahmon si su país es más chico que Coahuila. Entonces, ¿con quién debemos estar molestos los mexicanos? En mi opinión, el XC-MEX debería ser un símbolo doloroso y ofensivo de cómo no queremos que se maneje el presupuesto del país otra vez, independientemente de filias y fobias sobre AMLO y sus modos.