El ‘fortuna’ sin fortuna: Abandono y deterioro de los Centros históricos
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El ‘rentismo’ es una práctica bastante común en nuestras ciudades, y ha sido una de las principales causas de que las zonas céntricas de muchas de ellas luzcan descuidadas
Por esos caprichos del destino, el lugar en el que me encuentro hospedado en San José, Costa Rica, lleva por nombre “Hotel la Fortuna”. Podría llevar una cuarta palabra, como “poca” o incluso “mala”, para complementar su título con mayor precisión. Y no me estoy quejando de mi experiencia. La verdad es que estoy bastante a gusto, ya que, en términos generales, el espacio que ocupo cubre mis necesidades. Además, la familia de origen chino que lo atiende ha sido muy amable conmigo. Sin embargo, debo reconocer que la apariencia no es la de un lugar al que la vida haya tratado bien.
Como ocurre en muchos sectores céntricos de las grandes ciudades de América Latina, la gente pudiente que alguna vez construyó y ocupó estos espacios se ha ido trasladando a barrios más modernos y lujosos. Y dejó sus antiguas propiedades céntricas como activos para obtener rentas adicionales, especialmente porque, en su mayoría, cuentan con locales comerciales en la planta baja. No obstante, como no tienen otro interés más allá de recibir ingresos, evitan darles mantenimiento, ya que les basta con tener los locales ocupados. En esta zona de San José, abundan los edificios construidos con algunos de los estilos arquitectónicos más representativos de la primera mitad del siglo 20: Art déco, funcionalismo, International Style, Bauhaus, entre otros, que en su época de esplendor debieron ser maravillosos. Hoy, sin embargo, lucen deteriorados, aunque no estén en total abandono. El “Hotel la Fortuna” es uno de estos ejemplos.
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El “rentismo” es una práctica bastante común en nuestras ciudades, y ha sido una de las principales causas de que las zonas céntricas de muchas de ellas luzcan descuidadas. Los propietarios de estas edificaciones no logran comprender la importancia de invertir en un buen mantenimiento, sobre todo en los pisos superiores, que poco a poco se van vaciando. Y las autoridades suelen desentenderse de estos asuntos, sin darse cuenta de que están permitiendo que se pierdan tesoros arquitectónicos que podrían ser un gran atractivo para los turistas que apreciamos este tipo de edificaciones. Más importante aún: se están perdiendo viviendas dignas y económicas, justo cuando hay tanta carencia de lugares habitables.
Cabe señalar que, en San José, no todos los edificios de la primera mitad del siglo 20 que se encuentran en las inmediaciones del centro están abandonados. Algunos de ellos, que están en manos de restaurantes de franquicia y casas de juego, viven un nuevo esplendor. Me llama la atención la cantidad de casinos. No es que haya uno en cada cuadra, pero sí más de los que, desde la óptica de un no apostador como yo, deberían existir. Debo aceptar, sin embargo, que son evidentemente un buen negocio que trae algunos beneficios (seguramente a costa de los muchos prejuicios que ocasiona a los ludópatas y sus familias). Entre estos beneficios, está el hecho de que al menos mantienen bien las fachadas de los edificios que ocupan.
El caso es que pensé en lo paradójico que resulta este asunto: mientras unos edificios envejecen de manera fea porque sus dueños no apuestan un Colón por ellos (o un peso, en el caso mexicano), otros lucen flamantes gracias a que hay un montón de gente buscando que la diosa fortuna les sonría y que, debido a su afición al juego, probablemente no tendrán nunca un edificio entre sus propiedades para descuidar.
Otros, como es mi caso, tal vez tengamos la fortuna de no tener que depender de la diosa fortuna para seguir adelante con nuestras vidas. Hoy, en muchas de nuestras ciudades, se habla de “rescatar” sus centros históricos. Me parece que un paso necesario para lograrlo pasa por el que las autoridades y los propietarios generen programas amplios de recuperación de los edificios ya existentes, transformándolos en espacios dignos para vivir y atractivos para contemplar. Y así, poder decir que tuvieron “buena fortuna”.